/ domingo 31 de octubre de 2021

“Miserere di me”: literatura sepulcral

De la Grecia arcaica proceden los primeros cantos de duelo, las odas elegíacas -originalmente escritas en jonio- a las que la lira y, sobre todo, la doliente flauta acompañaba, como fue el caso de las obras de Arquíloco, Calino y Tirteo. Género literario de enorme emotividad que llevó a Roma el dramaturgo y poeta Quinto Ennio, hasta llegar a ser cultivada en la península ibérica, un milenio después, por poetas como Jorge Manrique, Juan Boscán y Garcilaso de la Vega, gracias a la influencia de Dante del que abrevaron por la vía petrarquesca y que hacia el XVIII, en pleno auge del neoclasicismo, comenzó a revivir.


Inglaterra fue el primer escenario en el que el género elegíaco renació y entre los primeros poetas destacaron Hammond, Edward Young, Richard Blair, James Hervey y Thomas Gray, el autor de “Elegy written in a Country Churchyard”, cuyas odas fúnebres comenzaron a ser difundidas a través de publicaciones periódicas. Era el inicio de una nueva corriente elegíaca: la poesía de las tumbas, cuyo furor pasó a Francia, donde autores como Aimé Feutry, Charles-Pierre Colardeau, Jacques Delille, Auguste Creuzé de Lesser, René de Chateaubriand, Gabriel Legouvé, Emanuele Claudio Pastoret, André Peynières y Paul d'Olivier hicieron suya la tendencia fúnebre.


Sin embargo, aún faltaba por arribar la obra de un poeta. Éste vendría de la República de Venecia. Su nombre: Ugo Foscolo, véneto por su padre y griego por su madre, que nació en 1778 en la isla de Zante. Lector asiduo, tanto de clásicos griegos como latinos, así como de autores modernos y extranjeros, Foscolo fue alma fecunda en la que germinaron ideas libertarias inspiradas en el pensamiento revolucionario francés, particularmente jacobino, al grado que pronto sus escritos fueron palestra en la que se propagaron ávidamente las nuevas ideas republicanas de libertad y justicia.


No obstante, el 17 de octubre de 1797, a raíz de la firma del Tratado de Campoformio por el que la mitad de Venecia pasaba bajo el control hegemónico del imperio austríaco, Foscolo se sentirá traicionado por Napoleón, a quien había dedicado su oda “Bonaparte liberatore”, pasando de la admiración a la reprobación, terriblemente desilusionado. Producto de ello será su obra “Ultime lettere”, considerada por la crítica literaria la primera novela moderna de la literatura italiana, en la que denuncia dichos acuerdos. Nunca se consolará de la sumisión itálica a ningún gobierno extranjero, tal y como lo expresa en sus “Discorsi sulla servitù d'Italia” y en “Ipercalisse”, elaborada en contra de los adversarios políticos y literarios de su patria. El exilio es lo que le resta y en 1827 muere, rodeado de pobreza y soledad.


Enorme era su ardor patriótico, pero aún más grande la sensibilidad su alma de artista. De este último periodo corresponderá su poema”Dei Sepolcri”, compuesto entre 1806 y 1807, obra cúlmine de la poesía sepulcral europea. En ella encontraremos el mito personal foscoliano de la tumba sin luto en el exilio como símbolo de fracaso vital. Sus primeros noventa versos tratarán de la utilidad de las sepulturas y de los ritos fúnebres en tanto ligamen entre vivos y muertos; los siguientes sesenta versos describen algunas tradiciones mortuorias; los setenta versos que continúan exaltan el significado público y privado de la muerte, en tanto que en los últimos versos el autor subraya la importancia y el valor de la poesía como medio de exaltación, más allá de las tumbas, de la virtud de los difuntos en memoria de la comunidad. Foscolo, como Legouvé en Francia, habrá de exigir respeto por las tumbras, sobre todo luego de un periodo en el cual éstas habían sido objeto de profanación por los radicales revolucionarios. Las influencias temáticas estaban en el ambiente vibrantes, el contexto prerromántico era proclive y Foscolo lo asumió con su mayor pasión.


Al final, más allá de la desafortunada vida que enfrentó tanto en el amor, como en la infructuosa lucha política, y aún había tenido como amiga siempre fiel a la depresión, el poeta Ugo Foscolo terminó convirtiéndose en un paradigma del movimiento para revalorar la historia, la lengua y la cultura de lo que un día habría de ser la nación italiana, pero su voz, a diferencia de la que otorgó a su personaje Jacopo Ortis en su texto “Ultime lettere”, no caería en el vacío. Su estro vivificador fue finalmente escuchado y sus ecos recogidos como fuente de inspiración para los italianos (en particular la sociedad secreta de los que se llamarían “carbonari”) que los invocaron para exaltación de su propia historia, en franca y abierta oposición contra los excesos y abusos del poder.


Su objetivo: la defensa de su patria, de su patrimonio histórico y cultural como baluarte común para alcanzar la unidad y la independencia de la península itálica políticamente desmembrada y que sólo se unificaría gracias al triunfo del movimiento “risorgimentale”.


