/ sábado 31 de julio de 2021

Enseñar y gobernar deben emancipar, no embrutecer

“Mis queridos alumnos, me preguntan cuál es el procedimiento que se debe seguir para enseñar música cuando no eres músico. Confieso que esta pregunta me causaría asombro si no supiera por experiencia propia lo perezosa y distraída que es la mente humana… pues bien, soy de vosotros, mis queridos alumnos. Vosotros queréis entonces que os cuente lo que hago para enseñar la música que ignoro…”.

Corría 1829. Hacía más de diez años que Joseph Jacotot -ex diputado imperial y profesor de derecho, lengua y matemáticas en Dijon, su tierra natal- se había exiliado de Francia tras el regreso borbónico al trono, siendo acogido por el monarca de los Países Bajos para dar clases en la Universidad de Lovaina, institución donde nunca imaginó que se enfrentaría al mayor reto de su vida: enseñar francés sin saber holandés. Pero la vida le tenía deparado que fuera allí donde naciera su revolucionaria enseñanza de autodidaxsis, el aprendizaje del alumno por sí mismo. Una nueva didáctica cuya propuesta se cifraba en la “emancipación de las inteligencias” y en la relación entre voluntades a partir de cuatro principios: todas las inteligencias son iguales; un individuo puede realizar todo lo que desee; se puede enseñar lo que se ignora; todo está en todo.

Hasta entonces, había creído fervientemente que un maestro debía ser un transmisor del conocimiento para elevar a sus alumnos hacia el conocimiento. ¿Cómo enseñar si desconocía la lengua? Necesitaba un puente. En aquel tiempo acababa de ser publicado en edición bilingüe el Telémaco de Fénélon. Compró un ejemplar y lo dejó sobre la mesa, solicitando a los alumnos, por medio de un intérprete, que repitieran una y otra vez, palabra a palabra, letra a letra, el texto en francés hasta aprendérselo. Después, les pidió que escribieran en la lengua de Rabelais lo que habían entendido. Su sorpresa fue mayúscula: lo lograron. Todos los paradigmas del maestro Jacotot se vinieron abajo. El éxito de sus alumnos fue tal que podía considerarlos autodidactas. Había descubierto que si un docente explica a un alumno le evidencia su ignorancia, dividiendo con ello en dos al mundo y a la inteligencia humana: uno inferior (alumno) y otro superior (maestro), por lo que concluía que al transmitir-explicar el docente, lo único que hace es “atontar”, “embrutecer” al educando, y entre más sabe el docente, más grande es su distancia respecto al alumno. En cambio, cuando dejó solos a sus alumnos, ellos hicieron lo que todo niño: caminar a ciegas, adivinar y, poco a poco, crecer hasta ser autosuficientes y convertirse en “hombres”, inaugurando así un nuevo vínculo de igualdad, producto de una relación paritaria intervolitiva.

Jacotot había logrado transformar su relación originaria de dominación en un acto de liberación, haciendo de sus alumnos seres emancipados y él, agente de emancipación. Por ello creía que se podía enseñar tanto lo que se domina como lo que se ignora, pues cada conocimiento está relacionado con todos los otros y al ser impulsado en el alumno su deseo de independizarse, es que comienza a usar su inteligencia. Y creía también él -que no era músico ni pintor- que el arte podía enseñarse a través del descubrimiento, repetición y autognosis, al sostener que la inteligencia humana era capaz de instruirse por sí sola, sin maestro explicador, al posibilitar el aprendizaje por sí mismo a todo aquél que quisiera aprender algo en algún momento de su vida en cualquier campo cognoscitivo. Tal era su concepto de “enseñanza universal”.

Su enseñanza fue todo un suceso. Jacques Rancière, uno de sus principales estudiosos en el siglo XXI, refiere que de todas partes de Europa llegaron a Lovaina para conocer su obra pedagógica, pues hasta en Río de Janeiro se hablaba de él: “la República del saber tembló sobre sus bases”, y todo porque un maestro “ignorante” del holandés -como lo llamó Ranciére- se “había vuelto loco” y había descubierto que en una sola palabra (como en su ejemplo “Calypso”) podía estar encerrado todo un universo cultural. Al final de “Enseigment Universel. Musique, Dessin et Peinture”, el dijonais concluye: “Si el padre realiza con su hijo el papel de Mentor, si emplea la autoridad y la bondad paternal, el infante hablará. He ahí la Emancipación intelectual”, aunque para emancipar antes hay que estar emancipado, ser humilde, noble y no impedir que el otro pueda crecer.

Para muchos la visión jacotiana podrá escandalizar y ser anarquizante, pero tan importante es que, a 200 años de distancia, he de parafrasear al visionario pedagogo: si la escuela es extensión del hogar y el Estado lo es de ambos, el deber de todo aquél que gobierna es contribuir a la emancipación y libertad de sus gobernados. De lo contrario, cuando un mandatario es obcecado, soberbio y castrante, hará dependientes de él a sus representados, condenándolos a la ignorancia y, sobre todo, a la esclavitud vitalicia. Por algo sentenció Jacotot a los americanos, en una carta dirigida a La Fayette: “Se puede ser independiente sin ser libre; la independencia es relativa, la libertad es absoluta”.


bettyzanolli@gmail.com @BettyZanolli

“Mis queridos alumnos, me preguntan cuál es el procedimiento que se debe seguir para enseñar música cuando no eres músico. Confieso que esta pregunta me causaría asombro si no supiera por experiencia propia lo perezosa y distraída que es la mente humana… pues bien, soy de vosotros, mis queridos alumnos. Vosotros queréis entonces que os cuente lo que hago para enseñar la música que ignoro…”.

