/ miércoles 13 de abril de 2022

V I C I S I T U D E S

LO SIENTO ¡YO LLEGUÉ PRIMERO!

Cuando niño iba mucho con mi abuelo, “mi Papá Chuy”, al campo, al río, porque él tenía camiones materialistas, de aquellos que aún tenían tablones a los lados, que marcaban la capacidad con los que podían sus camiones, para traer arena y grava. Era padrísimo llegar a esos lugares porque todo era de color: la vegetación verde, el agua transparente, cristalina, la arena café claro, los troncos de los árboles también de color café con sus follajes verdes, el cielo azul, y el sol, rojo naranja, en todo su esplendor, y no se diga la diversidad de la fauna y el cantar de las aves.

Los caminos de acceso estaban marcados y bien definidos, de manera que, si había un árbol, arbusto, follaje o sembradío, se respetaba su lugar y se buscaba alguna otra forma de pasar sin ser destruídos, porque eran parte de aquel bello espectáculo de la naturaleza, y, porque, simplemente, ELLOS HABÍAN LLEGADO PRIMERO Y MERECÍAN SU LUGAR. No se destruían, no se cambiaban, se les respetaba y se buscaban otras opciones. Y esto era también en las rancherías, porque el entorno natural se cuidaba mucho.

Hemos visto en nuestra ciudad, como en todo nuestra amado México, que se llegan a destruir árboles, sembradíos, paisajes naturales que dan vida por el oxígeno del cual nos proveen, y se hace porque el progreso que la gente requiere tiene que sacrificar algo, lo más hermoso y preciado que podemos aún conservar. Si quisiéramos más a nuestra tierra, a nuestro mundo, lo resolveríamos de otro modo.

Aquí hemos visto pleitos entre asociaciones ambientalistas que cuidan y protegen el medio ambiente y los recursos naturales, contra las autoridades municipales, por la tala de árboles, ya que éstos “estorban”, el trazo de las nuevas avenidas y el progreso de nuestra ciudad. Cada una de estas instancias tiene sus razones y argumentos para hacer lo que consideran más conveniente, en beneficio der la población, pero deben hacerlo sin necesidad de lastimar nuestros árboles o áreas verdes y plantíos que aun conservamos.

Hace algún tiempo estuve de visita en el Estado de Quintana Roo, y caminando por aquella hermosa región, puede observar como en algunos árboles que estaban “invadiendo” los pasos peatonales y que pudiera pensarse que se tenían que haber quitado para que los peatones no se pegaran en la cabeza, aparecía un letrero que me conmovió, porque estaba escrito, como si el propio árbol lo hubiera dicho y pensado, pero a alguien se le ocurrió hacerlo, y ¡vaya acierto que tuvo!, quien lo haya hecho, porque decía: “ LO SIENTO. ¡YO LLEGUÉ PRIMERO!”. Así que caminabas con cuidado para no golpearte y seguir tu camino.

¿Cuántos árboles se han tenido que sacrificar porque estorbaban para ampliar una avenida, para ampliar un hospital, para dar imagen a algún negocio para que éste luciera o se viera al público, o por alguna otra causa? Hay alternativas, quizás más costosas, pero hay que respetar a quien llegó primero y nos da vida. Bendiciones.

LO SIENTO ¡YO LLEGUÉ PRIMERO!

Cuando niño iba mucho con mi abuelo, “mi Papá Chuy”, al campo, al río, porque él tenía camiones materialistas, de aquellos que aún tenían tablones a los lados, que marcaban la capacidad con los que podían sus camiones, para traer arena y grava. Era padrísimo llegar a esos lugares porque todo era de color: la vegetación verde, el agua transparente, cristalina, la arena café claro, los troncos de los árboles también de color café con sus follajes verdes, el cielo azul, y el sol, rojo naranja, en todo su esplendor, y no se diga la diversidad de la fauna y el cantar de las aves.

Los caminos de acceso estaban marcados y bien definidos, de manera que, si había un árbol, arbusto, follaje o sembradío, se respetaba su lugar y se buscaba alguna otra forma de pasar sin ser destruídos, porque eran parte de aquel bello espectáculo de la naturaleza, y, porque, simplemente, ELLOS HABÍAN LLEGADO PRIMERO Y MERECÍAN SU LUGAR. No se destruían, no se cambiaban, se les respetaba y se buscaban otras opciones. Y esto era también en las rancherías, porque el entorno natural se cuidaba mucho.

Hemos visto en nuestra ciudad, como en todo nuestra amado México, que se llegan a destruir árboles, sembradíos, paisajes naturales que dan vida por el oxígeno del cual nos proveen, y se hace porque el progreso que la gente requiere tiene que sacrificar algo, lo más hermoso y preciado que podemos aún conservar. Si quisiéramos más a nuestra tierra, a nuestro mundo, lo resolveríamos de otro modo.

Aquí hemos visto pleitos entre asociaciones ambientalistas que cuidan y protegen el medio ambiente y los recursos naturales, contra las autoridades municipales, por la tala de árboles, ya que éstos “estorban”, el trazo de las nuevas avenidas y el progreso de nuestra ciudad. Cada una de estas instancias tiene sus razones y argumentos para hacer lo que consideran más conveniente, en beneficio der la población, pero deben hacerlo sin necesidad de lastimar nuestros árboles o áreas verdes y plantíos que aun conservamos.

Hace algún tiempo estuve de visita en el Estado de Quintana Roo, y caminando por aquella hermosa región, puede observar como en algunos árboles que estaban “invadiendo” los pasos peatonales y que pudiera pensarse que se tenían que haber quitado para que los peatones no se pegaran en la cabeza, aparecía un letrero que me conmovió, porque estaba escrito, como si el propio árbol lo hubiera dicho y pensado, pero a alguien se le ocurrió hacerlo, y ¡vaya acierto que tuvo!, quien lo haya hecho, porque decía: “ LO SIENTO. ¡YO LLEGUÉ PRIMERO!”. Así que caminabas con cuidado para no golpearte y seguir tu camino.

¿Cuántos árboles se han tenido que sacrificar porque estorbaban para ampliar una avenida, para ampliar un hospital, para dar imagen a algún negocio para que éste luciera o se viera al público, o por alguna otra causa? Hay alternativas, quizás más costosas, pero hay que respetar a quien llegó primero y nos da vida. Bendiciones.