“Miserere di me”, dijo Dante a Virgilio. A Foscolo le digo: ¡que tu fe y amor inquebrantable por la Patria nos inspiren!


bettyzanolli@gmail.com


@BettyZanolli

De la Grecia arcaica proceden los primeros cantos de duelo, las odas elegíacas -originalmente escritas en jonio- a las que la lira y, sobre todo, la doliente flauta acompañaba, como fue el caso de las obras de Arquíloco, Calino y Tirteo. Género literario de enorme emotividad que llevó a Roma el dramaturgo y poeta Quinto Ennio, hasta llegar a ser cultivada en la península ibérica, un milenio después, por poetas como Jorge Manrique, Juan Boscán y Garcilaso de la Vega, gracias a la influencia de Dante del que abrevaron por la vía petrarquesca y que hacia el XVIII, en pleno auge del neoclasicismo, comenzó a revivir.


Inglaterra fue el primer escenario en el que el género elegíaco renació y entre los primeros poetas destacaron Hammond, Edward Young, Richard Blair, James Hervey y Thomas Gray, el autor de “Elegy written in a Country Churchyard”, cuyas odas fúnebres comenzaron a ser difundidas a través de publicaciones periódicas. Era el inicio de una nueva corriente elegíaca: la poesía de las tumbas, cuyo furor pasó a Francia, donde autores como Aimé Feutry, Charles-Pierre Colardeau, Jacques Delille, Auguste Creuzé de Lesser, René de Chateaubriand, Gabriel Legouvé, Emanuele Claudio Pastoret, André Peynières y Paul d'Olivier hicieron suya la tendencia fúnebre.


Sin embargo, aún faltaba por arribar la obra de un poeta. Éste vendría de la República de Venecia. Su nombre: Ugo Foscolo, véneto por su padre y griego por su madre, que nació en 1778 en la isla de Zante. Lector asiduo, tanto de clásicos griegos como latinos, así como de autores modernos y extranjeros, Foscolo fue alma fecunda en la que germinaron ideas libertarias inspiradas en el pensamiento revolucionario francés, particularmente jacobino, al grado que pronto sus escritos fueron palestra en la que se propagaron ávidamente las nuevas ideas republicanas de libertad y justicia.


No obstante, el 17 de octubre de 1797, a raíz de la firma del Tratado de Campoformio por el que la mitad de Venecia pasaba bajo el control hegemónico del imperio austríaco, Foscolo se sentirá traicionado por Napoleón, a quien había dedicado su oda “Bonaparte liberatore”, pasando de la admiración a la reprobación, terriblemente desilusionado. Producto de ello será su obra “Ultime lettere”, considerada por la crítica literaria la primera novela moderna de la literatura italiana, en la que denuncia dichos acuerdos. Nunca se consolará de la sumisión itálica a ningún gobierno extranjero, tal y como lo expresa en sus “Discorsi sulla servitù d'Italia” y en “Ipercalisse”, elaborada en contra de los adversarios políticos y literarios de su patria. El exilio es lo que le resta y en 1827 muere, rodeado de pobreza y soledad.


Enorme era su ardor patriótico, pero aún más grande la sensibilidad su alma de artista. De este último periodo corresponderá su poema”Dei Sepolcri”, compuesto entre 1806 y 1807, obra cúlmine de la poesía sepulcral europea. En ella encontraremos el mito personal foscoliano de la tumba sin luto en el exilio como símbolo de fracaso vital. Sus primeros noventa versos tratarán de la utilidad de las sepulturas y de los ritos fúnebres en tanto ligamen entre vivos y muertos; los siguientes sesenta versos describen algunas tradiciones mortuorias; los setenta versos que continúan exaltan el significado público y privado de la muerte, en tanto que en los últimos versos el autor subraya la importancia y el valor de la poesía como medio de exaltación, más allá de las tumbas, de la virtud de los difuntos en memoria de la comunidad. Foscolo, como Legouvé en Francia, habrá de exigir respeto por las tumbras, sobre todo luego de un periodo en el cual éstas habían sido objeto de profanación por los radicales revolucionarios. Las influencias temáticas estaban en el ambiente vibrantes, el contexto prerromántico era proclive y Foscolo lo asumió con su mayor pasión.


Al final, más allá de la desafortunada vida que enfrentó tanto en el amor, como en la infructuosa lucha política, y aún había tenido como amiga siempre fiel a la depresión, el poeta Ugo Foscolo terminó convirtiéndose en un paradigma del movimiento para revalorar la historia, la lengua y la cultura de lo que un día habría de ser la nación italiana, pero su voz, a diferencia de la que otorgó a su personaje Jacopo Ortis en su texto “Ultime lettere”, no caería en el vacío. Su estro vivificador fue finalmente escuchado y sus ecos recogidos como fuente de inspiración para los italianos (en particular la sociedad secreta de los que se llamarían “carbonari”) que los invocaron para exaltación de su propia historia, en franca y abierta oposición contra los excesos y abusos del poder.


Su objetivo: la defensa de su patria, de su patrimonio histórico y cultural como baluarte común para alcanzar la unidad y la independencia de la península itálica políticamente desmembrada y que sólo se unificaría gracias al triunfo del movimiento “risorgimentale”.


“Miserere di me”, dijo Dante a Virgilio. A Foscolo le digo: ¡que tu fe y amor inquebrantable por la Patria nos inspiren!


bettyzanolli@gmail.com


@BettyZanolli