/ domingo 24 de marzo de 2024

Domingo de Ramos, anhelo de paz

Domingo de Ramos es el recuerdo y la renovación de una entrada en Jerusalén, quizás la única manifestación que podríamos llamar de “poder” de Jesús, pero no del poder que aplasta y oprime, sino algo muy diferente. Se necesita mucho más que un burrito para impresionar a los habitantes de Jerusalén.

El grito de hosanna puede expresar todo lo que significa este movimiento: si originalmente es la súplica a Dios: “Señor, salva ahora”, o “Sálvanos por favor”, con el paso del tiempo, dejando un poco su significado original, se convierte en exclamación de alabanza. Así adquiere no solamente el sentido de oración y súplica, sino que se mezcla con los profundos sentimientos de un pueblo que pone toda su esperanza en un Dios libertador y en su mesías.

Tender los mantos y el cortar los ramos para preparar y adornar el camino tiene una relación estrecha con las fiestas de entronización de los reyes de Israel, pero Jesús ha dejado muy en claro que su reinado está lejano de las expectativas del pueblo. Esperaban la aparición de un Mesías poderoso, guerrero y victorioso, pero Cristo trastoca esta ideología suprimiendo los carros de combate, los caballos y los arcos por una cabalgadura preparada y escogida para mostrar los fundamentos de su reino: la verdad, la justicia, el amor y el servicio.

Los mantos del reino nuevo

Muchas veces he pensado en el significado de aquellos mantos que la gente sencilla acomodaba al paso del Señor y los miro como un signo de la forma de construcción del nuevo reino. Con retazos de gente sencilla se puede construir un nuevo camino por donde verdaderamente marche el reino de Dios… todos entran a formar parte de este nuevo camino, entrelazado, entretejido, y unido que puede soportar, animar y dar nueva fuerza al corazón.

“Bendito el reino que llega” es la expresión que al mismo tiempo manifiesta una realidad y un sueño. Realidad porque Cristo ha asumido ya los dolores y sufrimientos del pueblo; sueño, porque este reino requiere la construcción diaria y el esfuerzo continuo para seguirse construyendo. Los ramos son aclamación y simbolismo, no del leño que golpea y destruye al pueblo, sino de la dignidad del que camina en medio de sus discípulos y seguidores. Son ramos para construir una nueva humanidad basada en la paz, en la justicia y en la hermandad.

Hoy tenemos también nosotros que poner nuestro manto y nuestro ramo en la gran construcción del nuevo reino. Será muy pobre, estará raído, tendrá grandes agujeros que tendremos que remendar, pero así se construye una nueva historia y una nueva trama, siguiendo a Jesús. Levantaremos nuestro ramo proclamando que hay nuevas esperanzas, que, a pesar de un mundo loco y desquiciado, se pueden ver brotes de verdadera fe y de verdadero amor. Así lo ha hecho Cristo. No ha rehusado ni los mantos ni los ramos, pero les ha dado un nuevo significado. Como para recordarnos que este grito de hosanna implica una grave decisión en el seguimiento de Jesús; así apenas terminada nuestra procesión de ramos, se proclama la Pasión según San Marcos, con toda su crudeza, con todo su realismo. Construir el reino implica dar la vida y asumir sus consecuencias. Al ramo y al manto, se tiene que unir el hombro que carga la cruz y se hace solidario con el dolor y la desesperanza de una inmensa multitud. Cristo no ha rehusado el dolor ni de la cruz, ni de la muerte, su seguidor tampoco debe escatimar nada en la entrega por la construcción de su reino.

Hoy, Domingo de Ramos, no nos podemos quedar mirando desde lejos la “entrada triunfal”, se requiere también nuestro manto y nuestro ramo. Se necesita que se unan todos los mantos y todos los ramos para hacer el nuevo camino. Se requiere unir el camino del triunfo y la propuesta, con el compromiso serio de una cruz y una muerte que se sostienen en la esperanza de la Resurrección y la vida nueva. Hoy mi ramo y manto se entrelazan con los de todos los pobres que buscan y construyen la paz. Domingo de Ramos, anhelo de paz.


