/ viernes 29 de abril de 2022

“No somos ilegales”

En el 2015, Donald Trump inició su campaña presidencial y desde el primer día dejó claro cuál sería su política con los migrantes (sobre todo con los mexicanos): “Cuando México envía a su gente, no nos mandan a los mejores. Nos mandan gente con un montón de problemas, que traen drogas, crimen y son violadores”.

Estas palabras darían vida a un mandato en el que, lamentablemente, este tipo de discursos vinculaban a la migración con la seguridad de Estados Unidos. No obstante, se trata de expresiones que demuestran un nivel de intolerancia y discriminación de personas como Trump que, paradójicamente, tiene en sus venas sangre migrante alemana.

Si bien la movilización de personas conlleva una serie de fenómenos económicos, culturales, de salud y seguridad, no existe algún análisis o reporte que demuestre una correlación entre la migración y los índices de criminalidad en los países receptores.

En un estudio realizado en Estados Unidos por la American Immigration Law Foundation se encontró que no existe tal relación -- ¡la tasa de encarcelamiento de hombres entre 18 y 39 años fue cinco veces mayor entre los estadounidenses que entre los extranjeros!

El tema de seguridad siempre ha sido uno de los más relevantes para las naciones. Los hechos terroristas del 2001 en las Torres Gemelas de New York terminaron de generar una paranoia global. En este contexto, la legislación migratoria en Estados Unidos se enfocó en radicalizar las medidas de control para evitar la entrada de “terroristas”.

Esto motivó a grupos extremistas como los Texas Minutemen a “cuidar” su frontera de extranjeros “criminales”. No obstante, los migrantes no entran en esta categoría por su condición de indocumentados como lo hacen ver los extremistas, ya que su falta es únicamente administrativa según defensores de los derechos de migrantes.

En contra parte, si un estadounidense permanece más tiempo en la nación mexicana (máximo seis meses) el Instituto Nacional de Migracion de México le cobra únicamente una multa “administrativa” de poco más de cinco mil pesos. En ningún momento se le tacha de criminal.

Veamos la otra cara de la moneda. No olvidemos que los migrantes salen de sus lugares de origen por varias causas incluyendo la falta de oportunidades, golpes de estado, catástrofes naturales, violencia … inseguridad. Y si a eso le sumamos que durante su movilización sufren amenazas y riesgos muy graves (sobre todo las mujeres y los menores de edad), como extorsiones, secuestros y todo tipo de agresiones, los migrantes más que ser una amenaza se convierten en víctimas.

Los especialistas Luis Herrera-Laso y Juan B. Artola, analizan en su ensayo titulado Migración y seguridad: dilemas e interrogantes que esta noción de que el migrante idocumentado por su sola condición de irregularidad se involucra en actividades ilícitas, no tiene soporte documental ni empírico. En cambio, enfatizan que la vulnerabilidad asociada a su condición irregular hace a los migrantes más fácilmente víctimas que victimarios.

Ante esta tesis surge una pregunta: ¿qué es más importante en temas de seguridad, integrar/regulirazar a los migrantes en los países de destino o redefinir las condiciones de ingreso en las fronteras? Los gobiernos y legisladores no se ponen de acuerdo para dar una respuesta contundente. Lo que sí sabemos es que ambas acciones son urgentes.

En este sentido, resulta fundametal la agenda bilateral entre México y Estados Unidos. Primeramente hay que generar condiciones de desarrollo en nuestro país que inhiban la necesidad de expulsión de más connacionales y, en segundo lugar, hay que impulsar una Reforma Migratoria en la Unión Americana que regularice a los millones de indocumentados.

Estas acciones en conjunto darían un marco legal que permitiría a los migrantes ser tratados por el cumplimiento de una ley que los contempla y no por prejuicios mal encausados.

Como lo he descrito en artículos anteriores, los migrantes no sólo han demostrado su valor en cuanto a su aporte económico y cultural, también hacen una labor comunitaria muy importante. A diferencia de grupos como el Minute Men, organizaciones como la California Human Development, de documentados e indocumentados, por más de cincuenta años ha apoyado a trabajadores agrícolas (la mayoría migrantes mexicanos) a salir de ambientes de violencia y rescatar a pandilleros para integrarlos a la vida laboral.

Esta asociación ayuda a 25 mil personas al año para alcanzar el “sueño americano”, ése que algunos como nuestro “amigo” Trump, se han empecinado en describir como una pesadilla en la que siempre resultan ser los “patriotas americanos” los buenos de la película. En contraste, los migrantes se suman a la voz del artista gráfico Carlos A. Cortez, quien en una de sus principales obras acuñó la frase: De la tierra somos, no somos ilegales.

