La selección mexicana de béisbol se llevó la primera medalla de oro de su historia en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, luego de que el reglamento lo declarara como tal tras una intensa lluvia en la capital salvadoreña que evitó que se disputara el duelo por la presea dorada.
Te recomendamos: ¡Domingo Germán hace historia! Lanzó con los Yankees el juego perfecto número 24 en la MLB
Todo estaba listo en el estadio Saturnino Bengoa cuando de pronto las nubes negras comenzaron a rondar el cielo. El sol que había brillado con intensidad durante la mañana y los días pasados se ocultó, para dar paso a una tarde nublada.
Ya se sabe que cuando llueve el béisbol se detiene. Y con las primeras gotas sobre el diamante llegó la certeza de que la pelota quedaría en pausa por un buen rato.
No eran buenos los pronósticos, la posibilidad de lluvia era para varias horas más y para colmo los rayos iluminaban la noche. Fue entonces que llegaron las conversaciones entre los managers, los rumores de que el partido se jugaba porque se jugaba, sin importar la espera. En la grada el público esperaba, al ritmo de las canciones que buscaba hacer amenos los minutos, primero de tensión, luego de fastidio. “Juego, juego” gritaban, pero no había caso.
El diamante estaba cubierto por una lona blanca y encharcada. Si así estaba eso como estaría lo demás, era la duda legítima. El césped de los jardines brillaba con las gotas de lluvia acumuladas, como pequeñas joyas.
Cuando parecía que la lluvia cesaba se soltaba de nuevo, en un cuento de nunca acabar. De pronto, por las bocinas del estadio sonó la sentencia. El en el tono del que anuncia se notaba el pesar de quien no quiere dar las malas noticias, la lluvia obligó a cancelar el juego, buscando respuestas en los apartados técnicos, que dieron a México como campeón, en un torneo en el que ganó cinco de sus seis partidos, con la única derrota ante la República Dominicana.
➡️ Suscríbete a nuestro Newsletter y recibe las notas más relevantes en tu correo
En el camino venció a Cuba, el rival de esta noche, que se quedó con ganas de revancha. En el público sonaron abucheos y gritos de alegría, cada quien a lo suyo, mientras que en el diamante encharcado los jugadores ya recibían su medalla histórica, y a ritmo frenético, antes de que la lluvia arreciara y se apagaran las luces, se tomaron las fotos con la bandera, agitada al ritmo que solo se agita cuando se gana o se es campeón, con las manos locas de no saber qué hacer con ellas.
Publicado en ESTO