/ lunes 18 de marzo de 2024

Beto y Evans, dos rostros de angustia de quienes buscan refugio

Columna: Historias del Estado Número 33. (No. 15)

Beto, originario de Sinaloa, México, y Evans, originario de Haití, tienen algo en común: ambos salieron de sus países de manera forzada. Beto dejó su negocio de mariscos para rescatar a su hijo, a quien un grupo del crimen organizado lo quería obligar a enrolarse. Por su parte, Evans escapó de Haití porque, como él mismo lo comentó en una entrevista: “ya no teníamos para comer ni para las medicinas de los viejos y en las calles se libra una guerra entre nosotros mismos”. Beto y Evans se encuentran en la frontera entre México y Estados Unidos, a la espera de cruzar por Eagle Pass. Sus hijos comparten sándwiches de atún y una botella con agua. Sus rostros angustiados son parte de los millones de personas que en este momento se encuentran huyendo de persecuciones, conflictos armados, violencia u otras circunstancias igual de peligrosas. Pero hay algo más que tienen en común Beto y Evans: no vienen solos, sus familias los acompañan para juntos buscar en el refugio una salida a sus respectivas pesadillas.

Ya he comentado en este espacio que la pandemia de Covid-19, la guerra entre Rusia y Ucrania, así como los problemas en América Latina, han provocado una “convulsión inusitada” en la movilización de personas. Al respecto, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) estima que actualmente existen más de 100 millones de personas en todo el mundo obligadas a huir de sus hogares, cuando una década atrás, en el 2011, existían sólo 38 millones. Esta “convulsión” ha generado que algunos países en lugar de tender la mano ante esta situación, respondan con políticas migratorias más restrictivas. En la Unión Americana, por ejemplo, la Alcaldía de New York solicitó a la Corte Suprema de Justicia de su estado suspender una norma que data de los años 80 y que obliga al gobierno de la ciudad a proporcionar vivienda a los migrantes que buscan refugio.

En cuanto a México, siento decirlo pero la situación no es distinta. Según la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), tan sólo en el 2023 creció en más del 60% las solicitudes de asilo respecto al 2022. En este sentido, hay voces autorizadas que nos brindan sus reflexiones. Tonatiuh Guillén López, ex titular del Instituto Nacional de Migración de México, es uno de ellos. “Nos encontramos así entre tiempos muy críticos, con movimientos de personas en escala gigante, confrontados con políticas migratorias rudas y militarizadas (la mexicana) enfocadas hacia la contención y expulsión, sin desconocer que al lado están algunas medidas –insuficientes—de inclusión promovidas por el gobierno de J. Biden”, enfatiza Tonatiuh.

El panorama no luce alentador, aunque eso no nos impide visionar mejores tiempos en los que se aproveche el talento y las ganas de salir delante de estas personas que abandonaron sus hogares de manera forzada. Como lo dijo Xóchitl Gálvez Ruiz en una entrevista a Fox News: “Ambos países, México y Estados Unidos, pueden convertir la migración en una oportunidad y no en un problema. México tiene problemas de escasez laboral en algunas regiones y los migrantes que cruzan el país podrían quedarse, aprovechar ese capital humano ofreciéndoles educación”.

Seguramente Beto y Evans sigan en la frontera, compartiendo lo poco que les queda de comida y charlando sobre sus sueños, mientras sus hijos juegan algún videojuego en sus celulares. Pero quizás la búsqueda de refugio no sea sólo una salida sino la entrada a una vida mejor. ¿Lo tendrán en sus planes Trump, Biden, Sheinbaum y Gálvez? Más les vale que así sea.


Dr. Juan Hernández

Analista de temas de migración

Facebook: @Juan Hernandez

Twitter: @JuanHernandezS

Instagram: dr.juanhernandez


Columna: Historias del Estado Número 33. (No. 15)

Beto, originario de Sinaloa, México, y Evans, originario de Haití, tienen algo en común: ambos salieron de sus países de manera forzada. Beto dejó su negocio de mariscos para rescatar a su hijo, a quien un grupo del crimen organizado lo quería obligar a enrolarse. Por su parte, Evans escapó de Haití porque, como él mismo lo comentó en una entrevista: “ya no teníamos para comer ni para las medicinas de los viejos y en las calles se libra una guerra entre nosotros mismos”. Beto y Evans se encuentran en la frontera entre México y Estados Unidos, a la espera de cruzar por Eagle Pass. Sus hijos comparten sándwiches de atún y una botella con agua. Sus rostros angustiados son parte de los millones de personas que en este momento se encuentran huyendo de persecuciones, conflictos armados, violencia u otras circunstancias igual de peligrosas. Pero hay algo más que tienen en común Beto y Evans: no vienen solos, sus familias los acompañan para juntos buscar en el refugio una salida a sus respectivas pesadillas.

Ya he comentado en este espacio que la pandemia de Covid-19, la guerra entre Rusia y Ucrania, así como los problemas en América Latina, han provocado una “convulsión inusitada” en la movilización de personas. Al respecto, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) estima que actualmente existen más de 100 millones de personas en todo el mundo obligadas a huir de sus hogares, cuando una década atrás, en el 2011, existían sólo 38 millones. Esta “convulsión” ha generado que algunos países en lugar de tender la mano ante esta situación, respondan con políticas migratorias más restrictivas. En la Unión Americana, por ejemplo, la Alcaldía de New York solicitó a la Corte Suprema de Justicia de su estado suspender una norma que data de los años 80 y que obliga al gobierno de la ciudad a proporcionar vivienda a los migrantes que buscan refugio.

En cuanto a México, siento decirlo pero la situación no es distinta. Según la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), tan sólo en el 2023 creció en más del 60% las solicitudes de asilo respecto al 2022. En este sentido, hay voces autorizadas que nos brindan sus reflexiones. Tonatiuh Guillén López, ex titular del Instituto Nacional de Migración de México, es uno de ellos. “Nos encontramos así entre tiempos muy críticos, con movimientos de personas en escala gigante, confrontados con políticas migratorias rudas y militarizadas (la mexicana) enfocadas hacia la contención y expulsión, sin desconocer que al lado están algunas medidas –insuficientes—de inclusión promovidas por el gobierno de J. Biden”, enfatiza Tonatiuh.

El panorama no luce alentador, aunque eso no nos impide visionar mejores tiempos en los que se aproveche el talento y las ganas de salir delante de estas personas que abandonaron sus hogares de manera forzada. Como lo dijo Xóchitl Gálvez Ruiz en una entrevista a Fox News: “Ambos países, México y Estados Unidos, pueden convertir la migración en una oportunidad y no en un problema. México tiene problemas de escasez laboral en algunas regiones y los migrantes que cruzan el país podrían quedarse, aprovechar ese capital humano ofreciéndoles educación”.

Seguramente Beto y Evans sigan en la frontera, compartiendo lo poco que les queda de comida y charlando sobre sus sueños, mientras sus hijos juegan algún videojuego en sus celulares. Pero quizás la búsqueda de refugio no sea sólo una salida sino la entrada a una vida mejor. ¿Lo tendrán en sus planes Trump, Biden, Sheinbaum y Gálvez? Más les vale que así sea.


Dr. Juan Hernández

Analista de temas de migración

Facebook: @Juan Hernandez

Twitter: @JuanHernandezS

Instagram: dr.juanhernandez