/ domingo 24 de diciembre de 2023

¿Somos seres de buena voluntad para encontrar paz?

Vivimos en una sociedad compleja, en varios sentidos: pluralista, materialista, hedonista, multirracial, multicultural, multirreligiosa (comprende no creyentes, ateos, agnósticos, materialistas). De espacios muy violentos, que incluyen pobreza, y estructuras que lo reflejan.

Llegó la celebración de la Navidad, que tiene diferentes intensidades y alcances, como para algunos, ninguno. Al igual que las fiestas de fin e inicio de otro año, conforme al calendario gregoriano (encargo del Papa Gregorio XIII, también solar, el más utilizado en el mundo, desde entonces 1582). Esa numeración coexiste con otros: chino, hebreo, hindú, musulmán, persa, budista, maya. El fin del año, conforme a ese calendario, o cualquier otro ciclo, es momento pertinente para revisar propósitos, trayectos y resultados, en el ámbito personal, familiar, comunitario, y también, de nuestras ciudades, del país y del mundo. Los seres humanos no podemos ir por el mundo sin rumbo ni ritmo, a riesgo de ser autómatas, marionetas de otros, cercanos o lejanos, visibles o invisibles, legales o ilegales.

Más allá del dolor causado por fuerzas de la naturaleza -como el reciente a la costa de Guerrero-, el saldo no puede ser más desolador en asuntos de respeto a los otros, a lo otro (medioambiente). E incluso a El Otro, El Ser Infinito para los creyentes. A menos de encerrarnos egoísta y suicidamente. Masacres, incluyen las recientes de Salvatierra y Salamanca, en Guanajuato, como se replican en todo el país, donde en lo que va del sexenio de AMLO se acumulan 169 mil 526 homicidios dolosos; un promedio de 93 asesinatos diarios, según datos del gobierno federal. Al último corte, los estados más violentos (número de asesinatos por cada 100 mil habitantes) son: 1º Colima: 99.3; 2º Morelos: 63.7; 3º BC, 58.7; 4º Zacatecas: 54.7; 5º Chihuahua: 49; 6º Guanajuato: 45; 7º Guerrero: 42.1; 8º Sonora: 40; 9º Q. Roo: 36, y 10º Michoacán: 32.7. En comparación de datos: en los primeros cinco años de Calderón hubo 95 mil 646 asesinatos, y de Peña Nieto 120 mil 437. No normalicemos estos números. Agreguemos miles de desaparecidos y otros tantos de desplazados de sus ciudades, sin retorno previsible. Migrantes, con sus hijos, desesperados, intentando llegar a un sitio seguro, cada vez más distante. El crimen empoderado, desafiante, sin contención de las autoridades y cada vez más irracional, brutal. Víctimas inocentes en guerras declaradas en otros países que no respetan las reglas humanitarias de la guerra. Y hambre, insalubridad y pobreza extrema crecen por todo el mundo. En el fondo es porque una parte considerable de la humanidad no comparte, aun, el sentido de dignidad de cada ser humano, y, por tanto, esa parte ve a los otros como prescindibles, desechables, utilizables, marginados, maltratados, con menores derechos. Esto se refleja en instituciones sociales, económicas y políticas antihumanas, violentas, discriminadoras que debemos cambiar.

Y no será escondiéndonos en nuestros espacios “seguros”, enconchados en nuestros “refugios” físicos o mentales, dialogando sólo con los que piensan igual que nosotros, donde construiremos paz y tranquilidad. Al contrario. Debemos salir a buscar a los otros, con apertura, reconociendo y aceptando sus propias identidades y definiciones. Provenimos muchos de culturas verticales, patriarcales, autoritarias, donde la aceptación de las y los otros, el diálogo con los diferentes es casi imposible. De ahí la importancia de educarnos, no sólo en el pensamiento ordenado y crítico y la capacidad de expresión verbal y escrita, que ya es todo un reto. Sobre todo, en reconocer y aceptar a cada persona como lo que es: un ser con eminente dignidad, un cuerpo espiritualizado o un espíritu encarnado. Y si no se quiere esto reconocer a plenitud, hagamos lo mínimo: buscar entender y respetar a los otros, hablarnos y escucharnos. Hagamos el esfuerzo por argumentar con los otros. Dado que las democracias requieren razonamientos y debates abiertos. Seamos instrumentos de paz abriéndonos a dialogar. Que el espíritu de la Navidad propicie nuestra fraternidad. ¡Felices fiestas de la Navidad!


