/ sábado 9 de marzo de 2019

V I C I S I T U D E S

SÍNTOMA DE MADUREZ MENTAL, INTELECTUAL Y AFECTIVA

Por: Armando Hernández Origel

Hay muchas formas de estar en acompañamiento con las personas que vamos encontrando en nuestro trayecto de vida, y, sea cual sea la circunstancia del porqué se hayan cruzado, es preciso saberlas escuchar cuando necesiten algo de nosotros. Estoy convencido, por la experiencia de vida que he tenido, QUE, SI UNA PERSONA TE BUSCA, ES PORQUE NECESITA ALGO DE TI, y no puedes dejar de atenderla, de escucharla. He aprendido a escuchar para saber hasta dónde puedo ayudar.

Si alguien te busca, no hay que rehuirle, más bien al contrario, hay que escucharlo, independientemente de lo que se trate, y aunque no te incumba su problema hay que prestar siempre atención. Recordemos que lo importante es escuchar, no resolver sus problemas. Quizá no es importante para nosotros, pero sí lo es para quien necesita de nosotros.

Eso me trae a la mente aquella historia de un ratoncito que siempre caminaba de un lado a otro por las habitaciones de una casita de campo, observando en todo momento los movimientos de los dueños de la misma.

Cierto día se dio cuenta que los dueños habían recibido un paquete el cual contenía una ratonera e inmediatamente se preocupó, porque su vida estaría en peligro.

En su mente pasaba lo peor y tenía que comentárselo a quien fuera para ver que necesitaba hacer. Recurrió en primera instancia a una gallina. Ésta oyó lo que el ratón le contaba, pero le dijo que a ella eso no le preocupada y que no era su problema.

Corriendo a toda prisa fue en busca de una chiva que se encontraba en el corral comiendo su alfalfita. Inmediatamente que la vio le dijo lo de la ratonera, y del porqué le tenía miedo. La chiva le contestó que ya lo sabía pero que no le interesaba, porque ella no estaba en peligro, concretándose a decirle que sentía pena por él.

Sin pensarlo fue a buscar a su amiga la vaca creyendo que ella sí le escucharía y le ayudaría a resolver tan tremenda inquietud, pero fue grande su sorpresa cuando la vaca le cuestionó si a ella una ratonera la pondría en peligro. El ratoncito movió la cabeza de forma negativa, contestándole la vaca que entonces no era de su incumbencia y que mejor se retirara. Le pidió que ya no la molestara y que rezaría por él.

El ratoncito comprendió que a nadie le interesaba su inquietud, su problema, su miedo y mejor se retiro de forma pensativa y temerosa hacia su escondite.

Días después, por la noche, el ratoncito y los dueños escucharon un fuerte ruido ya que la ratonera se había accionado.

La esposa del granjero fue a ver si ya había caído en la ratonera el ratoncito. Como era de noche no alcanzaba a distinguir lo que estaba atrapado, y cuando se percató, se dio cuenta que era una serpiente venenosa. Fue tarde su reacción por lo que ésta la mordió.

La esposa gritó desesperadamente, acudiendo en su auxilio su esposo, el granjero, llevándole enseguida al médico. Éste la revisó, dándole posteriormente el medicamento y algunas recomendaciones sobre su alimentación.

Le recomendó un caldito de pollo, por lo que el granjero de forma inmediata fue al granero por la gallina que tenían; agarró el hacha y la mató, pues su esposa tenía que aliviarse.

Le había dicho el médico que, si su esposa no se recuperaba, necesitaría de la compañía de sus familiares para que no se sintiera sola y fuera más rápido su restablecimiento. El granjero habló ellos para que fueran a verla, y como no eran pocos les tendría que ofrecer algo de comer, por lo que tuvo que sacrificar a la chiva, agradeciendo de ese modo su visita. A pesar de los esfuerzos realizados para atender a su esposa, ésta no superó la enfermedad, y murió.

El granjero se había endrogado con aquello de los medicamentos y el tratamiento de su esposa, y tenía que salir de sus deudas, por lo que tuvo que matar a la vaca para vender su carne, y de esa manera cubrir todos sus gastos y adeudos.

Mis estimados lectores, es curioso pensar que quien estaba preocupado y quería compartir sus inquietudes, porque estaba en riesgo de morir, fue el único que se salvó, en este caso el amigo ratoncito, y que quienes se suponía lo podían al menos escuchar eran los que habían muerto.

Nunca debemos dejar de escuchar a los demás con sus problemas, aunque éstos no sean nuestros, pues tarde que temprano será preciso que alguien nos escuche a nosotros. No seamos como la gallina, como la chiva o como la vaca que, por no escuchar las inquietudes del otro, sus vidas fueron ofrendadas. No hubo empatía de su parte.

No olvidemos que: “Aprender a escuchar a las otras personas, por más que no estemos de acuerdo con lo que ellos dicen, tiene que ser una de las cuestiones básicas de nuestro desenvolvimiento cotidiano”.

Y más aún, mis queridos lectores: “Saber escuchar y dejar hablar a los demás correctamente es un claro síntoma de madurez mental, intelectual y afectiva”. El Señor les dé su paz.