Corría 1829. Hacía más de diez años que Joseph Jacotot -ex diputado imperial y profesor de derecho, lengua y matemáticas en Dijon, su tierra natal- se había exiliado de Francia tras el regreso borbónico al trono, siendo acogido por el monarca de los Países Bajos para dar clases en la Universidad de Lovaina, institución donde nunca imaginó que se enfrentaría al mayor reto de su vida: enseñar francés sin saber holandés. Pero la vida le tenía deparado que fuera allí donde naciera su revolucionaria enseñanza de autodidaxsis, el aprendizaje del alumno por sí mismo. Una nueva didáctica cuya propuesta se cifraba en la “emancipación de las inteligencias” y en la relación entre voluntades a partir de cuatro principios: todas las inteligencias son iguales; un individuo puede realizar todo lo que desee; se puede enseñar lo que se ignora; todo está en todo.

Hasta entonces, había creído fervientemente que un maestro debía ser un transmisor del conocimiento para elevar a sus alumnos hacia el conocimiento. ¿Cómo enseñar si desconocía la lengua? Necesitaba un puente. En aquel tiempo acababa de ser publicado en edición bilingüe el Telémaco de Fénélon. Compró un ejemplar y lo dejó sobre la mesa, solicitando a los alumnos, por medio de un intérprete, que repitieran una y otra vez, palabra a palabra, letra a letra, el texto en francés hasta aprendérselo. Después, les pidió que escribieran en la lengua de Rabelais lo que habían entendido. Su sorpresa fue mayúscula: lo lograron. Todos los paradigmas del maestro Jacotot se vinieron abajo. El éxito de sus alumnos fue tal que podía considerarlos autodidactas. Había descubierto que si un docente explica a un alumno le evidencia su ignorancia, dividiendo con ello en dos al mundo y a la inteligencia humana: uno inferior (alumno) y otro superior (maestro), por lo que concluía que al transmitir-explicar el docente, lo único que hace es “atontar”, “embrutecer” al educando, y entre más sabe el docente, más grande es su distancia respecto al alumno. En cambio, cuando dejó solos a sus alumnos, ellos hicieron lo que todo niño: caminar a ciegas, adivinar y, poco a poco, crecer hasta ser autosuficientes y convertirse en “hombres”, inaugurando así un nuevo vínculo de igualdad, producto de una relación paritaria intervolitiva.

Jacotot había logrado transformar su relación originaria de dominación en un acto de liberación, haciendo de sus alumnos seres emancipados y él, agente de emancipación. Por ello creía que se podía enseñar tanto lo que se domina como lo que se ignora, pues cada conocimiento está relacionado con todos los otros y al ser impulsado en el alumno su deseo de independizarse, es que comienza a usar su inteligencia. Y creía también él -que no era músico ni pintor- que el arte podía enseñarse a través del descubrimiento, repetición y autognosis, al sostener que la inteligencia humana era capaz de instruirse por sí sola, sin maestro explicador, al posibilitar el aprendizaje por sí mismo a todo aquél que quisiera aprender algo en algún momento de su vida en cualquier campo cognoscitivo. Tal era su concepto de “enseñanza universal”.

Su enseñanza fue todo un suceso. Jacques Rancière, uno de sus principales estudiosos en el siglo XXI, refiere que de todas partes de Europa llegaron a Lovaina para conocer su obra pedagógica, pues hasta en Río de Janeiro se hablaba de él: “la República del saber tembló sobre sus bases”, y todo porque un maestro “ignorante” del holandés -como lo llamó Ranciére- se “había vuelto loco” y había descubierto que en una sola palabra (como en su ejemplo “Calypso”) podía estar encerrado todo un universo cultural. Al final de “Enseigment Universel. Musique, Dessin et Peinture”, el dijonais concluye: “Si el padre realiza con su hijo el papel de Mentor, si emplea la autoridad y la bondad paternal, el infante hablará. He ahí la Emancipación intelectual”, aunque para emancipar antes hay que estar emancipado, ser humilde, noble y no impedir que el otro pueda crecer.

Para muchos la visión jacotiana podrá escandalizar y ser anarquizante, pero tan importante es que, a 200 años de distancia, he de parafrasear al visionario pedagogo: si la escuela es extensión del hogar y el Estado lo es de ambos, el deber de todo aquél que gobierna es contribuir a la emancipación y libertad de sus gobernados. De lo contrario, cuando un mandatario es obcecado, soberbio y castrante, hará dependientes de él a sus representados, condenándolos a la ignorancia y, sobre todo, a la esclavitud vitalicia. Por algo sentenció Jacotot a los americanos, en una carta dirigida a La Fayette: “Se puede ser independiente sin ser libre; la independencia es relativa, la libertad es absoluta”.


bettyzanolli@gmail.com @BettyZanolli