/ miércoles 22 de septiembre de 2021

V I C I S I TU D E S

MÉDICO PEDIATRA EDUARDO GONZÁLEZ CAMPOS

Cuando uno tiene la dicha de ser papá o mamá, llega con ella un sinnúmero de responsabilidades, inquietudes, alegrías, necesidades, preocupaciones e ilusiones, pues ya por si sola, es una gran bendición lo que recibimos de Dios.

Una de esas grandes responsabilidades, es velar por la salud y bienestar de quien acaba de llegar a ocupar un lugar importantísimo en nuestras vidas: nuestros hijos. Tratamos de ponerlos en las mejores manos de la salud, de aquel o aquella médico pediatra que sabe, conoce, atiende y, por ende, ama a los niños.

Cuando nuestra primera hija nació, y llegado el momento de su chequeo médico, por recomendación fuimos a llevarla a consulta con un médico muy reconocido en Irapuato. Queríamos lo mejor para ella, así que acudimos con el médico, pero no lo encontramos, pues había salido de vacaciones. Había un letrero que nos orientaba para que fuéramos con un colega suyo, si es que nos urgía.

No dudamos y nos dirigimos con el médico pediatra al que nos indicaban. Tenía mucha gente cuando llegamos, pero sacamos la cita y decidimos esperar nuestro turno. Fue un buen rato, pero valió la pena la espera, porque desde que nos atendió hicimos clic con él, y él con nosotros, papás primerizos. Fue una bendición.

Le mencionamos el porqué habíamos acudido con él y nos tranquilizó la forma en que nos atendió, la forma en que nos habló. Cuidadosamente revisó a la niña, Tita, nuestra hija mayor. Nos la valoró, nos habló de la importancia de los cuidados, del aseo, de la alimentación, de sus vacunas y todo lo que concernía al cuidado de un bebé. Nos dio unas lecturas que hablaban sobre lo que era un niño, y lo que era una niña, y del cómo debíamos cuidarla y alimentarla, en fin, todo muy bien.

Fue una relación extrema, cercana y amistosa con el médico pediatra, pues ya cuando nació nuestro segundo hijo, Manois, pues fue más fácil el camino. A los dos los atendió, tanto en su consultorio como en su casa, cuando llegó a ser necesario. Siempre lo hizo con amabilidad, con una sonrisa dibujada en su rostro, con buen humor, y con sus consejos, que siempre nos animaban; nos sentíamos tranquilos y acompañados.

Siempre fue así durante todo el tiempo que atendió a nuestros hijos. Aún de adolecentes y adultos los llegó a atender, al grado que a mi hija le dijo un día que ya le daba pena atenderla, pues ya era una señorita.

Tengo mucho que escribir sobre él, pero el espacio de mi columna no me lo permite, así que trataré, poco a poco, de dedicarle algunas líneas a nuestro estimado y entrañable amigo MEDICO PEDIATRA EDUARDO GONZÁLEZ CAMPOS, quien ha sido llamado al encuentro del Señor. Seguramente ya gozará con Él de la felicidad y vida eterna. Descanse en paz. Bendiciones. Mtro. Armando.

MÉDICO PEDIATRA EDUARDO GONZÁLEZ CAMPOS

Cuando uno tiene la dicha de ser papá o mamá, llega con ella un sinnúmero de responsabilidades, inquietudes, alegrías, necesidades, preocupaciones e ilusiones, pues ya por si sola, es una gran bendición lo que recibimos de Dios.

Una de esas grandes responsabilidades, es velar por la salud y bienestar de quien acaba de llegar a ocupar un lugar importantísimo en nuestras vidas: nuestros hijos. Tratamos de ponerlos en las mejores manos de la salud, de aquel o aquella médico pediatra que sabe, conoce, atiende y, por ende, ama a los niños.

Cuando nuestra primera hija nació, y llegado el momento de su chequeo médico, por recomendación fuimos a llevarla a consulta con un médico muy reconocido en Irapuato. Queríamos lo mejor para ella, así que acudimos con el médico, pero no lo encontramos, pues había salido de vacaciones. Había un letrero que nos orientaba para que fuéramos con un colega suyo, si es que nos urgía.

No dudamos y nos dirigimos con el médico pediatra al que nos indicaban. Tenía mucha gente cuando llegamos, pero sacamos la cita y decidimos esperar nuestro turno. Fue un buen rato, pero valió la pena la espera, porque desde que nos atendió hicimos clic con él, y él con nosotros, papás primerizos. Fue una bendición.

Le mencionamos el porqué habíamos acudido con él y nos tranquilizó la forma en que nos atendió, la forma en que nos habló. Cuidadosamente revisó a la niña, Tita, nuestra hija mayor. Nos la valoró, nos habló de la importancia de los cuidados, del aseo, de la alimentación, de sus vacunas y todo lo que concernía al cuidado de un bebé. Nos dio unas lecturas que hablaban sobre lo que era un niño, y lo que era una niña, y del cómo debíamos cuidarla y alimentarla, en fin, todo muy bien.

Fue una relación extrema, cercana y amistosa con el médico pediatra, pues ya cuando nació nuestro segundo hijo, Manois, pues fue más fácil el camino. A los dos los atendió, tanto en su consultorio como en su casa, cuando llegó a ser necesario. Siempre lo hizo con amabilidad, con una sonrisa dibujada en su rostro, con buen humor, y con sus consejos, que siempre nos animaban; nos sentíamos tranquilos y acompañados.

Siempre fue así durante todo el tiempo que atendió a nuestros hijos. Aún de adolecentes y adultos los llegó a atender, al grado que a mi hija le dijo un día que ya le daba pena atenderla, pues ya era una señorita.

Tengo mucho que escribir sobre él, pero el espacio de mi columna no me lo permite, así que trataré, poco a poco, de dedicarle algunas líneas a nuestro estimado y entrañable amigo MEDICO PEDIATRA EDUARDO GONZÁLEZ CAMPOS, quien ha sido llamado al encuentro del Señor. Seguramente ya gozará con Él de la felicidad y vida eterna. Descanse en paz. Bendiciones. Mtro. Armando.