/ sábado 10 de marzo de 2018

V I C I S I T U D E S

NIÑO JESÚS EN EGIPTO DESTERRADO

Por: Armando Hernández Origel

El domingo pasado tuve a bien compartirles la experiencia vivida en nuestra visita a la Tierra de Lázaro Cárdenas. Me gusta estar por aquellas tierras por todo lo que de ella he recibido: bendiciones, hospitalidad, el buen clima ambiental y social, la fraternidad, la buena y sabrosa comida, el cobijo y buen recibimiento de amigos y familiares; a mi esposa también la agrada mucho el estar por allá, porque es la tierra donde ella nació, de donde guarda muy buenos recuerdos, sobre todo de su abuelita Lepita, así como de las tías Eva, Licha y Anita.

Como decimos en el lenguaje coloquial, debemos esperar “cuando agarre algo de agua la nube” para poder darnos una escapadita y visitar a quienes el tiempo nos permita hacerlo.

Comentaba que habíamos llegado al Monasterio de las Madres Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento y que una vez que las saludamos nos tuvimos que retirar porque ellas andaban en los preparativos de la Fiesta del Niño Jesús en Egipto Desterrado, misma que se celebraría al día siguiente, el domingo.

Les hice referencia de conocer a la Madre Margarita, quien será nuestra ahijada, a la Madre Catalina, Directora por muchos años y actual Vicaria, y de hablar con la Madre Rosa María, quien es la actual Directora y Motivadora de dicho Monasterio.

Eso fue el sábado que llegamos, y aprovechamos para preguntarles cómo estaba el programa del siguiente día. Nos informó la Madre Margarita que en esta ocasión el recorrido tendría una variante, pues ya no sólo sería en las calles aledañas al Monasterio, sino que partiría desde el Estadio 18 de Marzo, que está del otro lado de la ciudad, recorriendo la calle principal, pasando por el Jardín de la Paz, hasta llegar al Monasterio, todo con la intención de que el pueblo participe de tan sentida y reconocida festividad.

Fue entonces que intervino la Madre Rosa María, quien nos comentó con alegría que además de llevar al Niño Jesús, habría un grupo de personas que llevarían a cuestas al Santísimo Sacramento de Jesús, como nunca se había hecho, ni se había visto, y eso las llenaba de esperanza, de aliento y de gran regocijo, esperando una respuesta en cuanto a la presencia y participación de la ciudadanía.

Ya estando enterados del recorrido y conociendo algo el programa, nos retiramos para dejarlas trabajar; ya tocaría a nosotros estar desde temprano listos para acompañarlas y disfrutar la gran fiesta.

El día domingo nos levantamos temprano, yéndonos a desayunar al mercado de la ciudad y a tomarnos un tecito con nuestra querida prima Chelita. Estuvimos con ella compartiendo recuerdos y anécdotas, hasta que llegada la hora nos retiramos para irnos a la peregrinación.

Como el hotel donde nos hospedamos está junto al estadio, pues no hicimos otra cosa más que acercarnos para observar todos los preparativos y movimientos previos para iniciar nuestro caminar conjunto.

El jolgorio, la alegría, el movimiento de la gente del pueblo que participaría de forma más directa, estaba en todo su esplendor. Unos se dirigían hacia los organizadores, otros a los carros alegóricos, otros más ocupando sus respectivos lugares dentro del orden que tenían establecido.

Había un señor que se movía de un lado a otro, dirigiendo a quienes ya se habían formado, tratando de que todo estuviera listo para cuando se diera la orden de comenzar. Me acerqué a él y le pregunté por el recorrido; amablemente me señaló con su dedo por donde se tendría que transitar. Él todo el tiempo fue al frente del contingente.

Yo no lo conocía, pero fue hasta que estaría iniciando la celebración religiosa, Misa Solemne, cuando me percaté que él era un sacerdote, quien debo decirlo y reconocerlo estuvo todo el tiempo activo y ayudando en todo, así como se escucha, en todo, y créanme que me merece un reconocimiento especial, por su disposición y don de gente que mostraba en todo momento. Si es que la memoria no me falla y todo se encuentra bien, pregunté en su momento cómo se llamaba, y su nombre es el Padre Arnulfo. Mis respetos y admiración para él.

