/ jueves 18 de abril de 2024

Juventud sin rostro

Ser joven no es solo una vaga expresión empeñada por el sentido de la edad, por el simple transcurso del tiempo. Implica muchísimas connotaciones que pocos brindan de cierta importancia y demuestran que las decisiones solo pertenecen a lo antaño, a lo tradicional, a lo convencional. El papel de la juventud no solo es fundamental en política, sino que transciende y cambia todo lo que toca.

Durante años, me he convencido de que la juventud merece las oportunidades de lograr los cambios necesarios para las próximas generaciones, bajo la premisa del tratadista Alexis de Tocqueville: ninguna generación debe limitar a la siguiente.

Por otro lado, he tenido la gratificante experiencia de pertenecer de cierta forma al argot político, tanto en la cercanía como en la lejanía, en lo privado y en lo público, teniendo algunas consideraciones pertinentes de lo qué es la política.

El adoctrinamiento de las corrientes políticas, así como, el cultivo de la enseñanza (un acercamiento a Schopenhauer como educador) denota un ligero pero visible hilo entre las limitantes del libre pensamiento, aun sabiéndonos libres, parecemos dudar de la libertad que padecemos, aunque persista la necesidad de creer que lo somos, la idea sobrepasa cualquier sentimiento, pues somos seres completamente guiados por pasiones y fácilmente indultados por la necesidad proveniente de la libertad e igualdades que nos igualan y al mismo tiempo nos desigualan ¿Cuándo hemos visto al pastar comer del mismo pasto que las ovejas o bien cómo se igualan los igualadores? La premisa común es: la juventud carece de identidad propia en la sociedad moderna.

Las juventudes divagan y por su fuerza reformadora caen en las trampas que siente que la impulsa proveniente de las viejas prácticas, opacan su entusiasmo y creatividad, confunden y los desvían de la utilidad del interés público, a una especie de egoísmo impartido por el individualismo que los separa y divide, sin conocer otra fuente política que la democracia mal impartida por lo tradicional, serían capaces de entregar su libertad sin conocerla a un Estado paternalista, proveedor de una igualad en servidumbre. Educar para entender los algoritmos de la democracia liberal es encender la antorcha que permita voltear a ver el suelo en donde estamos parados y comenzar a caminar y forjar nuestro propio camino.

Debemos de reconocer que a la política tradicional únicamente le ha importado las próximas elecciones y poco o nada las próximas generaciones, algunos lo comparan con el buen estadista, concuerdo que sea con el buen demócrata (diría Bobbio), ya que el estadista podrá compartir una visión, pero si poco entiende de democracia la copa seguiría medio vacía y en cambio, el buen demócrata no debe conformarse con lo peor ni ilusionarse con lo mejor.

Las y los jóvenes merecen un rostro, una identidad compartida, de tener un papel en la política para hacer política y no esperar el glorioso momento de que los coronen por los vestigios ornamentales de los partidos tradicionales, pertenecientes a la sombra de la obediencia ciega, de la “lealtad” oportunista, de ser bajo el yugo de pertenecer, recordando a Porfirio Muñoz Ledo: “estar en la política es comer mierda sin hacer gestos”, opinión que aún permanece.

Leyendo la biografía de Bonaparte. por Patrice Gueniffey, quedó marcada una frase del emperador francés: “los mejores emperadores se coronan ellos mismos”. La historia de la humanidad tiene cientos de eventos contados que ilustran el sentir actual, de que los jóvenes se deben de coronar por ellos mismos, de escribir sus propias páginas y no ser un libro abierto en espera de ser escrito.

Ahora, las circunstancias demográficas constituyen una relevancia en la forma de hacer política, resulta obvio que los partidos tradicionales y sus actores permanentes, llaman a una renovación a los casi dos millones (32% de la población) de jóvenes en el Estado de Guanajuato y más de 37 millones a nivel nacional (según el Inegi), prometiendo una idealización que los diferencia, lo cual no es una novedad insoluta y sin resultados favorables con su obviedad electorera, se pueden observar los efectos de Samuel García y Mariana, jóvenes ¿pero diferentes a la viejas prácticas de la política?

