/ sábado 3 de noviembre de 2018

Si en este momento me fuera...

Si en este momento me pasaportaran para el otro lado, o colgara los tenis, o más claro, si me muriera, no sería yo un verdadero desconocido en el otro mundo. Ya son muchos los que me conocieron y que se me han adelantado y que mientras estuvieron aquí, hicimos muy buenas migas, tanto así que seguramente me darían una muy cordial bienvenida.

El problema es que yo no tengo planes de brincar para allá, y por eso, digo igual que decía mi abuelo: “Yo de pend… me muero” pero, pos de nada le valió; se fue… se lo llevó la huesuda.

Mientras más tiempo vive uno, más va teniendo cuates y familiares que se le van adelantando; así tengo yo a mi señor padre allá… con Diosito, y de recuerdos con él… un montón… y de los buenos, eso sí! De mis abuelos, pocos, muy pocos recuerdos, pero de mis abuelas, esos sí, muchos, quizá de los mejores. Especialmente de mi abuela paterna agradezco muchas enseñanzas que obtuve con sobrada pedagogía, al fin maestra de primaria toda su vida, pero sobre todo, me entregó tenazmente un arma que me serviría para toda la vida: la religión católica; y de la abuela materna su firmeza de carácter.

Mi tía abuela Petra, maestra también me enseño a saber… mejor aún, a comprender las sumas y restas. Me empeñe en que me compraran un muñeco, vamos, un supermán. Costaba ochenta pesos, me dio un billete de cien mientras aguardó a que yo entrara corriendo a la hoy desaparecida Comercial Mexicana por el juguete. Así lo hice, pagué, y recibí el cambio sin contarlo, bah…! Eso no interesaba pues lo importante era el supermán, y ya lo tenía en mis manos; regresé con mi tía entregándole su cambio. Pero vinieron las preguntas inquietas para mí, para un escuincle de seis años. ¿Cuánto te costó el muñeco ese? Inmediatamente supe la respuesta… ochenta pesos. Pero vino la segunda: ¿Cuánto te dieron de cambio? Ahí si no supe, pues ni lo había contado. La respuesta correcta ella sabiamente hizo que la dedujera al preguntarme el precio del mono y la denominación del billete con que había pagado… y el resto faltante eran veinte pesos, eso era EL CAMBIO!!! Dios le tenga en su Santa Gloria.

¿Cómo olvidar a mi primogénito? Bebé que no pudo seguir viviendo en este mundo, pero que dejó hondo recuerdo de su existir por el mismo.

Mi primillo Fernandito, que de igual manera no llegó a más edad que la de insipiente adolecente y que no alcancé a llevarle al Hospital de la ciudad de León pese a los 180 km por hora en que viajábamos, pues su alma fue entregada al creador específicamente en la entrada de esa ciudad, en la estación de bomberos a mayor velocidad que la de mi automóvil.

Mi suegra doña Lupe, también está por allá; mis primas Marce Villanueva, Pilar Guinea, Chucho “El Popo” Duarte, Alex de la Vega padre e hijo. Éste último pasaba siendo un niño por mí y nos íbamos a las maquinitas a jugar, a gastarnos todo su dinero y el mío. Lucy Duarte su mamá le daba las monedas y nosotros nos las gastábamos en las primeras maquinitas que hubo, en la Av. Ejército Nacional.

Muchos, muchos son mis cuates y parientes que se me han adelantado y que seguramente algún día nos encontraremos para seguir echando relajo, pero ya en otro plano… es decir espiritualmente; y para llegar hasta allá, hay que ir bien confesaditos, pero aprovechando, no quisiera yo confesarme con sacerdotes faltos de educación y de respeto como el P. Luis Esteban Zavala González que oficia en el templo del Hospitalito de nuestra ciudad, pues, aunque la boda de mi hija salió todo de lujo, el prietito en el arroz fue que este sacerdote una vez que termino la santa misa, estuvo corriendo majaderamente del templo a mis invitados ordenándoles que se salieran por la puerta lateral con el pretexto de que seguía otra boda. Entonces ¿pa” qué se tardó tanto en la homilía? oem-elsol-de-irapuato@hotmail.com


Si en este momento me pasaportaran para el otro lado, o colgara los tenis, o más claro, si me muriera, no sería yo un verdadero desconocido en el otro mundo. Ya son muchos los que me conocieron y que se me han adelantado y que mientras estuvieron aquí, hicimos muy buenas migas, tanto así que seguramente me darían una muy cordial bienvenida.

