/ domingo 19 de junio de 2022

En un mundo furioso (I)

En la antigua Roma la primera ley escrita fue la Ley de las Doce Tablas, desarrollada hacia el final de la época monárquica. En ella se estableció que la persona al nacer adquiriría capacidad jurídica, de la que carecían los esclavos al ser “cosas”. Capacidad jurídica que estaba integrada por tres estados: el de libertad, el de ciudadanía y el da familia. Tener capacidad pues, permitía a las personas actuar en el mundo jurídico. No obstante, era necesario que estuvieran en pleno goce de sus facultades mentales y que hubieran alcanzado la mayoría de edad, ya que quien no tenía cabeza (“capitus”), no tenía en consecuencia capacidad y era propiamente una especie de “muerto” civil, tal y como prácticamente lo eran los esclavos y, de la misma manera, los afectados de su mente: los “furiosi”. Sujetos estos últimos para cuyo cuidado el derecho romano estableció la institución de la “cura furiosi” precisamente en la Ley de las Doce Tablas. Ordenamiento en el que por primera vez apareció la palabra “furiosi” para designar a los “locos”. Allí, se dispuso que el “furiosus” era una persona mayor de edad, carente de juicio, equivalente al incapaz de nuestro sistema jurídico actual que, por serlo, requería de un cuidador, un “curatore”. Al respecto, cabe destacar que la “cura furiosi” tenía una gran relación con la “tutela” de los menores de edad, al tiempo que existía también la llamada “cura debilium personarum” (cuidado de las personas débiles).

¿Cómo o cuándo se reconocía que alguien era un “furiosus”? Todo hace suponer que en Roma la persona se convertía en un “furiosus” en el momento en el que manifestaba su desorden mental, sin necesidad de una sentencia judicial que así lo determinara y justo en ese momento, sin más, se convertía en un incapaz “ipso iure”, es decir, de derecho. Masurio Sabino, notable estudioso del derecho romano antiguo, distinguiendo entre las enfermedades corporales y mentales, pudo identificar entre los enfermos de la mente al “furiosus”, al “mente captus”, y al “fatuo”. Del “furiosus” declaraba que eran las personas que sufrían alteraciones de sus facultades mentales con intervalos de lucidez. El “mente captus”, aquél que sufría de modo perpetuo y permanente alteraciones en sus facultades mentales, en tanto que el “fatuo” simplemente, era un débil mental. Personas todas ellas sujetas bajo la “cura”, es decir, lo que hoy denominamos como curatela, sobre todo a partir del momento en el que se evidenciaban como incapaces de hacer cualquier tipo de acto jurídico.

Antes de Cicerón, no se hablará mucho del “furiosus”. Plauto y Terencio, por ejemplo, no aluden a él, como tampoco Catullo y Julio César. Varrón en su obra “De re rustica” hace algún tipo de mención, en tanto que Tito Livio, Ovidio y Séneca, sólo llegan a incorporar la palabra “furiosus”, y es que la palabra misma tiene una procedencia incierta. Según algunos autores su origen estuvo vinculado con las míticas Furias, con la diosa Furina o Furrina. Otros, en cambio, consideran probable que pudiera provenir de “furia”: furor, furia. En el célebre diccionario italiano Treccani, se nos dice: “persona que, por su gran cólera, por impaciencia o por tener un temperamento fácilmente excitable, es presa de furor y manifiesta tal estado de ánimo con palabras y actos violentos: ser, convertirse en furioso. De igual forma, quien entra en furia o tiene frecuentemente signos de furor, por sufrimiento de ánimo o por alienación mental: un hombre furioso, loco”. En fin, falta mucho por saber con precisión sobre cómo estaba regulada esta institución en el mundo antiguo, pero sabemos también que se encontraba estrechamente vinculada con muchos otros conceptos, cada uno a su vez necesitado de su propia reconstrucción histórico-filológica correspondiente: amens, cerritus, deliro, demens, desipio, excors, fanaticus, fatuus, ineptus, insanio, insanus, inscitus, insulsus, larvatus, lunaticus, lymphatus, mente captus, rubies, stultus, entre otros.

Con este preámbulo, pensamos ahora en el mundo del arte, en el que tan sólo en los últimos siglos encontramos numerosos casos de artistas sublimes a los que la ciencia declaró con algún tipo de trastorno mental en alguna etapa de sus vidas. Van Gogh, Munch, Kurelek, Kahlo, Poe, Tolstoi, Kafka, Hemingway, Plath, Woolf, Paganini, Rossini, Schumann, Ravel son algunos de ellos. Lo que confirma el por qué también desde los tiempos antiguos se reconoció que en toda genialidad había latente una cierta dosis de locura, de la misma manera como no hay enamorado que no pierda la razón o, como lo dijo Shakespeare: “si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado”.

¿Dónde empieza la locura y termina la normalidad o viceversa? Para muchos pensadores la locura no es privativa de algunos: Beckett sostuvo que todos nacemos locos y “algunos continúan así siempre”, y muchos más consideran que la humanidad misma está integrada por locos. De ser esto así, la conclusión es que el mundo está loco y es, romanamente hablando, furioso.

