/ sábado 20 de julio de 2019

Parálisis Paradigmática

José Manuel Ramos Arredondo

Esta carencia de salud se puede presentar en cualquier nivel de la sociedad, pero sus consecuencias son peores cuando ataca a personas que toman decisiones. No es una enfermedad física, más bien es de la mente, pero cuando se presenta suele ser muy dañina sobre todo en personas y organizaciones expuestas a un entorno dinámico. En general, es una enfermedad fácil de adquirir y a menudo fatal cuando se trata de convertir el paradigma en el paradigma único.

¿De dónde proviene esta enfermedad, muchas veces rayando en la paranoia? La palabra griega "paradeigma" significa "modelo" o patrón" y en la práctica se convierte en un conjunto de reglas y disposiciones, escritas o no, que establecen o definen los límites y las formas de comportarse dentro de ellos. Se crean estructuras mentales, mitos, creencias, modelos, patrones, estereotipos que al asumirse como ciertos, resultan fáciles de adoptar, y por ende influyen en el comportamiento, actitudes y percepciones de las personas.

Algunos paradigmas podrán ser triviales, pero grandes o pequeños, sirven para proporcionar una visión, una comprensión y métodos particulares para resolver problemas específicos. Es muy saludable tener ciertas formas de comportarse o de poseer ciertos modelos, pero en el extremo, la "parálisis paradigmática", pasa a constituirse en una de las enfermedades organizacionales más graves, la cual no permite pensar ni dudar respecto de la validez o vigencia del paradigma y podría volverse crónica. Una forma de descubrirle es cuando ecuchamos la frase: ”Aquí siempre se ha hecho así”.

Con respecto al inevitable cambio, estamos rompimiento paradigmas. Entre otros, quiero mencionar que estamos cumpliendo cincuenta años de que el ser humano pisó la tierra y esto rompió un paradigma, aunque era también un sueño muy acariciado.

Otro de los rompimientos paradigmático es el que se dio con la Convención de los Derechos del Niño, que este año cumple treinta años, y es referente al modelo que se había pensado de cómo eran los y las niñas. Existen teorías de Freud, Piaget, Erickson, entre otros, que mucho han ayudado, sin embargo, durante los pasados miles de años se creía que los niños no pensaban y mucho menos las niñas.

La Convención viene a partir de 1989, ahora han pasado casi treinta años y apenas está empezando a cambiar el modelo de la relación con las, los niños y adolescentes, aunque con muchas resistencias, esto es lo que sucede cuando se está cambiando de paradigma. Establece para todos los niños, niñas y adolescentes derechos relativos a la vida, la salud, la educación al juego, la convivencia familiar, a la protección contra todo tipo de violencias, a no ser discriminados y a que sus opiniones se escuchen y sean tenidas en cuenta, entre otros derechos.

Hace pocos años (mediados de los noventas) escuché decir que estaba todo cambiando y que ahora “los patos le tiran a las escopetas”, sin embargo durante estos últimos 20 años se ha difundido la entrada en vigor de la Convención del Niño que introduce una nueva visión sobre la infancia que genera un cambio en su relación con las y los adultos y con el estado. Esta nueva visión es lo que se conoce como “doctrina de la protección integral”, que se enfoca en el interés superior del niño y tiene su fundamento en la dignidad del ser humano, en las características propias de las y los niños y adolescentes, y en la necesidad de propiciar su desarrollo con el máximo aprovechamiento de sus capacidades y su naturaleza.

Se supera la idea de incapacidad de las y los niños para asumir responsabilidad. Así como se reconocen los derechos de las y los niños, se entiende también que ellos tienen deberes y que su incumplimiento conlleva responsabilidades, como en el caso de los adultos. Ésto ha sido una discusión y motivo de resistencia al cambio, ya que se dice que los derechos se exigen, sin embargo, van implícitos los deberes, y ahí es en donde quizá hemos sido omisos o permisivos por lo que no se da una educación integral y basada en el respeto, en lugar de hacerlo por miedo.

Estamos en un momento de la humanidad en que, de acuerdo a los conocimientos adquiridos por las ciencias de la conducta: psicología, sociología, antropología, política, nos dan elementos para tratarnos como seres racionales capaces de amar y no mediante violencia y golpes. Hay que ejercitar las habilidades humanistas que tenemos para que se fortalezcan en función de ese mundo mejor que añoramos más ahora que hay tanto miedo y violencia.

A todas y todos nos corresponde actualizar nuestros paradigmas para no caer en la parálisis paradigmática. Una responsabilidad especial es de los medios masivos de comunicación para reconocer la parálisis y dimensionar lo más relevante de cada momento de cambio. El pasado 16 de julio se dieron a conocer los resultados de la Consulta Infantil y Juvenil por el INE y lo que más se comentó en los diarios es que existen problemas de salud pública por los embarazos en adolescentes, lo que ya es sabido y, sin embargo, lo más importante es que niños, niñas y adolescentes tienen derecho a la información objetiva, veraz, sin prejuicios o doble moral. ¡Estamos comprometidos verdaderamente con su derecho a la salud?