Por fin llegó el momento de avanzar. El primer estandarte que se mostró fue el de la imagen del Niño Jesús en Egipto Desterrado, quien era llevado por dos hombres y dos mujeres. En seguida venía una señorita con el estandarte de la propia Congregación de las Madres Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento. Posterior a ella me alegraba el ver un siguiente grupo de personas portando el estandarte de la Santísima Virgen de Guadalupe.

Fue padre el observar que alumnos y alumnas de una institución educativa estaban participando en tan bonita fiesta, eran jóvenes del Colegio Colón, quienes llevaban su banderín, y siguiéndolos de cerca la banda de guerra de su colegio. Al final de ésta venía la escolta de dicha institución, quienes portaban un estandarte del Niño Jesús.

Metros atrás aparecía un carro alegórico, un camión revestido con tela roja y en cuyo frente estaban la imagen de un cáliz y un corazón; en la plataforma del mismo iban un grupo de niñas y niños escenificando a las religiosas, así como a los angelitos que han estado cerca de ellas.

Un contingente emotivo, representativo y de mayor culto fue el que se presentó cuando un grupo de varones, llevaban en sus hombros al Santísimo Sacramento, mismo que iba acompañado de un grupo de religiosas de la congregación. Una de las religiosas iba tocando todo el tiempo una campana para dar a conocer a todos la presencia de Jesús Sacramentado, para adorarlo y respetar su paso. En el mismo contingente iban mujeres acompañando a las religiosas y otro grupo de hombres para estarse turnando el llevar a cuestas al Señor.

Otro momento trascendente fue el ver en la peregrinación a un grupo de matrimonios, creo que fueron cuatro, quienes llevaban la imagen original del Niño Jesús en Egipto Desterrado, quien se venera en el Monasterio de las Madres Adoratrices. Ellos fungen como padrinos y lo llevan durante todo el recorrido.

El año pasado, cuando estuvimos en la festividad y por igual en el recorrido, quienes fungían como padrinos iban con ropa ordinaria, bien presentados, pero sin nada especial, sin embargo, en esta ocasión no fue así, ya que los padrinos hombres iban de traje negro y las madrinas iban con ropa especial, llamando la atención y dando un tinte diferente a este acto. Me gustó más como lo hicieron en esta ocasión.

De acuerdo con la logística del recorrido se hacía presente un carro de sonido donde iba la Madre Catalina orando con todos los presentes, animando y motivando con vítores la presencia de Jesús, de la Virgen de Guadalupe y del propio Niños Jesús. Bendiciones a la gente del pueblo donde Él mora, decía con devoción la Madre Catalina. Después de este carro de sonido estaba congregada la gente que deseó acompañar en su recorrido a Jesús Niño.

Cuando el recorrido terminó, y llegando al Monasterio, frente a él se encuentra una escuela primaria oficial, misma que fue preparada para que ahí se celebrará la Eucaristía Solemne, quien fue presidida por el Señor Obispo, de quien por desgracia en este momento no recuerdo su nombre, concelebrando el Padre Arnulfo y otro sacerdote.

Terminando la Eucaristía la gente se dirigió a las carpas donde se ofrecerían alimentos para compartir con toda la comunidad jiquilpense, y donde se desarrollarían eventos artísticos y culturales.

Con lo que no contábamos era con un gran aguacero que nos cayó en plena fiesta a la hora de la comida, pero que ni la propia agua, nos pudo “aguar” la festividad pues la gente buscó la forma de no mojarse, de divertirse, y tomar la situación climática como parte de la propia fiesta. Ahí fue donde el Padre Arnulfo se mostró como una persona entrona porque estaba tratando de poner lonas para proteger a las personas que estaban como responsables de puestos para la vendimia.

Todo el día de fue de fiesta. Mi esposa y yo nos retiramos como a eso de las ocho de la noche, que fue cuando amainó un poco la lluvia; los demás aún siguieron disfrutando al Niño Jesús en Egipto Desterrado.

Si en alguna ocasión, ustedes mis amables lectores, tienen el deseo de asistir a dicha festividad, ésta se celebra a mediados del mes de febrero. Ojalá y algún día tengan la oportunidad de conocer al Niño Jesús.

Todas las religiosas participaron de forma entusiasta, pero quiero resaltar la animosidad, la alegría y el rostro sonriente de la Madre Gaby, quien nunca dejó de sonreír, cual debe ser.

Sea bendito, conocido, alabado y siempre amado, el Niño Jesús en Egipto Desterrado. Mis estimados lectores, el Señor les bendiga y les dé su paz.