Analista político y extitular del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública

@jalcants

Vivimos en una sociedad compleja, en varios sentidos: pluralista, materialista, hedonista, multirracial, multicultural, multirreligiosa (comprende no creyentes, ateos, agnósticos, materialistas). De espacios muy violentos, que incluyen pobreza, y estructuras que lo reflejan.

Llegó la celebración de la Navidad, que tiene diferentes intensidades y alcances, como para algunos, ninguno. Al igual que las fiestas de fin e inicio de otro año, conforme al calendario gregoriano (encargo del Papa Gregorio XIII, también solar, el más utilizado en el mundo, desde entonces 1582). Esa numeración coexiste con otros: chino, hebreo, hindú, musulmán, persa, budista, maya. El fin del año, conforme a ese calendario, o cualquier otro ciclo, es momento pertinente para revisar propósitos, trayectos y resultados, en el ámbito personal, familiar, comunitario, y también, de nuestras ciudades, del país y del mundo. Los seres humanos no podemos ir por el mundo sin rumbo ni ritmo, a riesgo de ser autómatas, marionetas de otros, cercanos o lejanos, visibles o invisibles, legales o ilegales.

Más allá del dolor causado por fuerzas de la naturaleza -como el reciente a la costa de Guerrero-, el saldo no puede ser más desolador en asuntos de respeto a los otros, a lo otro (medioambiente). E incluso a El Otro, El Ser Infinito para los creyentes. A menos de encerrarnos egoísta y suicidamente. Masacres, incluyen las recientes de Salvatierra y Salamanca, en Guanajuato, como se replican en todo el país, donde en lo que va del sexenio de AMLO se acumulan 169 mil 526 homicidios dolosos; un promedio de 93 asesinatos diarios, según datos del gobierno federal. Al último corte, los estados más violentos (número de asesinatos por cada 100 mil habitantes) son: 1º Colima: 99.3; 2º Morelos: 63.7; 3º BC, 58.7; 4º Zacatecas: 54.7; 5º Chihuahua: 49; 6º Guanajuato: 45; 7º Guerrero: 42.1; 8º Sonora: 40; 9º Q. Roo: 36, y 10º Michoacán: 32.7. En comparación de datos: en los primeros cinco años de Calderón hubo 95 mil 646 asesinatos, y de Peña Nieto 120 mil 437. No normalicemos estos números. Agreguemos miles de desaparecidos y otros tantos de desplazados de sus ciudades, sin retorno previsible. Migrantes, con sus hijos, desesperados, intentando llegar a un sitio seguro, cada vez más distante. El crimen empoderado, desafiante, sin contención de las autoridades y cada vez más irracional, brutal. Víctimas inocentes en guerras declaradas en otros países que no respetan las reglas humanitarias de la guerra. Y hambre, insalubridad y pobreza extrema crecen por todo el mundo. En el fondo es porque una parte considerable de la humanidad no comparte, aun, el sentido de dignidad de cada ser humano, y, por tanto, esa parte ve a los otros como prescindibles, desechables, utilizables, marginados, maltratados, con menores derechos. Esto se refleja en instituciones sociales, económicas y políticas antihumanas, violentas, discriminadoras que debemos cambiar.

Y no será escondiéndonos en nuestros espacios “seguros”, enconchados en nuestros “refugios” físicos o mentales, dialogando sólo con los que piensan igual que nosotros, donde construiremos paz y tranquilidad. Al contrario. Debemos salir a buscar a los otros, con apertura, reconociendo y aceptando sus propias identidades y definiciones. Provenimos muchos de culturas verticales, patriarcales, autoritarias, donde la aceptación de las y los otros, el diálogo con los diferentes es casi imposible. De ahí la importancia de educarnos, no sólo en el pensamiento ordenado y crítico y la capacidad de expresión verbal y escrita, que ya es todo un reto. Sobre todo, en reconocer y aceptar a cada persona como lo que es: un ser con eminente dignidad, un cuerpo espiritualizado o un espíritu encarnado. Y si no se quiere esto reconocer a plenitud, hagamos lo mínimo: buscar entender y respetar a los otros, hablarnos y escucharnos. Hagamos el esfuerzo por argumentar con los otros. Dado que las democracias requieren razonamientos y debates abiertos. Seamos instrumentos de paz abriéndonos a dialogar. Que el espíritu de la Navidad propicie nuestra fraternidad. ¡Felices fiestas de la Navidad!


Analista político y extitular del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública

@jalcants