¿Es así? De ello hablaremos.


bettyzanolli@gmail.com @BettyZanolli

En la antigua Roma la primera ley escrita fue la Ley de las Doce Tablas, desarrollada hacia el final de la época monárquica. En ella se estableció que la persona al nacer adquiriría capacidad jurídica, de la que carecían los esclavos al ser “cosas”. Capacidad jurídica que estaba integrada por tres estados: el de libertad, el de ciudadanía y el da familia. Tener capacidad pues, permitía a las personas actuar en el mundo jurídico. No obstante, era necesario que estuvieran en pleno goce de sus facultades mentales y que hubieran alcanzado la mayoría de edad, ya que quien no tenía cabeza (“capitus”), no tenía en consecuencia capacidad y era propiamente una especie de “muerto” civil, tal y como prácticamente lo eran los esclavos y, de la misma manera, los afectados de su mente: los “furiosi”. Sujetos estos últimos para cuyo cuidado el derecho romano estableció la institución de la “cura furiosi” precisamente en la Ley de las Doce Tablas. Ordenamiento en el que por primera vez apareció la palabra “furiosi” para designar a los “locos”. Allí, se dispuso que el “furiosus” era una persona mayor de edad, carente de juicio, equivalente al incapaz de nuestro sistema jurídico actual que, por serlo, requería de un cuidador, un “curatore”. Al respecto, cabe destacar que la “cura furiosi” tenía una gran relación con la “tutela” de los menores de edad, al tiempo que existía también la llamada “cura debilium personarum” (cuidado de las personas débiles).

¿Cómo o cuándo se reconocía que alguien era un “furiosus”? Todo hace suponer que en Roma la persona se convertía en un “furiosus” en el momento en el que manifestaba su desorden mental, sin necesidad de una sentencia judicial que así lo determinara y justo en ese momento, sin más, se convertía en un incapaz “ipso iure”, es decir, de derecho. Masurio Sabino, notable estudioso del derecho romano antiguo, distinguiendo entre las enfermedades corporales y mentales, pudo identificar entre los enfermos de la mente al “furiosus”, al “mente captus”, y al “fatuo”. Del “furiosus” declaraba que eran las personas que sufrían alteraciones de sus facultades mentales con intervalos de lucidez. El “mente captus”, aquél que sufría de modo perpetuo y permanente alteraciones en sus facultades mentales, en tanto que el “fatuo” simplemente, era un débil mental. Personas todas ellas sujetas bajo la “cura”, es decir, lo que hoy denominamos como curatela, sobre todo a partir del momento en el que se evidenciaban como incapaces de hacer cualquier tipo de acto jurídico.

Antes de Cicerón, no se hablará mucho del “furiosus”. Plauto y Terencio, por ejemplo, no aluden a él, como tampoco Catullo y Julio César. Varrón en su obra “De re rustica” hace algún tipo de mención, en tanto que Tito Livio, Ovidio y Séneca, sólo llegan a incorporar la palabra “furiosus”, y es que la palabra misma tiene una procedencia incierta. Según algunos autores su origen estuvo vinculado con las míticas Furias, con la diosa Furina o Furrina. Otros, en cambio, consideran probable que pudiera provenir de “furia”: furor, furia. En el célebre diccionario italiano Treccani, se nos dice: “persona que, por su gran cólera, por impaciencia o por tener un temperamento fácilmente excitable, es presa de furor y manifiesta tal estado de ánimo con palabras y actos violentos: ser, convertirse en furioso. De igual forma, quien entra en furia o tiene frecuentemente signos de furor, por sufrimiento de ánimo o por alienación mental: un hombre furioso, loco”. En fin, falta mucho por saber con precisión sobre cómo estaba regulada esta institución en el mundo antiguo, pero sabemos también que se encontraba estrechamente vinculada con muchos otros conceptos, cada uno a su vez necesitado de su propia reconstrucción histórico-filológica correspondiente: amens, cerritus, deliro, demens, desipio, excors, fanaticus, fatuus, ineptus, insanio, insanus, inscitus, insulsus, larvatus, lunaticus, lymphatus, mente captus, rubies, stultus, entre otros.

Con este preámbulo, pensamos ahora en el mundo del arte, en el que tan sólo en los últimos siglos encontramos numerosos casos de artistas sublimes a los que la ciencia declaró con algún tipo de trastorno mental en alguna etapa de sus vidas. Van Gogh, Munch, Kurelek, Kahlo, Poe, Tolstoi, Kafka, Hemingway, Plath, Woolf, Paganini, Rossini, Schumann, Ravel son algunos de ellos. Lo que confirma el por qué también desde los tiempos antiguos se reconoció que en toda genialidad había latente una cierta dosis de locura, de la misma manera como no hay enamorado que no pierda la razón o, como lo dijo Shakespeare: “si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado”.

¿Dónde empieza la locura y termina la normalidad o viceversa? Para muchos pensadores la locura no es privativa de algunos: Beckett sostuvo que todos nacemos locos y “algunos continúan así siempre”, y muchos más consideran que la humanidad misma está integrada por locos. De ser esto así, la conclusión es que el mundo está loco y es, romanamente hablando, furioso.

¿Es así? De ello hablaremos.


bettyzanolli@gmail.com @BettyZanolli