/ sábado 6 de abril de 2019

V I C I S I T U D E S

NO TODO LO BUENO ES BUENO NI TODO LO MALO ES MALO

Por: Armando Hernández Origel


Es innegable que la forma en que nos comportamos depende en gran medida de la educación que nos dieron nuestros padres desde el primer día en que nacimos.

Nunca supe como se formaron mis padres para poder ser papá y mamá, porque la formación que ellos tuvieron seguramente fue la mejor por lo que vieron y experimentaron en sus familias respectivas.

De algo estoy seguro, de que no fueron a alguna escuela especial para enseñarles a ser papás, por lo que es normal pensar que comenzaron a ser papás desde que nació su primer hijo, caso personal, un servidor.

Lo mismo sucedió con nosotros, y con la mayoría de los matrimonios, cuando tuvieron a su primer bebé, porque en realidad con ellos, con los hijos se comienza a formar la familia y se ordenan los cánones personales y de pareja para saber ir conduciendo a nuestros vástagos.

Cuando un matrimonio joven comienza su vida en conjunto, y por alguna circunstancia llega uno de ellos a fallecer, lo primero que nos preguntamos es, si tendrían familia, refiriéndonos a si tenían hijos, por lo que es claro pensar que con hijos comienza la aventura familiar.

Siendo así, totalmente comprobado está que la educación, SÍ comienza en casa, en el hogar, con papá y mamá y con el primogénito. Lo que hagan los padres o dejen de hacer se reflejará tarde que temprano en el accionar de los hijos, desde su núcleo familiar, siguiendo con la familia en general, es decir, con los abuelos, tíos, primos y demás, continuando con la socialización en la escuela, la convivencia vecinal y en el espacio que le marque la sociedad.

Será con papá y mamá cuando los comportamientos se hagan evidentes, pues serán ellos quienes vayan marcando cómo deben actuar en su diario vivir. Comenzará una responsabilidad compartida que deberá ser también duradera.

Conforme los hijos van creciendo se van fortaleciendo valores y principios que van enfocados a que sean personas que actúen adecuadamente, tratando de ser conscientes y prudentes con quienes conviven, porque esto reflejará que tienen sentido de convivencia y responsabilidad social.

Si en casa se les inculcó el respeto, sabrán respetar, no importando las edades, los sexos o condiciones sociales, sino que sabrán actuar por igual con todos. Si por el contrario se les enseña a conflictuarse con quienes tienen contacto, porque así lo hacen sus papás o sus acciones se reflejan, pues tendremos una persona, asocial y antisocial, porque no vieron otra cosa en sus vidas.

Tanto el buen comportamiento, como el no correcto, lo que vendrían siendo los patrones conductuales, se fueron adquiriendo poco a poco, y al paso del tiempo, cuando los hijos son adolescentes o adultos observamos cómo se portan ante la sociedad o en una parte de ella, dependiendo de las “conveniencias”.

Esto es hoy palpable por lo que estamos viviendo, en una sociedad que está fracturada, y diría yo, confundida, porque da la impresión de que NO TODO LO BUENO ES BUENO Y NI TODO LO MALO ES MALO, porque se ejercitan acciones que pueden ser toleradas o no, dependiendo de la óptica o visión que hayamos tenido en nuestras bases de formación familiar.

Hay que ser observadores para percatarnos que en el mundo entero la sociedad está conflictuada porque así lo están sus ciudadanos. Las diferencias en el pensamiento son muy marcadas porque no se tiene un punto de convergencia que nos permita ubicarnos en un contexto. NADIE TENEMOS LA RAZÓN, PERO AL FINAL TODOS LA TENEMOS. Veamos lo que sucede en las reuniones familiares, en las juntas vecinales o en los encuentros laborales para darnos cuenta de lo que estoy diciendo.

Si en casa se nos enseñó a escuchar, pues entonces sabremos escuchar. Si en la familia se nos enseñó a comprender y a respetar, pues entonces sabremos hacerlo.

El decir la verdad, el no mentir, nos permite creer en lo que estamos diciendo o en lo que estamos escuchando, pero tiene que estar en sintonía congruente con las acciones que nos representan. Eso se aprende y se ejercita en casa.

Veamos cómo se comportan las nuevas generaciones y sabremos qué tipo de papás hemos formado en nuestra sociedad. No nos podemos quejar porque, si la familia es el núcleo de toda sociedad y ésta está mal, pues tendremos resultados nefastos que provocarán incomodidades sociales.

Claro está que el ambiente en que crece una persona influirá favorable o desfavorablemente en su comportamiento social. ¿Cómo está nuestra sociedad o convivencia social hoy en día? ¿Quién o quiénes son los responsables?

La responsabilidad es de todos, pero el compromiso, que debería de ser de todos, lo es sólo de una sola parte, porque no todos han sido formados en la misma línea cívica, familiar, social y espiritual. He ahí el gran problema, la gran disyuntiva del cómo debemos caminar, para comprendernos más como sociedad, porque AL FINAL TODOS NECESITAMOS DE TODOS.

Tenemos grandes cosas por hacer como sociedad, pero debemos estar todos en la misma sintonía. La educación ha sido y es la clave de la sociedad que vamos formado y que hoy tenemos. Eso quiere decir que NO HEMOS HECHO LAS COSAS BIEN, por lo que hay que trabajar en ello, pero trabajar en verdad desde el interior de cada familia.

