/ sábado 30 de mayo de 2020

LA CORRUPCIÓN MÁS ALLÁ DEL DISCURSO

Uno de los factores que más pesó en el resultado del proceso electoral de 2018 fue el crecimiento de la corrupción y de la impunidad que durante el sexenio pasado se hicieron evidentes en muchos casos emblemáticos. Los ciudadanos, cansados de casos como la “Casa Blanca”, Odebrecht o “la Estafa Maestra” votaron por aquél que ofrecía la opción más lejana a lo establecido; por la opción que más veces habló de acabar con la corrupción y que hizo de su combate una bandera.

Así llegó López Obrador a ser presidente y aunque tenía propuestas en materia económica, de seguridad, de educación, de energía y de desarrollo social bastante irreales o francamente anacrónicas, la idea de que sería quien realmente enfrentaría lo corrupción le atrajo miles de votos de quienes ya estaban hartos; lo malo, es que López Obrador sólo vendió una imagen de honesto, porque en los hechos su gobierno ha sido todo lo contrario.

La Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG) 2019 del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) fue muy clara: la tasa de corrupción se incrementó de 14,635 víctimas por cada 100,000 habitantes en 2017, a 15,732 en 2019. Por su parte la tasa de incidencia pasó de 25,541 actos de corrupción por cada 100,000 habitantes en 2017 a 30,456 en 2019. La realidad siempre es aplastante: la corrupción no sólo no ha disminuido, sino que en la actual administración ha aumentado bastante.

La lucha contra la corrupción ha sido bandera, pero no causa. La utilizaron para interrumpir las obras del aeropuerto de Texcoco, para provocar la escasez de gasolina, para detener la obra de Constellation en Mexicali y ahora para intentar estatizar la generación eléctrica, pero en ninguno de los casos mencionados ha habdido un solo detenido o un solo peso recuperado.

La mentira también es corrupción y este ha sido un gobierno de mentiras. Las estadísticas que nos han presentado sobre la pandemia de COVID 19 están llenas de datos falsos. Las compras de equipo e insumos médicos (más del 60%) por asignación directa han estado repletas de irregularidades, entre las que destacan está el material que no cumple con las necesidades para proteger al personal del sector salud. Por eso el equipo médico representa cerca de la cuarta parte de los contagios.

No hay peor corrupción que aquella que se puede medir en la pérdida de vidas humanas y durante la pandemia ese ha sido su precio. La corrupción no se combate por decreto ni repitiendo cada mañana que se acabó, mientras cada día sigue creciendo. México se encuentra en el lugar 130 de 180 países en el Informe de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional, y de acuerdo con el Barómetro Global de Corrupción, uno de cada tres mexicanos reconoció haber tenido que pagar un soborno para realizar un trámite ante el gobierno. Todo parece indicar que para 2020, estos índices no mejorarán y que la esperanza de honestidad tendrá que esperar para otro sexenio.


@JCRomeroHicks

Uno de los factores que más pesó en el resultado del proceso electoral de 2018 fue el crecimiento de la corrupción y de la impunidad que durante el sexenio pasado se hicieron evidentes en muchos casos emblemáticos. Los ciudadanos, cansados de casos como la “Casa Blanca”, Odebrecht o “la Estafa Maestra” votaron por aquél que ofrecía la opción más lejana a lo establecido; por la opción que más veces habló de acabar con la corrupción y que hizo de su combate una bandera.

Así llegó López Obrador a ser presidente y aunque tenía propuestas en materia económica, de seguridad, de educación, de energía y de desarrollo social bastante irreales o francamente anacrónicas, la idea de que sería quien realmente enfrentaría lo corrupción le atrajo miles de votos de quienes ya estaban hartos; lo malo, es que López Obrador sólo vendió una imagen de honesto, porque en los hechos su gobierno ha sido todo lo contrario.

La Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG) 2019 del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) fue muy clara: la tasa de corrupción se incrementó de 14,635 víctimas por cada 100,000 habitantes en 2017, a 15,732 en 2019. Por su parte la tasa de incidencia pasó de 25,541 actos de corrupción por cada 100,000 habitantes en 2017 a 30,456 en 2019. La realidad siempre es aplastante: la corrupción no sólo no ha disminuido, sino que en la actual administración ha aumentado bastante.

La lucha contra la corrupción ha sido bandera, pero no causa. La utilizaron para interrumpir las obras del aeropuerto de Texcoco, para provocar la escasez de gasolina, para detener la obra de Constellation en Mexicali y ahora para intentar estatizar la generación eléctrica, pero en ninguno de los casos mencionados ha habdido un solo detenido o un solo peso recuperado.

La mentira también es corrupción y este ha sido un gobierno de mentiras. Las estadísticas que nos han presentado sobre la pandemia de COVID 19 están llenas de datos falsos. Las compras de equipo e insumos médicos (más del 60%) por asignación directa han estado repletas de irregularidades, entre las que destacan está el material que no cumple con las necesidades para proteger al personal del sector salud. Por eso el equipo médico representa cerca de la cuarta parte de los contagios.

No hay peor corrupción que aquella que se puede medir en la pérdida de vidas humanas y durante la pandemia ese ha sido su precio. La corrupción no se combate por decreto ni repitiendo cada mañana que se acabó, mientras cada día sigue creciendo. México se encuentra en el lugar 130 de 180 países en el Informe de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional, y de acuerdo con el Barómetro Global de Corrupción, uno de cada tres mexicanos reconoció haber tenido que pagar un soborno para realizar un trámite ante el gobierno. Todo parece indicar que para 2020, estos índices no mejorarán y que la esperanza de honestidad tendrá que esperar para otro sexenio.


@JCRomeroHicks