/ domingo 18 de febrero de 2018

El Señor del Hospital

El Cristo Negro o Señor del Hospital es venerado en Salamanca desde hace cerca de 473 años, miles de peregrinos alentados por la fe, caminan hacía el Santuario, para visitarlo los días jueves y viernes santo, procedentes de Valle de Santiago, Irapuato, Juventino Rosas, Cortazar, así como comunidades y colonias de esta ciudad.

Aunque en la realidad, el Señor del Hospital se le festeja el martes santo, la feligresía ha tomado por costumbre acudir los días jueves y viernes santos.

El Cristo Negro del Señor del Hospital, originalmente era blanco, pero según la historia cambió de color para no caer en manos de los españoles.

Una leyenda escrita por el Doctor Vicente Flores, quien copió el relato del origen, que encontró en un libro antiguo, manuscrito, que existía en la Sacristía del Templo del pueblo de Nativitas, por Alfonso Marañón, a quien concedió licencia para hacerlo el Señor Cura, Don Luis Saavedra.

Según el libro fue escrito a mediados del siglo pasado, entre 1845 y 1865, época en que Don Luis Saavedra fue Cura Párroco de Salamanca.

La historia se ubica entre los años 1545 a 1560, en la que un guerrero, descendiente de una familia azteca, de nombre “Acualmetzli” cuyo nombre significa “mala luna”, a quien también llamaban por sobrenombre de “Roquetilla”, quien adiestraba a los “naturales”, o sea otomíes, para enfrentar a los castellanos (españoles).

Roquetilla, antes de empezar sus adiestros guerreros hacía que los naturales se arrodillaran ante la imagen de una gran escultura que guardaba en una cabaña y que llamaba el Cristo de los Agonizantes.

El Cristo acompañó a los rebeldes en muchas luchas. En una de ellas muere Roquetilla y los indígenas derrotados se llevan al Cristo, andando por montes y serranías llegaron a un pueblo de Xilotepec en donde fue expuesto a la pública a veneración de los fieles, en casa de Pedro Coyohuatl, cuya propiedad perteneció a él y a su familia durante varias generaciones, hasta que pasados los años, Juan Cardona, descendiente del ya dicho Coyohuatl, tuvo un sueño en que el Cristo le indicó que caminara con él, tierra adentro hasta llegar a un punto en donde habiendo pasado la noche se encontrara la novedad de que al despertar, sin intervención de manos humanas viera la Cruz de Nuestro Señor estaba enterrada en tierra.

Largo sería relatar todos los riesgos que habría de pasar Juan Cardona, acompañado de su hijo, Ignacio Cardona, Francisco de la Cruz, Juan Crisóstomo, José María Miño y Cristóbal Buti, seguidos siempre por los de Jilotepec, quienes acostumbrados a venerar al Cristo, decían que les pertenecía.

Una noche, los de Jilotepec, lograron alcanzarlos por lo que escondieron el Cristo en un lugar del camino, mientras escapaban de los garrotes y las lanzas.

Al amanecer los otomíes salieron del refugio y fueron al lugar en donde habían dejado al Cristo, sorprendidos vieron que había cambiado a negro azabache, para evitar caer en manos de sus perseguidores.

Luego el Cristo de los Agonizantes siguió por muchos lugares, ahora conocidos como Querétaro, Apaseo, Celaya, Cortazar y llegando a Xidoo, ahora Salamanca, en donde fue colocado en el altar mayor de una capilla utilizada mayormente para curar enfermos, llamada Capilla del Hospital.

La leyenda llega a su fin al relatar que un martes santo, las campanas del Templo tocaron solas, doblando la imagen a modo de muerto y observado que la Cruz estaba clavada como una vara en la tierra y que el Santo Cristo, ahora llamado Señor del Hospital, que antes tenía la cabeza en agonía, ahora la tenía caída, así como el hombro derecho, significando que había expirado.

Relatan que el suceso sirvió para entender que las campanas tocaron porque el Señor quiso venir a morir a este lugar, tal y como fue la revelación de Juan Cardona.

