/ miércoles 4 de diciembre de 2019

V I C I S I T U D E S

EN LA FAMILIA Y EN LA SOCIEDAD ESTÁ LA RESPUESTA

Por: Armando Origel

La comunicación debe ser, por naturaleza, bidireccional, recíproca, donde el mensaje va, pero de él se obtiene una respuesta. No es sólo mandar un mensaje y que se quede en el olvido, sino que requiere otro mensaje de regreso.

La comunicación tecnológica, interdigital, en la mayoría de los casos, es unidireccional, sólo va hacia un lado, porque no hay respuesta concreta. Los “medios de comunicación” tradicionales o los interdigitales, deben ser mejor denominados como “medios de información”, porque no hay reciprocidad.

Hoy, de todo nos enteramos, bueno y malo a la vez, pero por desgracia nos encontramos con más notas e información totalmente negativa, nefasta, que hace que nos preocupemos e inquietemos por todo lo que pasa en nuestro mundo, en nuestro entorno, sea en la ciudad, en el país o en el mundo entero.

A cualquier hora del día, los noticieros en la televisión o en la radio, nos dan información que entristece, notas violentas, negativas, preocupantes, intolerantemente asociales, y lo que es peor, antisociales. No es que no existan noticias buenas y que nos dan luz, pero el ochenta por ciento de las noticias no son nada halagadoras. Las notas negativas son las que más llaman la atención y son motivos de pláticas entre los miembros de una familia, en una reunión social e inclusive entre personas que casualmente se encuentran en el urbano, en el taxi o en algún establecimiento.

Este fenómeno social que estamos hoy viviendo, no es que no haya existido en el pasado. Se daba, tal vez en menor escala, pero no sabíamos de ello porque estaba fuera de nuestro alcance. Los hechos violentos, los asesinatos, las masacres, los grupos por el poder, estaban ahí y también inquietaban.

Desde hace treinta años se decía que los niños se volvían agresivos en casa y en la escuela, destrozando salones, pupitres, equipos de cómputo, simplemente porque querían llamar la atención y se les tomara en cuenta. Jovencitos en grupos se reunían para beber, realizar carreras de autos, retarse a golpes donde salían a relucir armas blancas y pistolas, resultando lesionados o muertos; era común, pero se sabía poco de ello.

Hombres, adultos y jóvenes, procesados por incendios provocados por ellos donde las víctimas eran mujeres y niñas, por el simple hecho de ser mujeres. Los grupos neonazis, juveniles o delincuenciales manejados por asociaciones delictivas matándose por controlar el poder entre ellos.

La desintegración familiar estaba en auge, la inseguridad cada vez era mayor, la falta de respeto y cortesía cada vez se veía crecer más, ataques violentos que todo destruían, incluyendo lo más sagrado que tenemos, la vida de las personas y el descontrol emocional de una sociedad lastimada.

Todo eso se estaba dando en aquellas décadas, pero no lo conocíamos, porque la comunicación no estaba tan adelantada. Se vivía, y se vive, en una sociedad que cada vez se estaba haciendo más daño. ¿Hasta cuándo se podrá parar? En la familia y en la sociedad está la respuesta. Mis estimados lectores, el Señor les bendiga y les dé su paz. Armando Hernández Origel.

EN LA FAMILIA Y EN LA SOCIEDAD ESTÁ LA RESPUESTA

Por: Armando Origel

La comunicación debe ser, por naturaleza, bidireccional, recíproca, donde el mensaje va, pero de él se obtiene una respuesta. No es sólo mandar un mensaje y que se quede en el olvido, sino que requiere otro mensaje de regreso.

La comunicación tecnológica, interdigital, en la mayoría de los casos, es unidireccional, sólo va hacia un lado, porque no hay respuesta concreta. Los “medios de comunicación” tradicionales o los interdigitales, deben ser mejor denominados como “medios de información”, porque no hay reciprocidad.

Hoy, de todo nos enteramos, bueno y malo a la vez, pero por desgracia nos encontramos con más notas e información totalmente negativa, nefasta, que hace que nos preocupemos e inquietemos por todo lo que pasa en nuestro mundo, en nuestro entorno, sea en la ciudad, en el país o en el mundo entero.

A cualquier hora del día, los noticieros en la televisión o en la radio, nos dan información que entristece, notas violentas, negativas, preocupantes, intolerantemente asociales, y lo que es peor, antisociales. No es que no existan noticias buenas y que nos dan luz, pero el ochenta por ciento de las noticias no son nada halagadoras. Las notas negativas son las que más llaman la atención y son motivos de pláticas entre los miembros de una familia, en una reunión social e inclusive entre personas que casualmente se encuentran en el urbano, en el taxi o en algún establecimiento.

Este fenómeno social que estamos hoy viviendo, no es que no haya existido en el pasado. Se daba, tal vez en menor escala, pero no sabíamos de ello porque estaba fuera de nuestro alcance. Los hechos violentos, los asesinatos, las masacres, los grupos por el poder, estaban ahí y también inquietaban.

Desde hace treinta años se decía que los niños se volvían agresivos en casa y en la escuela, destrozando salones, pupitres, equipos de cómputo, simplemente porque querían llamar la atención y se les tomara en cuenta. Jovencitos en grupos se reunían para beber, realizar carreras de autos, retarse a golpes donde salían a relucir armas blancas y pistolas, resultando lesionados o muertos; era común, pero se sabía poco de ello.

Hombres, adultos y jóvenes, procesados por incendios provocados por ellos donde las víctimas eran mujeres y niñas, por el simple hecho de ser mujeres. Los grupos neonazis, juveniles o delincuenciales manejados por asociaciones delictivas matándose por controlar el poder entre ellos.

La desintegración familiar estaba en auge, la inseguridad cada vez era mayor, la falta de respeto y cortesía cada vez se veía crecer más, ataques violentos que todo destruían, incluyendo lo más sagrado que tenemos, la vida de las personas y el descontrol emocional de una sociedad lastimada.

Todo eso se estaba dando en aquellas décadas, pero no lo conocíamos, porque la comunicación no estaba tan adelantada. Se vivía, y se vive, en una sociedad que cada vez se estaba haciendo más daño. ¿Hasta cuándo se podrá parar? En la familia y en la sociedad está la respuesta. Mis estimados lectores, el Señor les bendiga y les dé su paz. Armando Hernández Origel.

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