¡Por la Construcción de una Cultura de Paz!

manuelramos28@gmail.com

José Manuel Ramos Arredondo

Esta carencia de salud se puede presentar en cualquier nivel de la sociedad, pero sus consecuencias son peores cuando ataca a personas que toman decisiones. No es una enfermedad física, más bien es de la mente, pero cuando se presenta suele ser muy dañina sobre todo en personas y organizaciones expuestas a un entorno dinámico. En general, es una enfermedad fácil de adquirir y a menudo fatal cuando se trata de convertir el paradigma en el paradigma único.

¿De dónde proviene esta enfermedad, muchas veces rayando en la paranoia? La palabra griega "paradeigma" significa "modelo" o patrón" y en la práctica se convierte en un conjunto de reglas y disposiciones, escritas o no, que establecen o definen los límites y las formas de comportarse dentro de ellos. Se crean estructuras mentales, mitos, creencias, modelos, patrones, estereotipos que al asumirse como ciertos, resultan fáciles de adoptar, y por ende influyen en el comportamiento, actitudes y percepciones de las personas.

Algunos paradigmas podrán ser triviales, pero grandes o pequeños, sirven para proporcionar una visión, una comprensión y métodos particulares para resolver problemas específicos. Es muy saludable tener ciertas formas de comportarse o de poseer ciertos modelos, pero en el extremo, la "parálisis paradigmática", pasa a constituirse en una de las enfermedades organizacionales más graves, la cual no permite pensar ni dudar respecto de la validez o vigencia del paradigma y podría volverse crónica. Una forma de descubrirle es cuando ecuchamos la frase: ”Aquí siempre se ha hecho así”.

Con respecto al inevitable cambio, estamos rompimiento paradigmas. Entre otros, quiero mencionar que estamos cumpliendo cincuenta años de que el ser humano pisó la tierra y esto rompió un paradigma, aunque era también un sueño muy acariciado.

Otro de los rompimientos paradigmático es el que se dio con la Convención de los Derechos del Niño, que este año cumple treinta años, y es referente al modelo que se había pensado de cómo eran los y las niñas. Existen teorías de Freud, Piaget, Erickson, entre otros, que mucho han ayudado, sin embargo, durante los pasados miles de años se creía que los niños no pensaban y mucho menos las niñas.

La Convención viene a partir de 1989, ahora han pasado casi treinta años y apenas está empezando a cambiar el modelo de la relación con las, los niños y adolescentes, aunque con muchas resistencias, esto es lo que sucede cuando se está cambiando de paradigma. Establece para todos los niños, niñas y adolescentes derechos relativos a la vida, la salud, la educación al juego, la convivencia familiar, a la protección contra todo tipo de violencias, a no ser discriminados y a que sus opiniones se escuchen y sean tenidas en cuenta, entre otros derechos.

Hace pocos años (mediados de los noventas) escuché decir que estaba todo cambiando y que ahora “los patos le tiran a las escopetas”, sin embargo durante estos últimos 20 años se ha difundido la entrada en vigor de la Convención del Niño que introduce una nueva visión sobre la infancia que genera un cambio en su relación con las y los adultos y con el estado. Esta nueva visión es lo que se conoce como “doctrina de la protección integral”, que se enfoca en el interés superior del niño y tiene su fundamento en la dignidad del ser humano, en las características propias de las y los niños y adolescentes, y en la necesidad de propiciar su desarrollo con el máximo aprovechamiento de sus capacidades y su naturaleza.

Se supera la idea de incapacidad de las y los niños para asumir responsabilidad. Así como se reconocen los derechos de las y los niños, se entiende también que ellos tienen deberes y que su incumplimiento conlleva responsabilidades, como en el caso de los adultos. Ésto ha sido una discusión y motivo de resistencia al cambio, ya que se dice que los derechos se exigen, sin embargo, van implícitos los deberes, y ahí es en donde quizá hemos sido omisos o permisivos por lo que no se da una educación integral y basada en el respeto, en lugar de hacerlo por miedo.

Estamos en un momento de la humanidad en que, de acuerdo a los conocimientos adquiridos por las ciencias de la conducta: psicología, sociología, antropología, política, nos dan elementos para tratarnos como seres racionales capaces de amar y no mediante violencia y golpes. Hay que ejercitar las habilidades humanistas que tenemos para que se fortalezcan en función de ese mundo mejor que añoramos más ahora que hay tanto miedo y violencia.

A todas y todos nos corresponde actualizar nuestros paradigmas para no caer en la parálisis paradigmática. Una responsabilidad especial es de los medios masivos de comunicación para reconocer la parálisis y dimensionar lo más relevante de cada momento de cambio. El pasado 16 de julio se dieron a conocer los resultados de la Consulta Infantil y Juvenil por el INE y lo que más se comentó en los diarios es que existen problemas de salud pública por los embarazos en adolescentes, lo que ya es sabido y, sin embargo, lo más importante es que niños, niñas y adolescentes tienen derecho a la información objetiva, veraz, sin prejuicios o doble moral. ¡Estamos comprometidos verdaderamente con su derecho a la salud?

¡Por la Construcción de una Cultura de Paz!

manuelramos28@gmail.com

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