Difícilmente los jóvenes que pertenecen a un partido político puedan entender sin ver más allá de un color, de una ideología de fachada, creyentes de que continuar en la sombra de aquel viejo árbol darán frutos y serán reconocidos en el mercado político siendo un producto diferente, nuevo, que signifique un cambio. ¿Cuántas generaciones se han perdido por entrar a esas arenas movedizas o senderos de bosques secos? Durante este proceso analítico, hay una figura joven en el Estado que puede dar hasta ahora una particularidad en esencia distinta, no compartiré datos ya que no pretendo politizar el mensaje, pero también es interesante reconocer que no todo en la política mexicana escasea de talento o cojea de la misma pierna.

Generar una idea nueva de hacer política, de apartar lo tradicional del mercado político, de proveer los mismos productos que destinan y han destinado los mismos durante generaciones, educar a las juventudes para puedan cumplir y hacer cumplir con la responsabilidad que tenemos en una sociedad proporcionalmente joven para cambiar lo viejo por lo nuevo.

Es momento de escuchar las voces de la juventud incluso su silencio, es momento de construir un presente sin dejar de percibir los ecos del pasado, de darnos cuenta de que ser un joven no es solo una cuestión dictada por el tiempo, sino una circunstancia para el cambio, de hacer para trascender, ser joven es encender la llama de la reforma, ser joven es estallar en ilusiones y sueños, de creer y de continuar soñando. Ser joven es entender la ingente responsabilidad de dejar un Municipio, un Estado y un país a favor de las nuevas generaciones, depende de nosotros alzar la vista, arrancar los paños del revestimiento tradicional y vestirnos de un futuro construido por nuestras propias manos.

@L_E_Arnold
arnoldtafoyale@outlook.com

Ser joven no es solo una vaga expresión empeñada por el sentido de la edad, por el simple transcurso del tiempo. Implica muchísimas connotaciones que pocos brindan de cierta importancia y demuestran que las decisiones solo pertenecen a lo antaño, a lo tradicional, a lo convencional. El papel de la juventud no solo es fundamental en política, sino que transciende y cambia todo lo que toca.

Durante años, me he convencido de que la juventud merece las oportunidades de lograr los cambios necesarios para las próximas generaciones, bajo la premisa del tratadista Alexis de Tocqueville: ninguna generación debe limitar a la siguiente.

Por otro lado, he tenido la gratificante experiencia de pertenecer de cierta forma al argot político, tanto en la cercanía como en la lejanía, en lo privado y en lo público, teniendo algunas consideraciones pertinentes de lo qué es la política.

El adoctrinamiento de las corrientes políticas, así como, el cultivo de la enseñanza (un acercamiento a Schopenhauer como educador) denota un ligero pero visible hilo entre las limitantes del libre pensamiento, aun sabiéndonos libres, parecemos dudar de la libertad que padecemos, aunque persista la necesidad de creer que lo somos, la idea sobrepasa cualquier sentimiento, pues somos seres completamente guiados por pasiones y fácilmente indultados por la necesidad proveniente de la libertad e igualdades que nos igualan y al mismo tiempo nos desigualan ¿Cuándo hemos visto al pastar comer del mismo pasto que las ovejas o bien cómo se igualan los igualadores? La premisa común es: la juventud carece de identidad propia en la sociedad moderna.

Las juventudes divagan y por su fuerza reformadora caen en las trampas que siente que la impulsa proveniente de las viejas prácticas, opacan su entusiasmo y creatividad, confunden y los desvían de la utilidad del interés público, a una especie de egoísmo impartido por el individualismo que los separa y divide, sin conocer otra fuente política que la democracia mal impartida por lo tradicional, serían capaces de entregar su libertad sin conocerla a un Estado paternalista, proveedor de una igualad en servidumbre. Educar para entender los algoritmos de la democracia liberal es encender la antorcha que permita voltear a ver el suelo en donde estamos parados y comenzar a caminar y forjar nuestro propio camino.