El Cristo Negro o Señor del Hospital es venerado en Salamanca desde hace cerca de 473 años, miles de peregrinos alentados por la fe, caminan hacía el Santuario, para visitarlo los días jueves y viernes santo, procedentes de Valle de Santiago, Irapuato, Juventino Rosas, Cortazar, así como comunidades y colonias de esta ciudad.

Aunque en la realidad, el Señor del Hospital se le festeja el martes santo, la feligresía ha tomado por costumbre acudir los días jueves y viernes santos.

El Cristo Negro del Señor del Hospital, originalmente era blanco, pero según la historia cambió de color para no caer en manos de los españoles.

Una leyenda escrita por el Doctor Vicente Flores, quien copió el relato del origen, que encontró en un libro antiguo, manuscrito, que existía en la Sacristía del Templo del pueblo de Nativitas, por Alfonso Marañón, a quien concedió licencia para hacerlo el Señor Cura, Don Luis Saavedra.

Según el libro fue escrito a mediados del siglo pasado, entre 1845 y 1865, época en que Don Luis Saavedra fue Cura Párroco de Salamanca.

La historia se ubica entre los años 1545 a 1560, en la que un guerrero, descendiente de una familia azteca, de nombre “Acualmetzli” cuyo nombre significa “mala luna”, a quien también llamaban por sobrenombre de “Roquetilla”, quien adiestraba a los “naturales”, o sea otomíes, para enfrentar a los castellanos (españoles).

Roquetilla, antes de empezar sus adiestros guerreros hacía que los naturales se arrodillaran ante la imagen de una gran escultura que guardaba en una cabaña y que llamaba el Cristo de los Agonizantes.

El Cristo acompañó a los rebeldes en muchas luchas. En una de ellas muere Roquetilla y los indígenas derrotados se llevan al Cristo, andando por montes y serranías llegaron a un pueblo de Xilotepec en donde fue expuesto a la pública a veneración de los fieles, en casa de Pedro Coyohuatl, cuya propiedad perteneció a él y a su familia durante varias generaciones, hasta que pasados los años, Juan Cardona, descendiente del ya dicho Coyohuatl, tuvo un sueño en que el Cristo le indicó que caminara con él, tierra adentro hasta llegar a un punto en donde habiendo pasado la noche se encontrara la novedad de que al despertar, sin intervención de manos humanas viera la Cruz de Nuestro Señor estaba enterrada en tierra.

Largo sería relatar todos los riesgos que habría de pasar Juan Cardona, acompañado de su hijo, Ignacio Cardona, Francisco de la Cruz, Juan Crisóstomo, José María Miño y Cristóbal Buti, seguidos siempre por los de Jilotepec, quienes acostumbrados a venerar al Cristo, decían que les pertenecía.

Una noche, los de Jilotepec, lograron alcanzarlos por lo que escondieron el Cristo en un lugar del camino, mientras escapaban de los garrotes y las lanzas.

Al amanecer los otomíes salieron del refugio y fueron al lugar en donde habían dejado al Cristo, sorprendidos vieron que había cambiado a negro azabache, para evitar caer en manos de sus perseguidores.

Luego el Cristo de los Agonizantes siguió por muchos lugares, ahora conocidos como Querétaro, Apaseo, Celaya, Cortazar y llegando a Xidoo, ahora Salamanca, en donde fue colocado en el altar mayor de una capilla utilizada mayormente para curar enfermos, llamada Capilla del Hospital.

La leyenda llega a su fin al relatar que un martes santo, las campanas del Templo tocaron solas, doblando la imagen a modo de muerto y observado que la Cruz estaba clavada como una vara en la tierra y que el Santo Cristo, ahora llamado Señor del Hospital, que antes tenía la cabeza en agonía, ahora la tenía caída, así como el hombro derecho, significando que había expirado.

Relatan que el suceso sirvió para entender que las campanas tocaron porque el Señor quiso venir a morir a este lugar, tal y como fue la revelación de Juan Cardona.

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