DE ANCIANA A ANCIANA
He estado comentando con mis alumnos la importancia de mantenerse vigentes y en constante actividad, independientemente de la edad que se tenga, o de algunas limitaciones físicas porque esto nos mantiene alertas y nos permite seguir desarrollándonos humanamente en bien propio y de las demás personas, de aquellas que nos rodean o de aquellas a quienes no conocemos.
Para ello hemos utilizado algunas lecturas de reflexión, de análisis, para poder externar cómo es que ellas lo han podido hacer, y del porqué hay muchas que prefieren quedarse al margen viendo sólo pasar su vida.
Una de ellas nos refiere a una mujer, ya metida en años, entre los ochenta y los ochenta cinco, la cual es abordada por reporteros que la habían buscado con motivo de su cumpleaños.
Los reporteros le preguntan que justamente a esa edad, y ya siendo una adulta mayor, si les podría dar algunos consejos a las otras personas contemporáneas suyas, para mantenerse tan joviales como ella.
Con gusto responde a los cuestionamientos, resaltando que a esa edad siempre sería importante utilizar todo ese potencial con el que aún cuentan; que también es de suma importancia tener relaciones interpersonales con la gente, las veces que sea necesario, y si todavía pueden hacerlo, pues trabajar en algo que aún puedan realizar para tener sus propios ingresos y no depender de nadie. Sin dejar de considerar que al estar trabajando se mantendrían en equilibrio emocional y con buena salud, claro que acorde a su edad.
Cuando menciona esto último, EL TRABAJAR PARA GANARSE LA VIDA, los reporteros la cuestionan nuevamente, preguntándole que, si de forma concreta les podría decir qué es lo que realiza en su trabajo.
La respuesta sorprendió a los reporteros y, probablemente a nosotros, cuando dice que su trabajo consiste en CUIDAR A UNA ANCIANA que vive por su calle.
En verdad que podríamos haber pensado en que tuviera algún negocito donde vendiera dulces, jugos o alguna otra cosa; que podría estar bordando algunas chambritas, tejiendo algunas carpetitas, manteles o servilleteros, pero, en lo personal, no me hubiese imaginado que se dedicara a cuidar a otra anciana, cuando bien sería ella quien tuviera quien le ayudara, pero así estaban las cosas.
Es de llamar la atención el espíritu de servicio que tenía esta anciana y las ansias de ayudar a quien quizá estaba un poco más necesitada que ella. Todo lo que uno da, regresa multiplicado. Esta reflexión surge de un texto escrito por Tony de Mello, comenzando con una bella expresión: “Las personas ancianas no están solas porque no tengan a nadie con quien compartir su carga, sino porque es únicamente su carga lo que tienen que compartir”.
Muchas de las veces las personas adultas mayores que sobrepasan los ochenta años llegan a sentirse como sujetos de carga para sus amigos y principalmente para sus familiares, y no quieren depender de ellos. En la mayoría de los casos, no son carga alguna, pero sí dependientes, aunque buscan en qué ocuparse por sí mismo. Es válido que aprendamos a envejecer, porque el saberlo hacer no es cosa fácil. Ocuparse a esa edad nos hace voltear al pasado y disfrutar ese momento, que es su presente. El Señor les bendice. Mtro. Armando