SÍNTOMA DE MADUREZ MENTAL, INTELECTUAL Y AFECTIVA

Por: Armando Hernández Origel

Hay muchas formas de estar en acompañamiento con las personas que vamos encontrando en nuestro trayecto de vida, y, sea cual sea la circunstancia del porqué se hayan cruzado, es preciso saberlas escuchar cuando necesiten algo de nosotros. Estoy convencido, por la experiencia de vida que he tenido, QUE, SI UNA PERSONA TE BUSCA, ES PORQUE NECESITA ALGO DE TI, y no puedes dejar de atenderla, de escucharla. He aprendido a escuchar para saber hasta dónde puedo ayudar.

Si alguien te busca, no hay que rehuirle, más bien al contrario, hay que escucharlo, independientemente de lo que se trate, y aunque no te incumba su problema hay que prestar siempre atención. Recordemos que lo importante es escuchar, no resolver sus problemas. Quizá no es importante para nosotros, pero sí lo es para quien necesita de nosotros.

Eso me trae a la mente aquella historia de un ratoncito que siempre caminaba de un lado a otro por las habitaciones de una casita de campo, observando en todo momento los movimientos de los dueños de la misma.

Cierto día se dio cuenta que los dueños habían recibido un paquete el cual contenía una ratonera e inmediatamente se preocupó, porque su vida estaría en peligro.

En su mente pasaba lo peor y tenía que comentárselo a quien fuera para ver que necesitaba hacer. Recurrió en primera instancia a una gallina. Ésta oyó lo que el ratón le contaba, pero le dijo que a ella eso no le preocupada y que no era su problema.

Corriendo a toda prisa fue en busca de una chiva que se encontraba en el corral comiendo su alfalfita. Inmediatamente que la vio le dijo lo de la ratonera, y del porqué le tenía miedo. La chiva le contestó que ya lo sabía pero que no le interesaba, porque ella no estaba en peligro, concretándose a decirle que sentía pena por él.

Sin pensarlo fue a buscar a su amiga la vaca creyendo que ella sí le escucharía y le ayudaría a resolver tan tremenda inquietud, pero fue grande su sorpresa cuando la vaca le cuestionó si a ella una ratonera la pondría en peligro. El ratoncito movió la cabeza de forma negativa, contestándole la vaca que entonces no era de su incumbencia y que mejor se retirara. Le pidió que ya no la molestara y que rezaría por él.

El ratoncito comprendió que a nadie le interesaba su inquietud, su problema, su miedo y mejor se retiro de forma pensativa y temerosa hacia su escondite.

Días después, por la noche, el ratoncito y los dueños escucharon un fuerte ruido ya que la ratonera se había accionado.

La esposa del granjero fue a ver si ya había caído en la ratonera el ratoncito. Como era de noche no alcanzaba a distinguir lo que estaba atrapado, y cuando se percató, se dio cuenta que era una serpiente venenosa. Fue tarde su reacción por lo que ésta la mordió.

La esposa gritó desesperadamente, acudiendo en su auxilio su esposo, el granjero, llevándole enseguida al médico. Éste la revisó, dándole posteriormente el medicamento y algunas recomendaciones sobre su alimentación.

Le recomendó un caldito de pollo, por lo que el granjero de forma inmediata fue al granero por la gallina que tenían; agarró el hacha y la mató, pues su esposa tenía que aliviarse.

Le había dicho el médico que, si su esposa no se recuperaba, necesitaría de la compañía de sus familiares para que no se sintiera sola y fuera más rápido su restablecimiento. El granjero habló ellos para que fueran a verla, y como no eran pocos les tendría que ofrecer algo de comer, por lo que tuvo que sacrificar a la chiva, agradeciendo de ese modo su visita. A pesar de los esfuerzos realizados para atender a su esposa, ésta no superó la enfermedad, y murió.

El granjero se había endrogado con aquello de los medicamentos y el tratamiento de su esposa, y tenía que salir de sus deudas, por lo que tuvo que matar a la vaca para vender su carne, y de esa manera cubrir todos sus gastos y adeudos.

Mis estimados lectores, es curioso pensar que quien estaba preocupado y quería compartir sus inquietudes, porque estaba en riesgo de morir, fue el único que se salvó, en este caso el amigo ratoncito, y que quienes se suponía lo podían al menos escuchar eran los que habían muerto.

Nunca debemos dejar de escuchar a los demás con sus problemas, aunque éstos no sean nuestros, pues tarde que temprano será preciso que alguien nos escuche a nosotros. No seamos como la gallina, como la chiva o como la vaca que, por no escuchar las inquietudes del otro, sus vidas fueron ofrendadas. No hubo empatía de su parte.

No olvidemos que: “Aprender a escuchar a las otras personas, por más que no estemos de acuerdo con lo que ellos dicen, tiene que ser una de las cuestiones básicas de nuestro desenvolvimiento cotidiano”.

Y más aún, mis queridos lectores: “Saber escuchar y dejar hablar a los demás correctamente es un claro síntoma de madurez mental, intelectual y afectiva”. El Señor les dé su paz.

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