Debemos de reconocer que a la política tradicional únicamente le ha importado las próximas elecciones y poco o nada las próximas generaciones, algunos lo comparan con el buen estadista, concuerdo que sea con el buen demócrata (diría Bobbio), ya que el estadista podrá compartir una visión, pero si poco entiende de democracia la copa seguiría medio vacía y en cambio, el buen demócrata no debe conformarse con lo peor ni ilusionarse con lo mejor.

Las y los jóvenes merecen un rostro, una identidad compartida, de tener un papel en la política para hacer política y no esperar el glorioso momento de que los coronen por los vestigios ornamentales de los partidos tradicionales, pertenecientes a la sombra de la obediencia ciega, de la “lealtad” oportunista, de ser bajo el yugo de pertenecer, recordando a Porfirio Muñoz Ledo: “estar en la política es comer mierda sin hacer gestos”, opinión que aún permanece.

Leyendo la biografía de Bonaparte. por Patrice Gueniffey, quedó marcada una frase del emperador francés: “los mejores emperadores se coronan ellos mismos”. La historia de la humanidad tiene cientos de eventos contados que ilustran el sentir actual, de que los jóvenes se deben de coronar por ellos mismos, de escribir sus propias páginas y no ser un libro abierto en espera de ser escrito.

Ahora, las circunstancias demográficas constituyen una relevancia en la forma de hacer política, resulta obvio que los partidos tradicionales y sus actores permanentes, llaman a una renovación a los casi dos millones (32% de la población) de jóvenes en el Estado de Guanajuato y más de 37 millones a nivel nacional (según el Inegi), prometiendo una idealización que los diferencia, lo cual no es una novedad insoluta y sin resultados favorables con su obviedad electorera, se pueden observar los efectos de Samuel García y Mariana, jóvenes ¿pero diferentes a la viejas prácticas de la política?

Difícilmente los jóvenes que pertenecen a un partido político puedan entender sin ver más allá de un color, de una ideología de fachada, creyentes de que continuar en la sombra de aquel viejo árbol darán frutos y serán reconocidos en el mercado político siendo un producto diferente, nuevo, que signifique un cambio. ¿Cuántas generaciones se han perdido por entrar a esas arenas movedizas o senderos de bosques secos? Durante este proceso analítico, hay una figura joven en el Estado que puede dar hasta ahora una particularidad en esencia distinta, no compartiré datos ya que no pretendo politizar el mensaje, pero también es interesante reconocer que no todo en la política mexicana escasea de talento o cojea de la misma pierna.

Generar una idea nueva de hacer política, de apartar lo tradicional del mercado político, de proveer los mismos productos que destinan y han destinado los mismos durante generaciones, educar a las juventudes para puedan cumplir y hacer cumplir con la responsabilidad que tenemos en una sociedad proporcionalmente joven para cambiar lo viejo por lo nuevo.

Es momento de escuchar las voces de la juventud incluso su silencio, es momento de construir un presente sin dejar de percibir los ecos del pasado, de darnos cuenta de que ser un joven no es solo una cuestión dictada por el tiempo, sino una circunstancia para el cambio, de hacer para trascender, ser joven es encender la llama de la reforma, ser joven es estallar en ilusiones y sueños, de creer y de continuar soñando. Ser joven es entender la ingente responsabilidad de dejar un Municipio, un Estado y un país a favor de las nuevas generaciones, depende de nosotros alzar la vista, arrancar los paños del revestimiento tradicional y vestirnos de un futuro construido por nuestras propias manos.

@L_E_Arnold
arnoldtafoyale@outlook.com