/ sábado 30 de junio de 2018

HASTA SIEMPRE QUERIDA CHINA

¿Qué es la muerte? Los humanos, vivos, nos pasamos la vida preguntándonoslo y leyendo grandes tratados sobre el asunto, haciéndonos guajes como si nos fuéramos a dar cuenta del momento fatal”.

Así lo escribiría el mes de febrero La China Mendoza y su última colaboración periodística -que dicho sea de paso-, no fue el pasado 23 de junio como algunos aseguraban… sino apenas la de ayer sábado, publicada post-mortem como auténtica rúbrica de su vocación literaria que dejó plasmada en las páginas del periódico Excélsior, y por la cual muestra tal entereza y amor a las letras, que no le bastó ni siquiera el hospital en que era atendida para alejarla de su pluma.

Todavía el martes pasado, a las cinco de la mañana, -según dijo su sobrina Viviana- le preguntó: que qué podían hacer. La China había llegado al Hospital de Nutrición de la ciudad de México para realizarse unos estudios. Y en seguida, a esa hora ¡se puso a dictar su columna sabatina para el periódico mencionado! La última que escribiría la novelista, cuentista y guionista y periodista.

Como todo en la vida, los ciclos se abren y cierran, y éste, el de La China Mendoza tras varias décadas, finalmente, tendría que ponerle punto final.

Pues sí, así es; murió Maria Luisa La China Mendoza. Radicada en la ciudad de México, pero Guanajuatense de nacimiento, ciudad que nunca olvidó rememorar en sus escritos. Narradora inigualable de sus anécdotas que van desde las vividas en el Jardín Unión y hasta la Presa de la Olla; nacida en una casa de dos balcones, frente al Teatro Juárez, donde dio sus primeros pasos… y comentaba que cuando era niña, subía a la azotea para ver a ese Cristo de la Montaña de Silao, si no había brincado para Irapuato; ideas precisamente de eso… de niña, que dejaba volar su imaginación y que más tarde habrían de encontrar un lugar privilegiado y permanente en las páginas de sus cuentos y ensayos.

De entre los galardones que logró obtener, estuvo el otorgado por el Gobierno del Estado de Guanajuato, Premio Estatal de Periodismo en el año de 1964 y lo volvió a refrendar por segunda ocasión en 2009.

Verdaderamente el reconocimiento para La China Mendoza no sólo debe ser en el periodismo, sino en todo caso en el de la palabra. Mujer harto peculiar, que gustaba de la buena plática; espontánea franca, directa y hasta puntillosa. Y en cuanto a su pluma, nadie ha escrito como ella. Aunque también hay que decirlo, para algunos, como Rosas Lopátegui aseguran que “no era tan fácil de asimilar” a grado tal que acabó, por dejar un poco perdidos y sin lectores a sus libros.

Bien, decíamos que ni el hospital pudo hacer que dejara de lado momentáneamente su pluma, ahí enclaustrada escribió:

Pues sí, como les decía muchachos, estoy en el Instituto de la Nutrición. Me siento el personaje femenino y entrañable de la hermosa mujer de La montaña mágica que ya se va a morir. No, no me voy a morir, hay una mujer que me ama, se llama Carmen Parra, viuda de Gironella, quien me tiene en su mano como la Virgen de Guanajuato, y hay un hombre, el más alto, el más significativo y significante, que me quiere y no se avergüenza de que ahora, si todavía camino, sea en la “O”, por lo redondo de una silla de ruedas; ese superpoderoso santo mío dijo... “Hágase la luz y se hizo”, me tomó de la otra mano y me trajo aquí, a este lugar tibio y amoroso donde he sufrido tanto, tantos dolores, tantas desveladas, tanta oscuridad. Esa nube negra de la que yo hablé varias veces en mi columna se hizo real en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, y en un dos por tres, me quitaron la ropa y me agujerearon todo el cuerpo, ya no lloro porque ya no tengo lágrimas”. “Oigan muchachos, yo no me quiero morir, échenle, por el amor de Dios, una oracioncita al Creador. Déjenlo ser Dios, él sabe. Espero salir de aquí para votar. Así como lo oyen, sigo siendo periodista, sigo siendo mujer, sigo siendo mexicana que quiere para su patria un país mejor, quiero que mi candidato, el mejor, el mío, pero capaz de que si digo el nombre vienen corriendo las hordas salvajes de la pureza y me quiten la poca vida que me queda... quiero que mi candidato de tantos años, de ese partido que me dio el gajo de mandarina de la diputación federal en mi tierra, la parte perfecta de mi existencia, sea Presidente de la República. Yo estoy preparada, confesada y comulgada, el padre Francisco lo sabe, me quiero ir al cielo, pero antes saben qué, muchachos, quiero votar”.

Hoy vemos, que el plan del Creador para La China era otro. No le alcanzó ya la vida para salir a votar en estas elecciones. Sus cenizas serán trasladadas a nuestro querido Guanajuato y serán depositadas en el Faro de la ciudad; edificio que, según decía ella, había construido su padre y dejó anticipado que su biblioteca y archivo personal fueran donados a la Universidad de Guanajuato. Estaremos pendientes querida China para conocerlos. oem-elsol-de-irapuato@hotmail.com


¿Qué es la muerte? Los humanos, vivos, nos pasamos la vida preguntándonoslo y leyendo grandes tratados sobre el asunto, haciéndonos guajes como si nos fuéramos a dar cuenta del momento fatal”.