Armando Hernández Origel

El Maestro de la Seguridad

09 de marzo de 2018


NIÑO JESÚS EN EGIPTO DESTERRADO

Por: Armando Hernández Origel

El domingo pasado tuve a bien compartirles la experiencia vivida en nuestra visita a la Tierra de Lázaro Cárdenas. Me gusta estar por aquellas tierras por todo lo que de ella he recibido: bendiciones, hospitalidad, el buen clima ambiental y social, la fraternidad, la buena y sabrosa comida, el cobijo y buen recibimiento de amigos y familiares; a mi esposa también la agrada mucho el estar por allá, porque es la tierra donde ella nació, de donde guarda muy buenos recuerdos, sobre todo de su abuelita Lepita, así como de las tías Eva, Licha y Anita.

Como decimos en el lenguaje coloquial, debemos esperar “cuando agarre algo de agua la nube” para poder darnos una escapadita y visitar a quienes el tiempo nos permita hacerlo.

Comentaba que habíamos llegado al Monasterio de las Madres Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento y que una vez que las saludamos nos tuvimos que retirar porque ellas andaban en los preparativos de la Fiesta del Niño Jesús en Egipto Desterrado, misma que se celebraría al día siguiente, el domingo.

Les hice referencia de conocer a la Madre Margarita, quien será nuestra ahijada, a la Madre Catalina, Directora por muchos años y actual Vicaria, y de hablar con la Madre Rosa María, quien es la actual Directora y Motivadora de dicho Monasterio.

Eso fue el sábado que llegamos, y aprovechamos para preguntarles cómo estaba el programa del siguiente día. Nos informó la Madre Margarita que en esta ocasión el recorrido tendría una variante, pues ya no sólo sería en las calles aledañas al Monasterio, sino que partiría desde el Estadio 18 de Marzo, que está del otro lado de la ciudad, recorriendo la calle principal, pasando por el Jardín de la Paz, hasta llegar al Monasterio, todo con la intención de que el pueblo participe de tan sentida y reconocida festividad.

Fue entonces que intervino la Madre Rosa María, quien nos comentó con alegría que además de llevar al Niño Jesús, habría un grupo de personas que llevarían a cuestas al Santísimo Sacramento de Jesús, como nunca se había hecho, ni se había visto, y eso las llenaba de esperanza, de aliento y de gran regocijo, esperando una respuesta en cuanto a la presencia y participación de la ciudadanía.

Ya estando enterados del recorrido y conociendo algo el programa, nos retiramos para dejarlas trabajar; ya tocaría a nosotros estar desde temprano listos para acompañarlas y disfrutar la gran fiesta.

El día domingo nos levantamos temprano, yéndonos a desayunar al mercado de la ciudad y a tomarnos un tecito con nuestra querida prima Chelita. Estuvimos con ella compartiendo recuerdos y anécdotas, hasta que llegada la hora nos retiramos para irnos a la peregrinación.

Como el hotel donde nos hospedamos está junto al estadio, pues no hicimos otra cosa más que acercarnos para observar todos los preparativos y movimientos previos para iniciar nuestro caminar conjunto.

El jolgorio, la alegría, el movimiento de la gente del pueblo que participaría de forma más directa, estaba en todo su esplendor. Unos se dirigían hacia los organizadores, otros a los carros alegóricos, otros más ocupando sus respectivos lugares dentro del orden que tenían establecido.

Había un señor que se movía de un lado a otro, dirigiendo a quienes ya se habían formado, tratando de que todo estuviera listo para cuando se diera la orden de comenzar. Me acerqué a él y le pregunté por el recorrido; amablemente me señaló con su dedo por donde se tendría que transitar. Él todo el tiempo fue al frente del contingente.

Yo no lo conocía, pero fue hasta que estaría iniciando la celebración religiosa, Misa Solemne, cuando me percaté que él era un sacerdote, quien debo decirlo y reconocerlo estuvo todo el tiempo activo y ayudando en todo, así como se escucha, en todo, y créanme que me merece un reconocimiento especial, por su disposición y don de gente que mostraba en todo momento. Si es que la memoria no me falla y todo se encuentra bien, pregunté en su momento cómo se llamaba, y su nombre es el Padre Arnulfo. Mis respetos y admiración para él.

Por fin llegó el momento de avanzar. El primer estandarte que se mostró fue el de la imagen del Niño Jesús en Egipto Desterrado, quien era llevado por dos hombres y dos mujeres. En seguida venía una señorita con el estandarte de la propia Congregación de las Madres Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento. Posterior a ella me alegraba el ver un siguiente grupo de personas portando el estandarte de la Santísima Virgen de Guadalupe.