Mis estimados lectores, el Señor les bendiga y les dé su paz.

NO TODO LO BUENO ES BUENO NI TODO LO MALO ES MALO

Por: Armando Hernández Origel


Es innegable que la forma en que nos comportamos depende en gran medida de la educación que nos dieron nuestros padres desde el primer día en que nacimos.

Nunca supe como se formaron mis padres para poder ser papá y mamá, porque la formación que ellos tuvieron seguramente fue la mejor por lo que vieron y experimentaron en sus familias respectivas.

De algo estoy seguro, de que no fueron a alguna escuela especial para enseñarles a ser papás, por lo que es normal pensar que comenzaron a ser papás desde que nació su primer hijo, caso personal, un servidor.

Lo mismo sucedió con nosotros, y con la mayoría de los matrimonios, cuando tuvieron a su primer bebé, porque en realidad con ellos, con los hijos se comienza a formar la familia y se ordenan los cánones personales y de pareja para saber ir conduciendo a nuestros vástagos.

Cuando un matrimonio joven comienza su vida en conjunto, y por alguna circunstancia llega uno de ellos a fallecer, lo primero que nos preguntamos es, si tendrían familia, refiriéndonos a si tenían hijos, por lo que es claro pensar que con hijos comienza la aventura familiar.

Siendo así, totalmente comprobado está que la educación, SÍ comienza en casa, en el hogar, con papá y mamá y con el primogénito. Lo que hagan los padres o dejen de hacer se reflejará tarde que temprano en el accionar de los hijos, desde su núcleo familiar, siguiendo con la familia en general, es decir, con los abuelos, tíos, primos y demás, continuando con la socialización en la escuela, la convivencia vecinal y en el espacio que le marque la sociedad.

Será con papá y mamá cuando los comportamientos se hagan evidentes, pues serán ellos quienes vayan marcando cómo deben actuar en su diario vivir. Comenzará una responsabilidad compartida que deberá ser también duradera.

Conforme los hijos van creciendo se van fortaleciendo valores y principios que van enfocados a que sean personas que actúen adecuadamente, tratando de ser conscientes y prudentes con quienes conviven, porque esto reflejará que tienen sentido de convivencia y responsabilidad social.

Si en casa se les inculcó el respeto, sabrán respetar, no importando las edades, los sexos o condiciones sociales, sino que sabrán actuar por igual con todos. Si por el contrario se les enseña a conflictuarse con quienes tienen contacto, porque así lo hacen sus papás o sus acciones se reflejan, pues tendremos una persona, asocial y antisocial, porque no vieron otra cosa en sus vidas.

Tanto el buen comportamiento, como el no correcto, lo que vendrían siendo los patrones conductuales, se fueron adquiriendo poco a poco, y al paso del tiempo, cuando los hijos son adolescentes o adultos observamos cómo se portan ante la sociedad o en una parte de ella, dependiendo de las “conveniencias”.

Esto es hoy palpable por lo que estamos viviendo, en una sociedad que está fracturada, y diría yo, confundida, porque da la impresión de que NO TODO LO BUENO ES BUENO Y NI TODO LO MALO ES MALO, porque se ejercitan acciones que pueden ser toleradas o no, dependiendo de la óptica o visión que hayamos tenido en nuestras bases de formación familiar.

Hay que ser observadores para percatarnos que en el mundo entero la sociedad está conflictuada porque así lo están sus ciudadanos. Las diferencias en el pensamiento son muy marcadas porque no se tiene un punto de convergencia que nos permita ubicarnos en un contexto. NADIE TENEMOS LA RAZÓN, PERO AL FINAL TODOS LA TENEMOS. Veamos lo que sucede en las reuniones familiares, en las juntas vecinales o en los encuentros laborales para darnos cuenta de lo que estoy diciendo.

Si en casa se nos enseñó a escuchar, pues entonces sabremos escuchar. Si en la familia se nos enseñó a comprender y a respetar, pues entonces sabremos hacerlo.

El decir la verdad, el no mentir, nos permite creer en lo que estamos diciendo o en lo que estamos escuchando, pero tiene que estar en sintonía congruente con las acciones que nos representan. Eso se aprende y se ejercita en casa.

Veamos cómo se comportan las nuevas generaciones y sabremos qué tipo de papás hemos formado en nuestra sociedad. No nos podemos quejar porque, si la familia es el núcleo de toda sociedad y ésta está mal, pues tendremos resultados nefastos que provocarán incomodidades sociales.

Claro está que el ambiente en que crece una persona influirá favorable o desfavorablemente en su comportamiento social. ¿Cómo está nuestra sociedad o convivencia social hoy en día? ¿Quién o quiénes son los responsables?

La responsabilidad es de todos, pero el compromiso, que debería de ser de todos, lo es sólo de una sola parte, porque no todos han sido formados en la misma línea cívica, familiar, social y espiritual. He ahí el gran problema, la gran disyuntiva del cómo debemos caminar, para comprendernos más como sociedad, porque AL FINAL TODOS NECESITAMOS DE TODOS.

Tenemos grandes cosas por hacer como sociedad, pero debemos estar todos en la misma sintonía. La educación ha sido y es la clave de la sociedad que vamos formado y que hoy tenemos. Eso quiere decir que NO HEMOS HECHO LAS COSAS BIEN, por lo que hay que trabajar en ello, pero trabajar en verdad desde el interior de cada familia.

Mis estimados lectores, el Señor les bendiga y les dé su paz.

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