Si bien este recinto se construyó entre 1882 y 1883, 12 años antes de que los hermanos Lumière realizaran la primera proyección fílmica en el Salón Indio del Gran Café de París en 1895, la cual consistió en una proyección de la salida de unos obreros de una fábrica en Lyon; por poco más de cinco décadas fue el principal espacio en donde fueron representadas las artes escénicas, antes presentar por primera vez las proyecciones cinematográficas del cine mudo hasta la primera película con sonido.
Sus ruinas quedaron reducidas a su fachada, que ahora es considerada como patrimonio cultural por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, construido entre 1882 y 1883, albergó las mejores obras de aquéllos tiempos, veladas musicales y fue uno de los espacios más emblemáticos hasta poco antes de la década de 1950, en su escenarios se presentó ´El Chiflado´, ´Gigantes y Cabezudos´, ´Los Campesinos´, ´El Asistente del Coronel´, ´El Chaleco Blanco´, sólo por mencionar algunas de las funciones.
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Gracias a los testigos fotográficos que resguarda el Archivo Histórico, las nuevas generaciones pueden apreciar cómo era uno de los espacios destacados y emblemáticos de los años 30 en Salamanca; en estas imágenes es posible observar que era de dos pisos, con sus balcones y butacas. Los lugares, estaban catalogados entre luneta, palcos, primeros, segundos y terceros y la galería, los precios eran variados, desde los dos pesos hasta los 35 centavos respectivamente.
Su escenario funcionó y catapultó a estrellas que venían de diferentes partes del país, de todos los estados a presentarse a este teatro, el cual con el paso de los años se volvió famoso entre los artistas y amantes del arte, su nombre derivó de un invidente de la época de la reforma que realizaba periodismo.
Actualmente lo que fuera un teatro se ha convertido en una sola fachada, luego de que con el paso del tiempo y abandono se destruyera en su totalidad el inmueble, no sin antes convertirse en el precursor del séptimo arte en Salamanca, una de maravillas que ha cautivado y entretenido a la humanidad durante siglos.
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Aunque para muchos ciudadanos su historia ha quedado en el olvido y las nuevas generaciones ignoran el valor cultural que se esconde detrás de una fachada abandonada en el centro de la ciudad, en la calle Guerrero, entre Tomasa Esteves e Ignacio Zaragoza, a un costado de lo que un día fue “la bola del agua”, uno de los primeros pozos que se perforó en la época moderna de la ciudad.