Salamanca, Gto. Durante el inicio del siglo XVI, la industria Textil fue la base de la economía local en Salamanca. Los talleres producían mantas, cambayas y rebozos y que posteriormente cerraron con la llegada de la industria petroquímica, pero, también porque los establecimientos textiles de Puebla produjeron a mejor precio las telas y aunque, actualmente son pocos los talleres que se dedican a esta tarea, el gremio textilero continúa presente, a través de las celebraciones religiosas como el Corpus Christi.
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Fue durante esa época cuando se comenzó con la elaboración de prendas de vestir, un oficio que se convirtió en una importante fuente de trabajo para la entonces llamada Villa de Salamanca, cuyo resultado fue el desarrollo de una gran labor de enseñanza de los primeros misioneros en la antigua Xidoo.
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De acuerdo a documentos rescatados por José Rojas Garcidueñas, tan importante fue la industria textil para Salamanca, que incluso el Gremio Textilero era el que más lucía durante los festejos de la Octava de Corpus.
Pero fue hasta finales del siglo XIX, de la mano de doña Tecla y don Patricio Valencia desarrollaron una industrial textil que en poco tiempo se volvió base de la economía local, con la elaboración de trabajos textiles de algodón, oficio que más tarde sería heredado a Emeteria Valencia, hija de Don Patricio.
Gracias a las enseñanzas de su familia, logró expandir la industria a todo el municipio, pero, también el traslado a municipios como Salvatierra, Celaya y Soria, lugares aledaños a Salamanca, de esta manera, la industria textil poco a poco se convirtió en el motor de la economía local y a raíz de la producción que se tenía de prendas y telas, se llegó a pensar que este trabajo sería el encargado de brindarle la mayor proyección en los mercados, al menos eso se creía hasta la llegada de Petróleos Mexicanos, que convirtió a Salamanca en una de las ciudades más importantes del país y la posicionó como una zona estratégica para la inversión.
El apogeo de la industria textil, tuvo una duración de por lo menos ocho décadas y aunque en la actualidad son pocas las familias que viven de este oficio, la realidad, es que este trabajo se ha mantenido más como una tradición de lo que alguna vez fue la antigua Villa de Salamanca.