Tras casi 60 años endulzando el paladar de las familias salmantinas, Juan Conejo Soria también conocido como “Don Donas”, falleció por complicaciones de una neumonía. El salmantino era un personaje muy querido y amado por la población, debido a la gran popularidad que alcanzó por la venta y elaboración de panes, pero también por su personalidad amable y cariñosa.
Previo a su deceso, la familia de Don Juan, había solicitado apoyo económico de la sociedad, debido a que el salmantino, ya no podía trabajar por el deteriorado estado de salud que presentaba desde hace tres semanas.
A pesar de ello, Juan de 77 años de edad, siempre mantuvo la esperanza de recuperarse y volver a trabajar en la calle Poza Rica en la colonia Bellavista, según lo externó en la última entrevista que brindó a El Sol de Salamanca, sitio en donde diariamente era visitado por clientes para probar las ricas donas que elaboraba.
“Llevó tres semanas sin trabajar, fue todo de repente me comencé a sentir mal, me duelen mis piernas y me falta el aire, apenas me llevaron hacer estudios para ver como esto, espero pronto mejorarme porque necesito volver a trabajar”, fueron las últimas palabras que compartió.
Juan Conejo Soria, nació el 21 de junio de 1946 en Salamanca y desde muy joven desarrolló un gusto muy especial por la elaboración de pan, afición que lo llevó a convertirse en un gran panadero, luego de trabajar en varias panaderías populares de la región, en las cuales, aprendió las recetas tradicionales para preparar diversos panes como bolillos y donas, estas últimas se convirtieron en un sello característico de su persona.
La elaboración de este manjar comenzó como una actividad para demostrar sus habilidades a la familia y luego se fueron uniendo amigos y conocidos, quienes las catalogaron como las donas más ricas del municipio, fue gracias a la promoción boca a boca que la ciudadanía comenzó a pedirlas y aunque su camino no fue fácil, poco a poco su negocio fue creciendo.
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Hoy, Juan Conejo “Don Donas”, se despide del mundo terrenal, dejando un gran vacío en los corazones de los salmantinos que tuvieron el placer de conocerlo y convivir con él.