/ sábado 5 de octubre de 2019

La reforma agraria mexicana: una visión de largo plazo

Comenzamos con el análisis de los antecedentes… La reforma agraria mexicana tuvo su origen en una revolución popular de gran envergadura y se desarrolló en tiempos de la guerra civil. A lo largo de un extenso período se entregaron a los campesinos más de 100 millones de hectáreas de tierras, equivalentes a la mitad del territorio de México y a cerca de las dos terceras partes de la propiedad rústica total del país, con los que se establecieron cerca de 30 000 ejidos y comunidades que comprendieron más de 3 millones de jefes de familia. Sin embargo, la reforma no logró el bienestar perseguido, y los campesinos a los que llegó viven hoy en una pobreza extrema.

El deterioro paulatino del sector rural se prolongó hasta 1992, cuando se consiguió reorientar cabalmente el desarrollo rural. La reforma agraria quedó inconclusa, y sus objetivos sociales y económicos no se alcanzaron. Pese a estas limitaciones, la experiencia reformista fue determinante y produjo efectos que conviene analizar para discernir nuevas alternativas. Ni desastre ni triunfo, la reforma es un proceso abierto pero imperfecto; sus soluciones de mediano plazo solo serán viables si se logran de inmediato los acuerdos nacionales con las entidades federativas y se inician los programas destinados a conducir la reforma a su término, para motivar a los campesinos y que solo los caminos queden sin sembrar y estos sean reforestados.

Aún no es posible hacer un balance de una reforma muy reciente, afectada por una crisis económica profunda y por la 4t Transformación, alternancia política del Gobierno. La reforma presenta signos alentadores pero no está exenta de incertidumbre y señales de alarma. Los conflictos agrarios han sido menos frecuentes e intensos, aunque persisten focos aislados de riesgo en regiones indígenas, donde los conflictos se utilizan como instrumento para la satisfacción de otras demandas. Aparentemente se ha detenido el deterioro económico del sector agropecuario, aunque su crecimiento ha sido modesto e insuficiente para compensar los atrasos acumulados. Los ingresos y el nivel de vida de la mayor parte de los sectores más pobres del campo no han disminuido, aunque las aspiraciones y las expectativas creadas por las reformas distan de haberse realizado.

Hay desaliento, confusión e incertidumbre entre los productores rurales; y pese a las manifestaciones de productores y movilización reciente de las organizaciones rurales, las instituciones públicas se han mostrado indiferentes o ineficaces al atender sus peticiones.

En la opinión y en los debates sobre cuestiones estatales y nacionales, el campo no ha tenido prioridad; los partidos políticos no han formulado propuestas claras y alternativas posibles, y la opinión sólo ha reaccionado ante desastres o enfrentamientos. El debate legislativo sobre el campo ha sido escaso, la prensa y medios de comunicación no dan espacios para temas del campo, resaltamos en el corazón del bajío Guanajuatense, el sol de Irapuato que semanalmente nos brinda su espacio para comentar temas en nuestra editorial Alerta Agropecuaria y ha destacado considerar el problema central: que sin un auténtico desarrollo rural sostenible que combata la pobreza y el atraso no podrá haber en Guanajuato y consecuentemente en Guanajuato y consecuentemente en México un progreso económico y democrático. Las soluciones de mediano plazo sólo serán posibles si se logran de inmediato los acuerdos estatales y nacionales y se inician los programas que pongan fin a una reforma inconclusa y quizá imperfecta.

Pero estimado lector usted tiene la mejor opinión, hasta la próxima, las opiniones e investigaciones de la editorial Alerta Agropecuaria son responsabilidad exclusiva del autor, hasta la próxima catarino_mg@hotmail.com


Comenzamos con el análisis de los antecedentes… La reforma agraria mexicana tuvo su origen en una revolución popular de gran envergadura y se desarrolló en tiempos de la guerra civil. A lo largo de un extenso período se entregaron a los campesinos más de 100 millones de hectáreas de tierras, equivalentes a la mitad del territorio de México y a cerca de las dos terceras partes de la propiedad rústica total del país, con los que se establecieron cerca de 30 000 ejidos y comunidades que comprendieron más de 3 millones de jefes de familia. Sin embargo, la reforma no logró el bienestar perseguido, y los campesinos a los que llegó viven hoy en una pobreza extrema.

El deterioro paulatino del sector rural se prolongó hasta 1992, cuando se consiguió reorientar cabalmente el desarrollo rural. La reforma agraria quedó inconclusa, y sus objetivos sociales y económicos no se alcanzaron. Pese a estas limitaciones, la experiencia reformista fue determinante y produjo efectos que conviene analizar para discernir nuevas alternativas. Ni desastre ni triunfo, la reforma es un proceso abierto pero imperfecto; sus soluciones de mediano plazo solo serán viables si se logran de inmediato los acuerdos nacionales con las entidades federativas y se inician los programas destinados a conducir la reforma a su término, para motivar a los campesinos y que solo los caminos queden sin sembrar y estos sean reforestados.

Aún no es posible hacer un balance de una reforma muy reciente, afectada por una crisis económica profunda y por la 4t Transformación, alternancia política del Gobierno. La reforma presenta signos alentadores pero no está exenta de incertidumbre y señales de alarma. Los conflictos agrarios han sido menos frecuentes e intensos, aunque persisten focos aislados de riesgo en regiones indígenas, donde los conflictos se utilizan como instrumento para la satisfacción de otras demandas. Aparentemente se ha detenido el deterioro económico del sector agropecuario, aunque su crecimiento ha sido modesto e insuficiente para compensar los atrasos acumulados. Los ingresos y el nivel de vida de la mayor parte de los sectores más pobres del campo no han disminuido, aunque las aspiraciones y las expectativas creadas por las reformas distan de haberse realizado.

Hay desaliento, confusión e incertidumbre entre los productores rurales; y pese a las manifestaciones de productores y movilización reciente de las organizaciones rurales, las instituciones públicas se han mostrado indiferentes o ineficaces al atender sus peticiones.

En la opinión y en los debates sobre cuestiones estatales y nacionales, el campo no ha tenido prioridad; los partidos políticos no han formulado propuestas claras y alternativas posibles, y la opinión sólo ha reaccionado ante desastres o enfrentamientos. El debate legislativo sobre el campo ha sido escaso, la prensa y medios de comunicación no dan espacios para temas del campo, resaltamos en el corazón del bajío Guanajuatense, el sol de Irapuato que semanalmente nos brinda su espacio para comentar temas en nuestra editorial Alerta Agropecuaria y ha destacado considerar el problema central: que sin un auténtico desarrollo rural sostenible que combata la pobreza y el atraso no podrá haber en Guanajuato y consecuentemente en Guanajuato y consecuentemente en México un progreso económico y democrático. Las soluciones de mediano plazo sólo serán posibles si se logran de inmediato los acuerdos estatales y nacionales y se inician los programas que pongan fin a una reforma inconclusa y quizá imperfecta.

Pero estimado lector usted tiene la mejor opinión, hasta la próxima, las opiniones e investigaciones de la editorial Alerta Agropecuaria son responsabilidad exclusiva del autor, hasta la próxima catarino_mg@hotmail.com