/ miércoles 3 de noviembre de 2021

VICISITUDES


Día con día pido al Espíritu Santo que mi inspire en lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo escribir, lo que debo arrancar de mi vida y lo que debo cultivar, y hoy no es la excepción. Nos llenamos de “excusas o pretextos” para poder encontrarnos con los amigos, compañeros o familiares, que se nos pasa el tiempo, la vida, y nunca lo concretamos. No los vemos, no les hablamos, no los visitamos ni los llegamos a invitar; queremos hacerlo, lo tenemos en mente, pero no lo aterrizamos.

Quizá pensamos, de momento, que tenemos todo el tiempo del mundo, y al final nos damos cuenta de que no es así. Cada uno tenemos nuestro tiempo, como lo comenté en un mensaje que compartí la semana pasada en el día de mi cumpleaños con mis amigos, familiares y compañeros de vida, cuando les mencionaba que todos tenemos una fecha de caducidad, que no conocemos, porque somos seres terminales aquí en el planeta Tierra. Estoy escribiendo esto, pensando de antemano que no voy a alcanzar a decir lo que deseo de forma completa, y que me va a faltar mucho espacio para hacerlo, pero no quiero dejar de comentar lo siguiente:

En días pasados, al estar abriendo el portón de casa, lo primero que vi fueron dos rostros familiares que hacía tiempo no veía. Eran un amigo de estudios superiores, David, y su esposa. Nos sorprendimos mutuamente al vernos y comenzamos a platicar de cómo nos ha tratado la vida. Cuando ya se iban comentamos que ahora que pase todo esto de la pandemia, buscásemos un espacio para juntarnos, charlar y compartir las experiencias tenidas, porque habría mucho que platicar.

Fue ahí donde les comenté que en verdad lo hiciéramos efectivo, ya que muchas veces lo decimos y nunca lo concretamos. Lo mencionaré de forma muy personal, porque debo confesar que ya han sido varias ocasiones, de las cuales las he lamentado profundamente, que me había hecho el propósito personal o poniéndome de acuerdo con la otra persona, ya sea amigo, compañero o familiar para poder vernos, y simplemente se nos fue el tiempo, por lo que haya sido y nunca nos juntamos, teniendo que lamentar que ya no están presentes porque el Señor los ha llamado a su encuentro. Es una tristeza profunda la que se vive cuando eso ha acontecido. Pudimos hacerlo “pero no tuvimos tiempo”.

Sé que ellos merecen un escrito con dedicatoria especial, y trataré de hacerlo en algún momento, pero ahora sólo quiero mencionarlos y honrarlos, en esta semana de los Fieles Difuntos. Raymundo, Maestro, quedamos de juntarnos para platicar, y nunca lo hicimos. Maricela, Maestra, quedamos de ir a almorzar, y nunca lo hicimos. Eduardo, Médico, agendaría una visita, y nunca lo hice. Jesusito, Herrero, quedamos de ir a comer o cenar unos taquitos, y nunca lo hicimos. Anita, Maestra y Psicóloga, quedé de ir a visitarla, y nunca lo hice. Carmen quedé de llevarle una imagen de la Virgen de Aparecida, y no se la lleve, hasta que estaba en su féretro.

Pude hacerlo, “pero no me di el tiempo”. El Señor los bendiga a todos ellos.


Día con día pido al Espíritu Santo que mi inspire en lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo escribir, lo que debo arrancar de mi vida y lo que debo cultivar, y hoy no es la excepción. Nos llenamos de “excusas o pretextos” para poder encontrarnos con los amigos, compañeros o familiares, que se nos pasa el tiempo, la vida, y nunca lo concretamos. No los vemos, no les hablamos, no los visitamos ni los llegamos a invitar; queremos hacerlo, lo tenemos en mente, pero no lo aterrizamos.

Quizá pensamos, de momento, que tenemos todo el tiempo del mundo, y al final nos damos cuenta de que no es así. Cada uno tenemos nuestro tiempo, como lo comenté en un mensaje que compartí la semana pasada en el día de mi cumpleaños con mis amigos, familiares y compañeros de vida, cuando les mencionaba que todos tenemos una fecha de caducidad, que no conocemos, porque somos seres terminales aquí en el planeta Tierra. Estoy escribiendo esto, pensando de antemano que no voy a alcanzar a decir lo que deseo de forma completa, y que me va a faltar mucho espacio para hacerlo, pero no quiero dejar de comentar lo siguiente:

En días pasados, al estar abriendo el portón de casa, lo primero que vi fueron dos rostros familiares que hacía tiempo no veía. Eran un amigo de estudios superiores, David, y su esposa. Nos sorprendimos mutuamente al vernos y comenzamos a platicar de cómo nos ha tratado la vida. Cuando ya se iban comentamos que ahora que pase todo esto de la pandemia, buscásemos un espacio para juntarnos, charlar y compartir las experiencias tenidas, porque habría mucho que platicar.

Fue ahí donde les comenté que en verdad lo hiciéramos efectivo, ya que muchas veces lo decimos y nunca lo concretamos. Lo mencionaré de forma muy personal, porque debo confesar que ya han sido varias ocasiones, de las cuales las he lamentado profundamente, que me había hecho el propósito personal o poniéndome de acuerdo con la otra persona, ya sea amigo, compañero o familiar para poder vernos, y simplemente se nos fue el tiempo, por lo que haya sido y nunca nos juntamos, teniendo que lamentar que ya no están presentes porque el Señor los ha llamado a su encuentro. Es una tristeza profunda la que se vive cuando eso ha acontecido. Pudimos hacerlo “pero no tuvimos tiempo”.

Sé que ellos merecen un escrito con dedicatoria especial, y trataré de hacerlo en algún momento, pero ahora sólo quiero mencionarlos y honrarlos, en esta semana de los Fieles Difuntos. Raymundo, Maestro, quedamos de juntarnos para platicar, y nunca lo hicimos. Maricela, Maestra, quedamos de ir a almorzar, y nunca lo hicimos. Eduardo, Médico, agendaría una visita, y nunca lo hice. Jesusito, Herrero, quedamos de ir a comer o cenar unos taquitos, y nunca lo hicimos. Anita, Maestra y Psicóloga, quedé de ir a visitarla, y nunca lo hice. Carmen quedé de llevarle una imagen de la Virgen de Aparecida, y no se la lleve, hasta que estaba en su féretro.

Pude hacerlo, “pero no me di el tiempo”. El Señor los bendiga a todos ellos.