El problema es que yo no tengo planes de brincar para allá, y por eso, digo igual que decía mi abuelo: “Yo de pend… me muero” pero, pos de nada le valió; se fue… se lo llevó la huesuda.

Mientras más tiempo vive uno, más va teniendo cuates y familiares que se le van adelantando; así tengo yo a mi señor padre allá… con Diosito, y de recuerdos con él… un montón… y de los buenos, eso sí! De mis abuelos, pocos, muy pocos recuerdos, pero de mis abuelas, esos sí, muchos, quizá de los mejores. Especialmente de mi abuela paterna agradezco muchas enseñanzas que obtuve con sobrada pedagogía, al fin maestra de primaria toda su vida, pero sobre todo, me entregó tenazmente un arma que me serviría para toda la vida: la religión católica; y de la abuela materna su firmeza de carácter.

Mi tía abuela Petra, maestra también me enseño a saber… mejor aún, a comprender las sumas y restas. Me empeñe en que me compraran un muñeco, vamos, un supermán. Costaba ochenta pesos, me dio un billete de cien mientras aguardó a que yo entrara corriendo a la hoy desaparecida Comercial Mexicana por el juguete. Así lo hice, pagué, y recibí el cambio sin contarlo, bah…! Eso no interesaba pues lo importante era el supermán, y ya lo tenía en mis manos; regresé con mi tía entregándole su cambio. Pero vinieron las preguntas inquietas para mí, para un escuincle de seis años. ¿Cuánto te costó el muñeco ese? Inmediatamente supe la respuesta… ochenta pesos. Pero vino la segunda: ¿Cuánto te dieron de cambio? Ahí si no supe, pues ni lo había contado. La respuesta correcta ella sabiamente hizo que la dedujera al preguntarme el precio del mono y la denominación del billete con que había pagado… y el resto faltante eran veinte pesos, eso era EL CAMBIO!!! Dios le tenga en su Santa Gloria.

¿Cómo olvidar a mi primogénito? Bebé que no pudo seguir viviendo en este mundo, pero que dejó hondo recuerdo de su existir por el mismo.

Mi primillo Fernandito, que de igual manera no llegó a más edad que la de insipiente adolecente y que no alcancé a llevarle al Hospital de la ciudad de León pese a los 180 km por hora en que viajábamos, pues su alma fue entregada al creador específicamente en la entrada de esa ciudad, en la estación de bomberos a mayor velocidad que la de mi automóvil.

Mi suegra doña Lupe, también está por allá; mis primas Marce Villanueva, Pilar Guinea, Chucho “El Popo” Duarte, Alex de la Vega padre e hijo. Éste último pasaba siendo un niño por mí y nos íbamos a las maquinitas a jugar, a gastarnos todo su dinero y el mío. Lucy Duarte su mamá le daba las monedas y nosotros nos las gastábamos en las primeras maquinitas que hubo, en la Av. Ejército Nacional.

Muchos, muchos son mis cuates y parientes que se me han adelantado y que seguramente algún día nos encontraremos para seguir echando relajo, pero ya en otro plano… es decir espiritualmente; y para llegar hasta allá, hay que ir bien confesaditos, pero aprovechando, no quisiera yo confesarme con sacerdotes faltos de educación y de respeto como el P. Luis Esteban Zavala González que oficia en el templo del Hospitalito de nuestra ciudad, pues, aunque la boda de mi hija salió todo de lujo, el prietito en el arroz fue que este sacerdote una vez que termino la santa misa, estuvo corriendo majaderamente del templo a mis invitados ordenándoles que se salieran por la puerta lateral con el pretexto de que seguía otra boda. Entonces ¿pa” qué se tardó tanto en la homilía? oem-elsol-de-irapuato@hotmail.com