/ sábado 10 de julio de 2021

La FMF: Homofóbica, machista y transa

Hace seis años escribí un artículo sobre el grito que entonces indignaba sólo a la FIFA pero no a la mayoría de los mexicanos, en particular a su mediocre prensa deportiva y a su no menos mediocre Federación de Futbol. Las excusas y patéticas defensas de quienes ahora ruegan a la afición por un mínimo de educación dentro del estadio para referirse al equipo rival, han finalmente acarreado sanciones que tocan a la institución rectora del balonpié en la única parte que le interesa, su bolsillo. Aunque la FMF pudo a lo largo de estos seis años, mediante una módica inversión de tiempo y esfuerzos, educar a la afición de una manera inteligente, no lo hizo porque seguramente pensó que esto no le rendiría algún tipo de beneficio económico. ¿Para qué ser respetuosos con los rivales? ¿No es esta la base fundamental de cualquier deporte? Pero, si el aficionado paga un boleto caro para ver a su amada selección tiene derecho a expresarse como le venga en gana, ¿no?

A la FMF lo deportivo es lo último que le importa mientras persista la idolatría de los mexicanos por el fut; por eso tenemos ligas de seis meses que son un obstáculo para crear procesos con miras a largo plazo. Torneos cortos durante los cuales la regularidad y consistencia de los planteles es lo menos importante para llevarse el título. Por eso la penalización pensada para la selección masculina piensa pagarse con la selección femenil, donde nadie en las gradas grita “puto”, cuando una portera despeja el balón. Por eso, también, se detienen los ascensos de los equipos de una liga a otra.

La monetización y el flujo de caja prevalecen sobre lo deportivo, sobre la decencia misma. Los deportes existen como rituales donde la competencia es posible con reglas justas y claras. Se han erigido desde la antigua Grecia como un modelo de comportamiento social, cuando las guerras se detenían para poder honrar a los dioses, y al ser humano mismo recalcando la importancia del cuidado tanto del cuerpo como del espíritu. Las guerras se detenían durante la ékécheiria o tregua olímpica para que desde todos los rincones del mundo griego los atletas pudieran congregarse.

Hace unos años me indigné por la actitud de la Federación ante el grito homofóbico; hace unas semanas, por el empleo de la selección femenil como chivo expiatorio; ahora, por la manera de negar el ascenso de la Trinca del Irapuato a la liga de Expansión tras años de competencia en aras de alcanzar ese merecido lugar.

La ausencia de ética en la Federación no podía ser más patente, se lee en sus comunicados lacónicos, en su falta de transparencia que se escuda en dictámenes independientes de los cuales no han publicado detalles. Nada de esto tiene que ver con el deporte, y eso que hablamos de un negocio que se caracteriza precisamente por su poca integridad comercial, uno donde es muy fácil lavar dinero de procedencia ilícita, así como evadir impuestos. Y no deja de indignar que esa misma élite de dudosa probidad retuerza las reglas del juego para arrebatarle a un equipo lo que ha ganado en la cancha. Esta no es la primera de sus tropelías, y ante la impunidad con que los dueños del balón actúan, con seguridad no será la última.

Diego Armando Maradona, al mencionar que los excesos de su vida personal no debían opacar sus proezas en la cancha, esculpió la famosa frase: la pelota no se mancha. La Federación Mexicana de Futbol con su proceder mafioso no sólo mancha la pelota, también nos mancha a todos.


Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com



Hace seis años escribí un artículo sobre el grito que entonces indignaba sólo a la FIFA pero no a la mayoría de los mexicanos, en particular a su mediocre prensa deportiva y a su no menos mediocre Federación de Futbol. Las excusas y patéticas defensas de quienes ahora ruegan a la afición por un mínimo de educación dentro del estadio para referirse al equipo rival, han finalmente acarreado sanciones que tocan a la institución rectora del balonpié en la única parte que le interesa, su bolsillo. Aunque la FMF pudo a lo largo de estos seis años, mediante una módica inversión de tiempo y esfuerzos, educar a la afición de una manera inteligente, no lo hizo porque seguramente pensó que esto no le rendiría algún tipo de beneficio económico. ¿Para qué ser respetuosos con los rivales? ¿No es esta la base fundamental de cualquier deporte? Pero, si el aficionado paga un boleto caro para ver a su amada selección tiene derecho a expresarse como le venga en gana, ¿no?

A la FMF lo deportivo es lo último que le importa mientras persista la idolatría de los mexicanos por el fut; por eso tenemos ligas de seis meses que son un obstáculo para crear procesos con miras a largo plazo. Torneos cortos durante los cuales la regularidad y consistencia de los planteles es lo menos importante para llevarse el título. Por eso la penalización pensada para la selección masculina piensa pagarse con la selección femenil, donde nadie en las gradas grita “puto”, cuando una portera despeja el balón. Por eso, también, se detienen los ascensos de los equipos de una liga a otra.

La monetización y el flujo de caja prevalecen sobre lo deportivo, sobre la decencia misma. Los deportes existen como rituales donde la competencia es posible con reglas justas y claras. Se han erigido desde la antigua Grecia como un modelo de comportamiento social, cuando las guerras se detenían para poder honrar a los dioses, y al ser humano mismo recalcando la importancia del cuidado tanto del cuerpo como del espíritu. Las guerras se detenían durante la ékécheiria o tregua olímpica para que desde todos los rincones del mundo griego los atletas pudieran congregarse.

Hace unos años me indigné por la actitud de la Federación ante el grito homofóbico; hace unas semanas, por el empleo de la selección femenil como chivo expiatorio; ahora, por la manera de negar el ascenso de la Trinca del Irapuato a la liga de Expansión tras años de competencia en aras de alcanzar ese merecido lugar.

La ausencia de ética en la Federación no podía ser más patente, se lee en sus comunicados lacónicos, en su falta de transparencia que se escuda en dictámenes independientes de los cuales no han publicado detalles. Nada de esto tiene que ver con el deporte, y eso que hablamos de un negocio que se caracteriza precisamente por su poca integridad comercial, uno donde es muy fácil lavar dinero de procedencia ilícita, así como evadir impuestos. Y no deja de indignar que esa misma élite de dudosa probidad retuerza las reglas del juego para arrebatarle a un equipo lo que ha ganado en la cancha. Esta no es la primera de sus tropelías, y ante la impunidad con que los dueños del balón actúan, con seguridad no será la última.

Diego Armando Maradona, al mencionar que los excesos de su vida personal no debían opacar sus proezas en la cancha, esculpió la famosa frase: la pelota no se mancha. La Federación Mexicana de Futbol con su proceder mafioso no sólo mancha la pelota, también nos mancha a todos.


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