/ martes 18 de junio de 2019

SOPA DE LETRAS

A partir del mes de diciembre del año pasado, en que el combate al “huachicoleo” se hizo de frente y comenzaron a caer los ordeñadores del hidrocarburo de tomas clandestinas, por consecuencia los “gérmenes” del crimen organizado mutaron en otro tipo de delito, el secuestro.

Cada vez con mayor frecuencia la sociedad viene doliéndose de los llamados “levantones” a personas que con la finalidad de obtener un lucro indebido por parte de los criminales, exigen a cambio de liberar a su presa una determinada cantidad de dinero, que no baja cuando menos de un millón de pesos, lo tengan o no los familiares de la víctima.

Anteriormente los agraviados por un secuestro eran en su mayoría personas del ámbito empresarial o familiares de éstos, que garantizaran el pago por su liberación, es decir, que tuvieran la capacidad económica suficiente para “pagar” por el rescate. Sin embargo de un tiempo para acá comenzaron en las grandes ciudades a darse los llamados secuestros “exprés” por su –digamos- “breve” duración, y éstos eran perpetrados mayormente por algunos taxistas que se aprovechaban de su propio pasaje despojándoles a mano armada de sus pertenencias y tarjetas de crédito para hacer retiro de efectivo en los cajeros y la duración de tal delito no duraba sino acaso una hora, de ahí que le llamaron “secuestro exprés”.

Pero lo pernicioso del hampa actualmente va más allá. Ahora se están presentado casos en que los secuestradores capturan a su víctima siendo esta cualquier persona, incluso a la más modesta de ellas se la llevan, pues tal parece que piensan que al fin y al cabo será problema de los familiares y amistades del secuestrado de que “hagan la vaquita” para conseguir lo exigido o cuando menos la mayor parte de ello, siendo por lo general una fuerte cantidad de dinero para su liberación.

¡Ah!, y en esto último obviamente no hay garantía de que les sea devuelto su familiar con vida; no existe seguridad de que este tipo de individuos vayan a tener palabra para respetar “el acuerdo” de que al entregarles el dinero les sea devuelto sano y salvo el cautivo. De los más recientes casos de esto lo tenemos con Norberto Ronquillo estudiante de la Universidad de Pedregal en la ciudad de México en que a pesar de que sus familiares pagaron por su liberación nada más ni nada menos que quinientos mil pesos, sin embargo sus captores alejados de la más mínima conciencia de humanidad cegaron su vida.

La situación se agrava por la sociedad al no denunciar inmediatamente cuando son víctimas de un secuestro, pues la primera de las exigencias de éstos criminales es precisamente la de que no den parte a las Autoridades so pena de aniquilar a la víctima principal.

El Estado de Guanajuato, en otrora tiempo entidad federativa donde se respiraba paz y armonía entre sus habitantes, hoy por hoy se reciente fuertemente de temor, angustia, miedo, sicosis y sobre todo del número de secuestrados que en este preciso momento están siendo objeto. oem-elsol-de-irapuato@hotmail.com

A partir del mes de diciembre del año pasado, en que el combate al “huachicoleo” se hizo de frente y comenzaron a caer los ordeñadores del hidrocarburo de tomas clandestinas, por consecuencia los “gérmenes” del crimen organizado mutaron en otro tipo de delito, el secuestro.

Cada vez con mayor frecuencia la sociedad viene doliéndose de los llamados “levantones” a personas que con la finalidad de obtener un lucro indebido por parte de los criminales, exigen a cambio de liberar a su presa una determinada cantidad de dinero, que no baja cuando menos de un millón de pesos, lo tengan o no los familiares de la víctima.

Anteriormente los agraviados por un secuestro eran en su mayoría personas del ámbito empresarial o familiares de éstos, que garantizaran el pago por su liberación, es decir, que tuvieran la capacidad económica suficiente para “pagar” por el rescate. Sin embargo de un tiempo para acá comenzaron en las grandes ciudades a darse los llamados secuestros “exprés” por su –digamos- “breve” duración, y éstos eran perpetrados mayormente por algunos taxistas que se aprovechaban de su propio pasaje despojándoles a mano armada de sus pertenencias y tarjetas de crédito para hacer retiro de efectivo en los cajeros y la duración de tal delito no duraba sino acaso una hora, de ahí que le llamaron “secuestro exprés”.

Pero lo pernicioso del hampa actualmente va más allá. Ahora se están presentado casos en que los secuestradores capturan a su víctima siendo esta cualquier persona, incluso a la más modesta de ellas se la llevan, pues tal parece que piensan que al fin y al cabo será problema de los familiares y amistades del secuestrado de que “hagan la vaquita” para conseguir lo exigido o cuando menos la mayor parte de ello, siendo por lo general una fuerte cantidad de dinero para su liberación.

¡Ah!, y en esto último obviamente no hay garantía de que les sea devuelto su familiar con vida; no existe seguridad de que este tipo de individuos vayan a tener palabra para respetar “el acuerdo” de que al entregarles el dinero les sea devuelto sano y salvo el cautivo. De los más recientes casos de esto lo tenemos con Norberto Ronquillo estudiante de la Universidad de Pedregal en la ciudad de México en que a pesar de que sus familiares pagaron por su liberación nada más ni nada menos que quinientos mil pesos, sin embargo sus captores alejados de la más mínima conciencia de humanidad cegaron su vida.

La situación se agrava por la sociedad al no denunciar inmediatamente cuando son víctimas de un secuestro, pues la primera de las exigencias de éstos criminales es precisamente la de que no den parte a las Autoridades so pena de aniquilar a la víctima principal.

El Estado de Guanajuato, en otrora tiempo entidad federativa donde se respiraba paz y armonía entre sus habitantes, hoy por hoy se reciente fuertemente de temor, angustia, miedo, sicosis y sobre todo del número de secuestrados que en este preciso momento están siendo objeto. oem-elsol-de-irapuato@hotmail.com