Obispo de la Diócesis

Facebook @ObispodeIrapuato

Domingo de Ramos es el recuerdo y la renovación de una entrada en Jerusalén, quizás la única manifestación que podríamos llamar de “poder” de Jesús, pero no del poder que aplasta y oprime, sino algo muy diferente. Se necesita mucho más que un burrito para impresionar a los habitantes de Jerusalén.

El grito de hosanna puede expresar todo lo que significa este movimiento: si originalmente es la súplica a Dios: “Señor, salva ahora”, o “Sálvanos por favor”, con el paso del tiempo, dejando un poco su significado original, se convierte en exclamación de alabanza. Así adquiere no solamente el sentido de oración y súplica, sino que se mezcla con los profundos sentimientos de un pueblo que pone toda su esperanza en un Dios libertador y en su mesías.

Tender los mantos y el cortar los ramos para preparar y adornar el camino tiene una relación estrecha con las fiestas de entronización de los reyes de Israel, pero Jesús ha dejado muy en claro que su reinado está lejano de las expectativas del pueblo. Esperaban la aparición de un Mesías poderoso, guerrero y victorioso, pero Cristo trastoca esta ideología suprimiendo los carros de combate, los caballos y los arcos por una cabalgadura preparada y escogida para mostrar los fundamentos de su reino: la verdad, la justicia, el amor y el servicio.

Los mantos del reino nuevo

Muchas veces he pensado en el significado de aquellos mantos que la gente sencilla acomodaba al paso del Señor y los miro como un signo de la forma de construcción del nuevo reino. Con retazos de gente sencilla se puede construir un nuevo camino por donde verdaderamente marche el reino de Dios… todos entran a formar parte de este nuevo camino, entrelazado, entretejido, y unido que puede soportar, animar y dar nueva fuerza al corazón.

“Bendito el reino que llega” es la expresión que al mismo tiempo manifiesta una realidad y un sueño. Realidad porque Cristo ha asumido ya los dolores y sufrimientos del pueblo; sueño, porque este reino requiere la construcción diaria y el esfuerzo continuo para seguirse construyendo. Los ramos son aclamación y simbolismo, no del leño que golpea y destruye al pueblo, sino de la dignidad del que camina en medio de sus discípulos y seguidores. Son ramos para construir una nueva humanidad basada en la paz, en la justicia y en la hermandad.

Hoy tenemos también nosotros que poner nuestro manto y nuestro ramo en la gran construcción del nuevo reino. Será muy pobre, estará raído, tendrá grandes agujeros que tendremos que remendar, pero así se construye una nueva historia y una nueva trama, siguiendo a Jesús. Levantaremos nuestro ramo proclamando que hay nuevas esperanzas, que, a pesar de un mundo loco y desquiciado, se pueden ver brotes de verdadera fe y de verdadero amor. Así lo ha hecho Cristo. No ha rehusado ni los mantos ni los ramos, pero les ha dado un nuevo significado. Como para recordarnos que este grito de hosanna implica una grave decisión en el seguimiento de Jesús; así apenas terminada nuestra procesión de ramos, se proclama la Pasión según San Marcos, con toda su crudeza, con todo su realismo. Construir el reino implica dar la vida y asumir sus consecuencias. Al ramo y al manto, se tiene que unir el hombro que carga la cruz y se hace solidario con el dolor y la desesperanza de una inmensa multitud. Cristo no ha rehusado el dolor ni de la cruz, ni de la muerte, su seguidor tampoco debe escatimar nada en la entrega por la construcción de su reino.

Hoy, Domingo de Ramos, no nos podemos quedar mirando desde lejos la “entrada triunfal”, se requiere también nuestro manto y nuestro ramo. Se necesita que se unan todos los mantos y todos los ramos para hacer el nuevo camino. Se requiere unir el camino del triunfo y la propuesta, con el compromiso serio de una cruz y una muerte que se sostienen en la esperanza de la Resurrección y la vida nueva. Hoy mi ramo y manto se entrelazan con los de todos los pobres que buscan y construyen la paz. Domingo de Ramos, anhelo de paz.


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