Fue padre el observar que alumnos y alumnas de una institución educativa estaban participando en tan bonita fiesta, eran jóvenes del Colegio Colón, quienes llevaban su banderín, y siguiéndolos de cerca la banda de guerra de su colegio. Al final de ésta venía la escolta de dicha institución, quienes portaban un estandarte del Niño Jesús.

Metros atrás aparecía un carro alegórico, un camión revestido con tela roja y en cuyo frente estaban la imagen de un cáliz y un corazón; en la plataforma del mismo iban un grupo de niñas y niños escenificando a las religiosas, así como a los angelitos que han estado cerca de ellas.

Un contingente emotivo, representativo y de mayor culto fue el que se presentó cuando un grupo de varones, llevaban en sus hombros al Santísimo Sacramento, mismo que iba acompañado de un grupo de religiosas de la congregación. Una de las religiosas iba tocando todo el tiempo una campana para dar a conocer a todos la presencia de Jesús Sacramentado, para adorarlo y respetar su paso. En el mismo contingente iban mujeres acompañando a las religiosas y otro grupo de hombres para estarse turnando el llevar a cuestas al Señor.

Otro momento trascendente fue el ver en la peregrinación a un grupo de matrimonios, creo que fueron cuatro, quienes llevaban la imagen original del Niño Jesús en Egipto Desterrado, quien se venera en el Monasterio de las Madres Adoratrices. Ellos fungen como padrinos y lo llevan durante todo el recorrido.

El año pasado, cuando estuvimos en la festividad y por igual en el recorrido, quienes fungían como padrinos iban con ropa ordinaria, bien presentados, pero sin nada especial, sin embargo, en esta ocasión no fue así, ya que los padrinos hombres iban de traje negro y las madrinas iban con ropa especial, llamando la atención y dando un tinte diferente a este acto. Me gustó más como lo hicieron en esta ocasión.

De acuerdo con la logística del recorrido se hacía presente un carro de sonido donde iba la Madre Catalina orando con todos los presentes, animando y motivando con vítores la presencia de Jesús, de la Virgen de Guadalupe y del propio Niños Jesús. Bendiciones a la gente del pueblo donde Él mora, decía con devoción la Madre Catalina. Después de este carro de sonido estaba congregada la gente que deseó acompañar en su recorrido a Jesús Niño.

Cuando el recorrido terminó, y llegando al Monasterio, frente a él se encuentra una escuela primaria oficial, misma que fue preparada para que ahí se celebrará la Eucaristía Solemne, quien fue presidida por el Señor Obispo, de quien por desgracia en este momento no recuerdo su nombre, concelebrando el Padre Arnulfo y otro sacerdote.

Terminando la Eucaristía la gente se dirigió a las carpas donde se ofrecerían alimentos para compartir con toda la comunidad jiquilpense, y donde se desarrollarían eventos artísticos y culturales.

Con lo que no contábamos era con un gran aguacero que nos cayó en plena fiesta a la hora de la comida, pero que ni la propia agua, nos pudo “aguar” la festividad pues la gente buscó la forma de no mojarse, de divertirse, y tomar la situación climática como parte de la propia fiesta. Ahí fue donde el Padre Arnulfo se mostró como una persona entrona porque estaba tratando de poner lonas para proteger a las personas que estaban como responsables de puestos para la vendimia.

Todo el día de fue de fiesta. Mi esposa y yo nos retiramos como a eso de las ocho de la noche, que fue cuando amainó un poco la lluvia; los demás aún siguieron disfrutando al Niño Jesús en Egipto Desterrado.

Si en alguna ocasión, ustedes mis amables lectores, tienen el deseo de asistir a dicha festividad, ésta se celebra a mediados del mes de febrero. Ojalá y algún día tengan la oportunidad de conocer al Niño Jesús.

Todas las religiosas participaron de forma entusiasta, pero quiero resaltar la animosidad, la alegría y el rostro sonriente de la Madre Gaby, quien nunca dejó de sonreír, cual debe ser.

Sea bendito, conocido, alabado y siempre amado, el Niño Jesús en Egipto Desterrado. Mis estimados lectores, el Señor les bendiga y les dé su paz.

Armando Hernández Origel

El Maestro de la Seguridad

09 de marzo de 2018


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