/ jueves 23 de agosto de 2018

El Estado Islámico resucita en Irak con miles de combatientes activos

Poco a poco se hacen de lugares estratégicos luego de una reestructuración en 2 movimientos autónomos

PARÍS, Francia. El grupo yihadista Estado Islámico (EI) está siendo erradicado de Siria, pero comienza a reagruparse aceleradamente en Irak, donde tiene entre mil y dos mil combatientes activos que comienzan a convertirse en una pesadilla para el gobierno de Bagdad.

Después de haberse reestructurado en dos movimientos autónomos, el núcleo principal –compuesto de unos mil yihadistas– opera en Tarmiya, en los suburbios de Bagdad, cerca de Diyala, Tikrit, Baiji, al oeste de Mosul y en Tall Afar, en el norte del país.

“Aparentemente están en un proceso de reorganización y, por ahora, su actividad es muy reducida”, estima Hisham Al- Hashimi, especialista iraquí en movimientos yihadistas.

La mayoría de esos grupos están integrados por exresponsables de los servicios de inteligencia del EI, que actuaban bajo cobertura entre los años 2014 y 2017, cuando esas fuerzas fueron hegemónicas en Siria e Irak. Muy pocos de ellos actuaron como combatientes y en su mayoría tampoco figuran en los ficheros de las fuerzas de seguridad.

Un segundo grupo -compuesto por clandestinos conocidos por los servicios de seguridad iraquíes- se instaló en torno de los montes Hamrin, la región de Samarra y las zonas desérticas en torno de Al- Baaj y de Anbar, a lo largo de la frontera con Siria.

La decisión del gobierno de Bagdad de prohibir que los pobladores originales regresen a esas zonas por razones confesionales y de seguridad, facilitó la instalación de los yihadistas en casas abandonadas, que utilizan como viviendas y campos de entrenamiento.

Los servicios de inteligencia sospechan que, antes de abandonar Irak tras haber ocupado un tercio del país, la organización dejó una red de “agentes dormidos” que ahora se ocupan de extorsionar a la población.

Para incrementar su implantación, el EI cuenta con el resentimiento de una parte de la población -mayoritariamente sunita-, que se siente abandonada por el gobierno de Bagdad, controlado por los chiítas. El Estado Islámico espera con paciencia el momento de capitalizar el debilitamiento de las fuerzas occidentales.


PARÍS, Francia. El grupo yihadista Estado Islámico (EI) está siendo erradicado de Siria, pero comienza a reagruparse aceleradamente en Irak, donde tiene entre mil y dos mil combatientes activos que comienzan a convertirse en una pesadilla para el gobierno de Bagdad.

Después de haberse reestructurado en dos movimientos autónomos, el núcleo principal –compuesto de unos mil yihadistas– opera en Tarmiya, en los suburbios de Bagdad, cerca de Diyala, Tikrit, Baiji, al oeste de Mosul y en Tall Afar, en el norte del país.

“Aparentemente están en un proceso de reorganización y, por ahora, su actividad es muy reducida”, estima Hisham Al- Hashimi, especialista iraquí en movimientos yihadistas.

La mayoría de esos grupos están integrados por exresponsables de los servicios de inteligencia del EI, que actuaban bajo cobertura entre los años 2014 y 2017, cuando esas fuerzas fueron hegemónicas en Siria e Irak. Muy pocos de ellos actuaron como combatientes y en su mayoría tampoco figuran en los ficheros de las fuerzas de seguridad.

Un segundo grupo -compuesto por clandestinos conocidos por los servicios de seguridad iraquíes- se instaló en torno de los montes Hamrin, la región de Samarra y las zonas desérticas en torno de Al- Baaj y de Anbar, a lo largo de la frontera con Siria.

La decisión del gobierno de Bagdad de prohibir que los pobladores originales regresen a esas zonas por razones confesionales y de seguridad, facilitó la instalación de los yihadistas en casas abandonadas, que utilizan como viviendas y campos de entrenamiento.

Los servicios de inteligencia sospechan que, antes de abandonar Irak tras haber ocupado un tercio del país, la organización dejó una red de “agentes dormidos” que ahora se ocupan de extorsionar a la población.

Para incrementar su implantación, el EI cuenta con el resentimiento de una parte de la población -mayoritariamente sunita-, que se siente abandonada por el gobierno de Bagdad, controlado por los chiítas. El Estado Islámico espera con paciencia el momento de capitalizar el debilitamiento de las fuerzas occidentales.


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