En el 2015, Donald Trump inició su campaña presidencial y desde el primer día dejó claro cuál sería su política con los migrantes (sobre todo con los mexicanos): “Cuando México envía a su gente, no nos mandan a los mejores. Nos mandan gente con un montón de problemas, que traen drogas, crimen y son violadores”.

Estas palabras darían vida a un mandato en el que, lamentablemente, este tipo de discursos vinculaban a la migración con la seguridad de Estados Unidos. No obstante, se trata de expresiones que demuestran un nivel de intolerancia y discriminación de personas como Trump que, paradójicamente, tiene en sus venas sangre migrante alemana.

Si bien la movilización de personas conlleva una serie de fenómenos económicos, culturales, de salud y seguridad, no existe algún análisis o reporte que demuestre una correlación entre la migración y los índices de criminalidad en los países receptores.

En un estudio realizado en Estados Unidos por la American Immigration Law Foundation se encontró que no existe tal relación -- ¡la tasa de encarcelamiento de hombres entre 18 y 39 años fue cinco veces mayor entre los estadounidenses que entre los extranjeros!

El tema de seguridad siempre ha sido uno de los más relevantes para las naciones. Los hechos terroristas del 2001 en las Torres Gemelas de New York terminaron de generar una paranoia global. En este contexto, la legislación migratoria en Estados Unidos se enfocó en radicalizar las medidas de control para evitar la entrada de “terroristas”.

Esto motivó a grupos extremistas como los Texas Minutemen a “cuidar” su frontera de extranjeros “criminales”. No obstante, los migrantes no entran en esta categoría por su condición de indocumentados como lo hacen ver los extremistas, ya que su falta es únicamente administrativa según defensores de los derechos de migrantes.

En contra parte, si un estadounidense permanece más tiempo en la nación mexicana (máximo seis meses) el Instituto Nacional de Migracion de México le cobra únicamente una multa “administrativa” de poco más de cinco mil pesos. En ningún momento se le tacha de criminal.

Veamos la otra cara de la moneda. No olvidemos que los migrantes salen de sus lugares de origen por varias causas incluyendo la falta de oportunidades, golpes de estado, catástrofes naturales, violencia … inseguridad. Y si a eso le sumamos que durante su movilización sufren amenazas y riesgos muy graves (sobre todo las mujeres y los menores de edad), como extorsiones, secuestros y todo tipo de agresiones, los migrantes más que ser una amenaza se convierten en víctimas.

Los especialistas Luis Herrera-Laso y Juan B. Artola, analizan en su ensayo titulado Migración y seguridad: dilemas e interrogantes que esta noción de que el migrante idocumentado por su sola condición de irregularidad se involucra en actividades ilícitas, no tiene soporte documental ni empírico. En cambio, enfatizan que la vulnerabilidad asociada a su condición irregular hace a los migrantes más fácilmente víctimas que victimarios.

Ante esta tesis surge una pregunta: ¿qué es más importante en temas de seguridad, integrar/regulirazar a los migrantes en los países de destino o redefinir las condiciones de ingreso en las fronteras? Los gobiernos y legisladores no se ponen de acuerdo para dar una respuesta contundente. Lo que sí sabemos es que ambas acciones son urgentes.

En este sentido, resulta fundametal la agenda bilateral entre México y Estados Unidos. Primeramente hay que generar condiciones de desarrollo en nuestro país que inhiban la necesidad de expulsión de más connacionales y, en segundo lugar, hay que impulsar una Reforma Migratoria en la Unión Americana que regularice a los millones de indocumentados.

Estas acciones en conjunto darían un marco legal que permitiría a los migrantes ser tratados por el cumplimiento de una ley que los contempla y no por prejuicios mal encausados.

Como lo he descrito en artículos anteriores, los migrantes no sólo han demostrado su valor en cuanto a su aporte económico y cultural, también hacen una labor comunitaria muy importante. A diferencia de grupos como el Minute Men, organizaciones como la California Human Development, de documentados e indocumentados, por más de cincuenta años ha apoyado a trabajadores agrícolas (la mayoría migrantes mexicanos) a salir de ambientes de violencia y rescatar a pandilleros para integrarlos a la vida laboral.

Esta asociación ayuda a 25 mil personas al año para alcanzar el “sueño americano”, ése que algunos como nuestro “amigo” Trump, se han empecinado en describir como una pesadilla en la que siempre resultan ser los “patriotas americanos” los buenos de la película. En contraste, los migrantes se suman a la voz del artista gráfico Carlos A. Cortez, quien en una de sus principales obras acuñó la frase: De la tierra somos, no somos ilegales.