/ sábado 25 de mayo de 2019

Nuestras relaciones

¿Te has puesto a pensar por qué las relaciones entre personas pueden llegar a ser destructivas?, y a su vez, te has preguntado ¿si esto debe ser así?.


Todos entablamos relaciones, comenzando con los más allegados a nuestro círculo familiar y posteriormente con los que llegamos a tener contacto a lo largo de nuestra vida. La diferencia es que hay quienes desarrollan buenas relaciones y hay quienes tienen malas relaciones, lo cual no te lo voy a decir yo, porque tú y yo sabemos cómo están nuestras relaciones, de manera especial con los más cercanos.

Al hablar de relaciones, debemos considerar que tener una identidad propia es un factor determinante en la calidad de nuestras relaciones, ya que cuando carecemos de ella, tomamos máscaras que usamos ante los demás, es decir, la manera de cómo queremos que los demás nos perciban, va desde proyectar lo que creemos que las personas quieren ver de nosotros, lo que queremos que otros vean de nosotros y lo que realmente damos a conocer de nosotros cuando estamos bajo presión, esta última proyección es lo que realmente descubre lo que hay en nuestro corazón y finalmente refleja nuestro verdadero comportamiento.

En su gran mayoría las personas no son conscientes de con qué facilidad cambian de máscaras, y esto lo arrastramos en nuestras relaciones, porque de la manera cómo nos percibimos es cómo llegamos a percibir a las personas que nos rodean.

Si sanamos de todo aquello que nos roba una identidad propia, entonces podremos tener comprensión hacia los demás, aprendemos a verlos con ojos y mente comprensivos, lo cual nos permitirá buscar en las personas lo mejor de ellas, elevando así la calidad de nuestras relaciones interpersonales.

Por otro lado, la ausencia de una identidad propia no permitirá que nos sacudamos las múltiples máscaras que proyectamos, y esto nos llevará a percibir de manera equivocada a los demás, enfocándonos en lo peor de ellas.

Existe un principio que dice que las personas atraemos a quienes son de nuestro mismo comportamiento, si lo que deseamos es que los demás sean comprensivos, amables, responsables, sensatos, justos, honestos, dignos, etc. entonces, yo debo serlo primero en mis relaciones con los demás, y para lograrlo, debo comenzar analizando dónde tengo puesta la base de mi identidad.

En la actualidad hay varias bases donde las personas ponen su identidad: la basan en su aspecto externo, el éxito económico, el académico, en la aceptación y reconocimiento social, etc. Sin embargo, estas bases son resbaladizas porque la persona llega a desplomarse cuando no las alcanza o las llega a perder.

En cambio, la base de la identidad propia que encontramos en el documento bíblico es la siguiente: “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn 1:27), esta base es sólida para conocernos a nosotros mismos y aprender a desarrollar sanas relaciones con los demás. Aunque hay quienes se burlan de esto, la realidad es que a ellos les tocará comprobar cuál base distinta a esta, ha podido dar al ser humano una identidad propia que sea sólida, genuina, duradera, y que dé verdadero sentido de propósito y bienestar a la persona y a su sociedad.

La buena calidad de nuestras relaciones interpersonales dependerá en gran medida de la comprensión y firmeza que tengamos en esta base sólida para desarrollar una identidad propia, así como en la aplicación que hagamos de la siguiente regla de oro:

Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas.” (Mateo 7:12)

Favor de enviar todo comentario a los siguientes sitios sociales, blog: metamorfosiscultural.wordpress.com; facebook, twitter, YouTube: Metamorfosis Cultural ó si deseas comentar más ampliamente puedes hacerlo al correo: metamorfosiscultural2016@gmail.com Gracias.

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Artículo escrito por: Alejandra Pimentel Sánchez. Licenciada en Ciencias de la Familia.



¿Te has puesto a pensar por qué las relaciones entre personas pueden llegar a ser destructivas?, y a su vez, te has preguntado ¿si esto debe ser así?.


Todos entablamos relaciones, comenzando con los más allegados a nuestro círculo familiar y posteriormente con los que llegamos a tener contacto a lo largo de nuestra vida. La diferencia es que hay quienes desarrollan buenas relaciones y hay quienes tienen malas relaciones, lo cual no te lo voy a decir yo, porque tú y yo sabemos cómo están nuestras relaciones, de manera especial con los más cercanos.

Al hablar de relaciones, debemos considerar que tener una identidad propia es un factor determinante en la calidad de nuestras relaciones, ya que cuando carecemos de ella, tomamos máscaras que usamos ante los demás, es decir, la manera de cómo queremos que los demás nos perciban, va desde proyectar lo que creemos que las personas quieren ver de nosotros, lo que queremos que otros vean de nosotros y lo que realmente damos a conocer de nosotros cuando estamos bajo presión, esta última proyección es lo que realmente descubre lo que hay en nuestro corazón y finalmente refleja nuestro verdadero comportamiento.

En su gran mayoría las personas no son conscientes de con qué facilidad cambian de máscaras, y esto lo arrastramos en nuestras relaciones, porque de la manera cómo nos percibimos es cómo llegamos a percibir a las personas que nos rodean.

Si sanamos de todo aquello que nos roba una identidad propia, entonces podremos tener comprensión hacia los demás, aprendemos a verlos con ojos y mente comprensivos, lo cual nos permitirá buscar en las personas lo mejor de ellas, elevando así la calidad de nuestras relaciones interpersonales.

Por otro lado, la ausencia de una identidad propia no permitirá que nos sacudamos las múltiples máscaras que proyectamos, y esto nos llevará a percibir de manera equivocada a los demás, enfocándonos en lo peor de ellas.

Existe un principio que dice que las personas atraemos a quienes son de nuestro mismo comportamiento, si lo que deseamos es que los demás sean comprensivos, amables, responsables, sensatos, justos, honestos, dignos, etc. entonces, yo debo serlo primero en mis relaciones con los demás, y para lograrlo, debo comenzar analizando dónde tengo puesta la base de mi identidad.

En la actualidad hay varias bases donde las personas ponen su identidad: la basan en su aspecto externo, el éxito económico, el académico, en la aceptación y reconocimiento social, etc. Sin embargo, estas bases son resbaladizas porque la persona llega a desplomarse cuando no las alcanza o las llega a perder.

En cambio, la base de la identidad propia que encontramos en el documento bíblico es la siguiente: “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn 1:27), esta base es sólida para conocernos a nosotros mismos y aprender a desarrollar sanas relaciones con los demás. Aunque hay quienes se burlan de esto, la realidad es que a ellos les tocará comprobar cuál base distinta a esta, ha podido dar al ser humano una identidad propia que sea sólida, genuina, duradera, y que dé verdadero sentido de propósito y bienestar a la persona y a su sociedad.

La buena calidad de nuestras relaciones interpersonales dependerá en gran medida de la comprensión y firmeza que tengamos en esta base sólida para desarrollar una identidad propia, así como en la aplicación que hagamos de la siguiente regla de oro:

Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas.” (Mateo 7:12)

Favor de enviar todo comentario a los siguientes sitios sociales, blog: metamorfosiscultural.wordpress.com; facebook, twitter, YouTube: Metamorfosis Cultural ó si deseas comentar más ampliamente puedes hacerlo al correo: metamorfosiscultural2016@gmail.com Gracias.

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Artículo escrito por: Alejandra Pimentel Sánchez. Licenciada en Ciencias de la Familia.