Así lo escribiría el mes de febrero La China Mendoza y su última colaboración periodística -que dicho sea de paso-, no fue el pasado 23 de junio como algunos aseguraban… sino apenas la de ayer sábado, publicada post-mortem como auténtica rúbrica de su vocación literaria que dejó plasmada en las páginas del periódico Excélsior, y por la cual muestra tal entereza y amor a las letras, que no le bastó ni siquiera el hospital en que era atendida para alejarla de su pluma.

Todavía el martes pasado, a las cinco de la mañana, -según dijo su sobrina Viviana- le preguntó: que qué podían hacer. La China había llegado al Hospital de Nutrición de la ciudad de México para realizarse unos estudios. Y en seguida, a esa hora ¡se puso a dictar su columna sabatina para el periódico mencionado! La última que escribiría la novelista, cuentista y guionista y periodista.

Como todo en la vida, los ciclos se abren y cierran, y éste, el de La China Mendoza tras varias décadas, finalmente, tendría que ponerle punto final.

Pues sí, así es; murió Maria Luisa La China Mendoza. Radicada en la ciudad de México, pero Guanajuatense de nacimiento, ciudad que nunca olvidó rememorar en sus escritos. Narradora inigualable de sus anécdotas que van desde las vividas en el Jardín Unión y hasta la Presa de la Olla; nacida en una casa de dos balcones, frente al Teatro Juárez, donde dio sus primeros pasos… y comentaba que cuando era niña, subía a la azotea para ver a ese Cristo de la Montaña de Silao, si no había brincado para Irapuato; ideas precisamente de eso… de niña, que dejaba volar su imaginación y que más tarde habrían de encontrar un lugar privilegiado y permanente en las páginas de sus cuentos y ensayos.

De entre los galardones que logró obtener, estuvo el otorgado por el Gobierno del Estado de Guanajuato, Premio Estatal de Periodismo en el año de 1964 y lo volvió a refrendar por segunda ocasión en 2009.

Verdaderamente el reconocimiento para La China Mendoza no sólo debe ser en el periodismo, sino en todo caso en el de la palabra. Mujer harto peculiar, que gustaba de la buena plática; espontánea franca, directa y hasta puntillosa. Y en cuanto a su pluma, nadie ha escrito como ella. Aunque también hay que decirlo, para algunos, como Rosas Lopátegui aseguran que “no era tan fácil de asimilar” a grado tal que acabó, por dejar un poco perdidos y sin lectores a sus libros.

Bien, decíamos que ni el hospital pudo hacer que dejara de lado momentáneamente su pluma, ahí enclaustrada escribió:

Pues sí, como les decía muchachos, estoy en el Instituto de la Nutrición. Me siento el personaje femenino y entrañable de la hermosa mujer de La montaña mágica que ya se va a morir. No, no me voy a morir, hay una mujer que me ama, se llama Carmen Parra, viuda de Gironella, quien me tiene en su mano como la Virgen de Guanajuato, y hay un hombre, el más alto, el más significativo y significante, que me quiere y no se avergüenza de que ahora, si todavía camino, sea en la “O”, por lo redondo de una silla de ruedas; ese superpoderoso santo mío dijo... “Hágase la luz y se hizo”, me tomó de la otra mano y me trajo aquí, a este lugar tibio y amoroso donde he sufrido tanto, tantos dolores, tantas desveladas, tanta oscuridad. Esa nube negra de la que yo hablé varias veces en mi columna se hizo real en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, y en un dos por tres, me quitaron la ropa y me agujerearon todo el cuerpo, ya no lloro porque ya no tengo lágrimas”. “Oigan muchachos, yo no me quiero morir, échenle, por el amor de Dios, una oracioncita al Creador. Déjenlo ser Dios, él sabe. Espero salir de aquí para votar. Así como lo oyen, sigo siendo periodista, sigo siendo mujer, sigo siendo mexicana que quiere para su patria un país mejor, quiero que mi candidato, el mejor, el mío, pero capaz de que si digo el nombre vienen corriendo las hordas salvajes de la pureza y me quiten la poca vida que me queda... quiero que mi candidato de tantos años, de ese partido que me dio el gajo de mandarina de la diputación federal en mi tierra, la parte perfecta de mi existencia, sea Presidente de la República. Yo estoy preparada, confesada y comulgada, el padre Francisco lo sabe, me quiero ir al cielo, pero antes saben qué, muchachos, quiero votar”.

Hoy vemos, que el plan del Creador para La China era otro. No le alcanzó ya la vida para salir a votar en estas elecciones. Sus cenizas serán trasladadas a nuestro querido Guanajuato y serán depositadas en el Faro de la ciudad; edificio que, según decía ella, había construido su padre y dejó anticipado que su biblioteca y archivo personal fueran donados a la Universidad de Guanajuato. Estaremos pendientes querida China para conocerlos. oem-elsol-de-irapuato@hotmail.com