/ miércoles 22 de abril de 2020

V I C I S I T U D E S

LAVARSE LAS MANOS ES UN BUEN HÁBITO


Desde hace muchísimos años, desde que era un niño, escuchaba por parte de mi señor padre, QUE ME LAVARA LAS MANOS. Cuando uno está pequeño pues hace las cosas porque así se lo indican a uno, y, porque era una orden de un adulto, y más si éste era papá o mamá; por tal motivo, era difícil no hacerlo, había que obedecer y no había de otra.

Recuerdo como mi papá me insistía, y perdón que lo particularice y no mencione a mis hermanos, pero en este momento no recuerdo que se los haya dicho delante de mí, EL QUE ME LAVARA LAS MANOS por higiene y para prevenir enfermedades, porque al final éstas podrían tener un alto costo, y si no se cuidaba uno pues podría dárseme una infección o llegar hasta la muerte. Mi papá tuvo por muchos años que dedicarse al comercio, y bien sabía, que ya fuera para recibir o fuera para entregar, tenía que tomar dinero, y ante esto, me decía que cada que agarraba dinero, después SE LAVABA LAS MANOS, y que eso debería hacerlo yo para no enfermarme.

Mi padre, para que yo tomara conciencia, me decía que me imaginara a una persona que iba al baño y hacía sus necesidades, fuera del uno o fuera del dos, y que al terminar esta persona se incorporaba a sus actividades y no se lavaba las manos, y peor aún tomaba las cosas que iba a comprar y hasta se despedía con un saludo de mano. ¡Te imaginas, me decía, cuántos microbios podría haber en las manos de esta persona y cuántas enfermedades podría ocasionar ¡Pues vaya que sí me las imaginaba! Así que APRENDÍ A LAVARME LAS MANOS cuando llegaba a casa porque momentos antes andaba en la calle. Ya era como UN RITUAL EL LAVARSE LAS MANOS cuando llegaba de la calle, y no porque fuera una cosa exagerada, sino por precaución y prevención.

Por cuestiones de su trabajo, y cuando no podía hacerlo por falta de tiempo, mi papá me mandaba al banco a realizar los depósitos de cada día, y como era pura morralla, pues tenía que llegar al banco y contar en dinero, acomodando las monedas por denominación en una cajita de madera que me daban en el banco. Cuando terminaba con mi encomienda, pues lo primero que hacía al llegar a casa o al negocio, era mandarme ¡A LAVARME LAS MANOS! No me lo decía verbalmente, pero me insinuaba volteando a ver el lavabo.

No sólo era el dinero que contaba sino también el pensar que aquella persona que había terminado de ir al baño y no se aseaba sus manos, y éste se subía a un camión pues tendría que agarrar los pasamanos con su imaginable consecuencia. Había muchos motivos, muchos porqués para lavarse las manos.

Hoy ESTÁ DE MODA EL LAVARSE LAS MANOS y pareciera que es una cosa exagerada pero no lo es, pues hay un motivo especial para hacerlo. EL LAVARSE LAS MANOS TIENE SU CHISTE, y si no, pregúntenle a médicos y a enfermeras sobre las distintas técnicas para el lavado de manos. No hay pretextos, hay que hacerlo; se forma un buen hábito. El Señor les bendiga y les dé su paz. Armando Hernández Origel

LAVARSE LAS MANOS ES UN BUEN HÁBITO


Desde hace muchísimos años, desde que era un niño, escuchaba por parte de mi señor padre, QUE ME LAVARA LAS MANOS. Cuando uno está pequeño pues hace las cosas porque así se lo indican a uno, y, porque era una orden de un adulto, y más si éste era papá o mamá; por tal motivo, era difícil no hacerlo, había que obedecer y no había de otra.

Recuerdo como mi papá me insistía, y perdón que lo particularice y no mencione a mis hermanos, pero en este momento no recuerdo que se los haya dicho delante de mí, EL QUE ME LAVARA LAS MANOS por higiene y para prevenir enfermedades, porque al final éstas podrían tener un alto costo, y si no se cuidaba uno pues podría dárseme una infección o llegar hasta la muerte. Mi papá tuvo por muchos años que dedicarse al comercio, y bien sabía, que ya fuera para recibir o fuera para entregar, tenía que tomar dinero, y ante esto, me decía que cada que agarraba dinero, después SE LAVABA LAS MANOS, y que eso debería hacerlo yo para no enfermarme.

Mi padre, para que yo tomara conciencia, me decía que me imaginara a una persona que iba al baño y hacía sus necesidades, fuera del uno o fuera del dos, y que al terminar esta persona se incorporaba a sus actividades y no se lavaba las manos, y peor aún tomaba las cosas que iba a comprar y hasta se despedía con un saludo de mano. ¡Te imaginas, me decía, cuántos microbios podría haber en las manos de esta persona y cuántas enfermedades podría ocasionar ¡Pues vaya que sí me las imaginaba! Así que APRENDÍ A LAVARME LAS MANOS cuando llegaba a casa porque momentos antes andaba en la calle. Ya era como UN RITUAL EL LAVARSE LAS MANOS cuando llegaba de la calle, y no porque fuera una cosa exagerada, sino por precaución y prevención.

Por cuestiones de su trabajo, y cuando no podía hacerlo por falta de tiempo, mi papá me mandaba al banco a realizar los depósitos de cada día, y como era pura morralla, pues tenía que llegar al banco y contar en dinero, acomodando las monedas por denominación en una cajita de madera que me daban en el banco. Cuando terminaba con mi encomienda, pues lo primero que hacía al llegar a casa o al negocio, era mandarme ¡A LAVARME LAS MANOS! No me lo decía verbalmente, pero me insinuaba volteando a ver el lavabo.

No sólo era el dinero que contaba sino también el pensar que aquella persona que había terminado de ir al baño y no se aseaba sus manos, y éste se subía a un camión pues tendría que agarrar los pasamanos con su imaginable consecuencia. Había muchos motivos, muchos porqués para lavarse las manos.

Hoy ESTÁ DE MODA EL LAVARSE LAS MANOS y pareciera que es una cosa exagerada pero no lo es, pues hay un motivo especial para hacerlo. EL LAVARSE LAS MANOS TIENE SU CHISTE, y si no, pregúntenle a médicos y a enfermeras sobre las distintas técnicas para el lavado de manos. No hay pretextos, hay que hacerlo; se forma un buen hábito. El Señor les bendiga y les dé su paz. Armando Hernández Origel