/ sábado 12 de junio de 2021

Minicrónica mafufa de una vacuna anunciada

¿Y el chip?, me preguntaron en el muro de feis al poco tiempo de publicar que ya me había vacunado contra el COVID. Como si del primer mundo se tratara, me avisaron el día anterior, y como me había registrado previamente, sólo me presenté ante una fila que avanzó en cuestión de minutos para ocupar las primeras sillas que desembocaban en un funcionario atento, que sin demora alguna cumplimentó a mano todos los cuestionarios requeridos. No hubo tiempo de confraternizar con los compañeros de fila, de comprar tamales, ni de dormir en la calle desde el día anterior como les tocó a muchos ancianos de las primeras rondas de vacunación. No está de más volver a preguntarse porqué. Tampoco me dio mucho tiempo para rumiar una crónica sesuda y medio mamona sobre las particularidades de los chalecos guinda o las dificultades burocráticas del perverso mundo de la 4T incrustado en el corazón del sinarquismo abajense.

¿Cuál chip?, me di a preguntar en el mismo muro con la ingenuidad de quien anda ajeno a las fake news. Y ahí me pasaron el chisme de que la vacuna aplicada, la de Pfizer, ha sido relacionada con Bill Gates, el magnate recién divorciado y cuate del difunto Jeffrey Epstein, hasta el punto de inventar que viene con nanochips que en algún momento futuro causarán un colapso mortal en el organismo receptor. También que contiene partículas imantadas capaces de atraer un tenedor metálico hasta hacerlo quedarse pegado a tu brazo, justo en el punto donde se recibe la inyección. Yo, que me había salvado de la vacuna de Cansino, de una sola dosis, administrada al personal docente del estado, gracias a las arbitrariedades del personal de la secretaría de salud que la aplicaba en Irapuato, quienes presumían de la grandeza guanajuatense, pero no dudaron en cerrar una hora antes el ingreso sin previo aviso, me prestaba para el mayor experimento genético o nanotecnológico de la historia de la humanidad.

Quizás de haberlo escuchado antes, me habría dado algún resquemor, pero como ese tipo de ignorancias en últimas nos hacen más fuertes, y la cosa sucedió tan rápido que ya me encontraba compartiendo un corrillo con otros cinco vacunandos y recibía información sobre las posibles reacciones, pues no sospeché nada raro. Antes del pinchazo, nos recomendaron tomar paracetamol durante los siguientes tres días. Pero la parte más dura, y la que sí me habría arredrado de haber tenido conocimiento previo, vino cuando la misma enfermera nos exigió no consumir ni una gota de bebidas alcohólicas durante el mismo lapso, ante lo cual no pude evitar preguntar el porqué; pues si éstas fungían como elemento clave para mantener a raya los virus o por lo menos los deprimidos que venían en la vacuna, otras deberían ser las medidas profilácticas complementarias a los cubrebocas y el lavado de manos, digo yo. La respuesta no me convenció del todo y me puse de tarea buscar más información luego en las redes. Pero, reitero, todo fue tan ágil, que ni sentí la aguja y ya me hallaba en las sillas de recuperación donde el municipio de Irapuato regalaba botellas de agua, milagro.

En total, la operación dentro de la Deportiva Norte habrá tomado menos de media hora, sin contar los poco menos de veinte minutos de fila previa para el ingreso. Algo que demuestra cómo sí se pueden hacer las cosas con eficiencia al coordinarse bien las diferentes instancias de los famosos órdenes de gobierno, y eso que decían que una vez pasadas las elecciones ya no iban a vacunar a nadie más... ¡Ah! y a la salida, el municipio de Irapuato regalaba cubrebocas, milagro doble.

Para el registro quede que la vacuna sí se siente a los pocos segundos de inyectada, o por lo menos yo sentí ciertos hormigueos. Lo más fuerte vino al día siguiente: cansancio, dolor en algunas articulaciones y algo de febrícula para lo cual funcionó muy bien el parecetamol en las dosis recomendadas. En casa, busqué sobre las contraindicaciones del alcohol, y descubrí que se refiere al abuso de éste, no a un consumo que llamaría “normal” de una copa o dos, incapaz de perturbar el sistema inmunológico. En particular, en la zona inyectada persistía el dolor muscular, por lo cual decidí hacer el experimento del tenedor. Grande fue mi sorpresa al ver cómo éste se adhería a la piel y por más que hacía movimientos bruscos con la extremidad, era casi imposible despegarlo. Consulté con mi hija, la mayor y más pragmática, y esta respondió con cara de pocos amigos: es que para experimentar hay que usar uno limpio, y tú seguro agarraste de los que estaban en la tarja.

Al repetirlo bajo condiciones controladas, mi conclusión y moraleja de esta crónica, es que no se puede creer todo lo que dicen las redes.


Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com

¿Y el chip?, me preguntaron en el muro de feis al poco tiempo de publicar que ya me había vacunado contra el COVID. Como si del primer mundo se tratara, me avisaron el día anterior, y como me había registrado previamente, sólo me presenté ante una fila que avanzó en cuestión de minutos para ocupar las primeras sillas que desembocaban en un funcionario atento, que sin demora alguna cumplimentó a mano todos los cuestionarios requeridos. No hubo tiempo de confraternizar con los compañeros de fila, de comprar tamales, ni de dormir en la calle desde el día anterior como les tocó a muchos ancianos de las primeras rondas de vacunación. No está de más volver a preguntarse porqué. Tampoco me dio mucho tiempo para rumiar una crónica sesuda y medio mamona sobre las particularidades de los chalecos guinda o las dificultades burocráticas del perverso mundo de la 4T incrustado en el corazón del sinarquismo abajense.

¿Cuál chip?, me di a preguntar en el mismo muro con la ingenuidad de quien anda ajeno a las fake news. Y ahí me pasaron el chisme de que la vacuna aplicada, la de Pfizer, ha sido relacionada con Bill Gates, el magnate recién divorciado y cuate del difunto Jeffrey Epstein, hasta el punto de inventar que viene con nanochips que en algún momento futuro causarán un colapso mortal en el organismo receptor. También que contiene partículas imantadas capaces de atraer un tenedor metálico hasta hacerlo quedarse pegado a tu brazo, justo en el punto donde se recibe la inyección. Yo, que me había salvado de la vacuna de Cansino, de una sola dosis, administrada al personal docente del estado, gracias a las arbitrariedades del personal de la secretaría de salud que la aplicaba en Irapuato, quienes presumían de la grandeza guanajuatense, pero no dudaron en cerrar una hora antes el ingreso sin previo aviso, me prestaba para el mayor experimento genético o nanotecnológico de la historia de la humanidad.

Quizás de haberlo escuchado antes, me habría dado algún resquemor, pero como ese tipo de ignorancias en últimas nos hacen más fuertes, y la cosa sucedió tan rápido que ya me encontraba compartiendo un corrillo con otros cinco vacunandos y recibía información sobre las posibles reacciones, pues no sospeché nada raro. Antes del pinchazo, nos recomendaron tomar paracetamol durante los siguientes tres días. Pero la parte más dura, y la que sí me habría arredrado de haber tenido conocimiento previo, vino cuando la misma enfermera nos exigió no consumir ni una gota de bebidas alcohólicas durante el mismo lapso, ante lo cual no pude evitar preguntar el porqué; pues si éstas fungían como elemento clave para mantener a raya los virus o por lo menos los deprimidos que venían en la vacuna, otras deberían ser las medidas profilácticas complementarias a los cubrebocas y el lavado de manos, digo yo. La respuesta no me convenció del todo y me puse de tarea buscar más información luego en las redes. Pero, reitero, todo fue tan ágil, que ni sentí la aguja y ya me hallaba en las sillas de recuperación donde el municipio de Irapuato regalaba botellas de agua, milagro.

En total, la operación dentro de la Deportiva Norte habrá tomado menos de media hora, sin contar los poco menos de veinte minutos de fila previa para el ingreso. Algo que demuestra cómo sí se pueden hacer las cosas con eficiencia al coordinarse bien las diferentes instancias de los famosos órdenes de gobierno, y eso que decían que una vez pasadas las elecciones ya no iban a vacunar a nadie más... ¡Ah! y a la salida, el municipio de Irapuato regalaba cubrebocas, milagro doble.

Para el registro quede que la vacuna sí se siente a los pocos segundos de inyectada, o por lo menos yo sentí ciertos hormigueos. Lo más fuerte vino al día siguiente: cansancio, dolor en algunas articulaciones y algo de febrícula para lo cual funcionó muy bien el parecetamol en las dosis recomendadas. En casa, busqué sobre las contraindicaciones del alcohol, y descubrí que se refiere al abuso de éste, no a un consumo que llamaría “normal” de una copa o dos, incapaz de perturbar el sistema inmunológico. En particular, en la zona inyectada persistía el dolor muscular, por lo cual decidí hacer el experimento del tenedor. Grande fue mi sorpresa al ver cómo éste se adhería a la piel y por más que hacía movimientos bruscos con la extremidad, era casi imposible despegarlo. Consulté con mi hija, la mayor y más pragmática, y esta respondió con cara de pocos amigos: es que para experimentar hay que usar uno limpio, y tú seguro agarraste de los que estaban en la tarja.

Al repetirlo bajo condiciones controladas, mi conclusión y moraleja de esta crónica, es que no se puede creer todo lo que dicen las redes.


Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com

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