/ viernes 17 de septiembre de 2021

¿Democracia para todos?

Luis Enrique Arnold Tafoya


Es recurrente que al hablar u opinar en cuanto a democracia, nos venga en mente su concepto doctrinario, un gobierno constituido por el poder del pueblo, pero al mismo tiempo las siguientes cuestiones: ¿A qué tipo de pueblo? ¿Cómo se distribuye ese poder? ¿Todo el pueblo es democrático? La intención no es encontrar un mal menor o bien un triste consuelo, y no conforta mucho que los cambios sociales sean lentos, casi imperceptibles, y que es necesario no ser demasiado impacientes y más para los jóvenes.

Lo primero que debemos entender, es que no todo es democracia, pues su propia exageración la pone en riesgo, como el ciudadano total de Dadrendorf o la democracia pensada por Rousseau, como quieran llamarle, no hay un sistema democrático total. Por el contrario, la vida de la gente común se desarrolla en la mayor parte de los casos en espacios diferentes que están fuera del área ocupada por la política, y que bien la democracia toca, pero no cubre jamás del todo, simplemente porque no es posible y más cuando se habla de la internacionalización de la misma.

Por otro lado, existen ciertos límites de la actividad democrática, (como la edad para votar, como el ejemplo más peculiar). Pero también de los sujetos a participar en ella, podríamos imaginar una situación en que la política es todo, pero no de todos o una política donde no es todo, pero es de todos, el primero para hacer referencia al Estado total, la segunda; para enfatizar a la democracia liberal, únicamente para contemplar ciertas fórmulas que puedan ayudar a interpretar o entender cuando hablamos de una política de “todos”, pero que realmente no es así. Como deduce Pareto: “para el hombre de la calle no escapa la existencia del palacio, en el cual, los que son admitidos a los trabajos (y los banquetes) son pocos, y los otros, en la mejor de la hipótesis se quedan mirando.” Aún cuando el palacio es de todos ¿no?

Tampoco escapan a la generalidad, la democracia representativa o la democracia constitucional (la descrita por Mill), en una no hay una representación total, debido a los intereses de partidos o de organizaciones socialmente compuestas de ideales poco definidos, como de la participación ciudadana desde abajo, las consultas populares para reformar sus leyes en base a cierto porcentaje del electorado. Al final el pluralismo hace que la distribución de poder haga parecer que todos somos igualmente ciudadanos, aunque el panorama democrático no sea el mejor pero tampoco el peor. Para el caso constitucional, sabemos que existen preceptos que obligan al “ciudadano” a participar en la vida pública del país y no se cumple a cabalidad, por donde quiera verse.

Ahora, diversas teorías implican que en los regímenes democráticos todas las actividades de los gobernantes deben ser conocidas por el pueblo ¿es así? La publicidad es la regla, el secreto es la excepción, pero debemos reconocer que la excepción es justificada, incluso para mantener la normalidad democrática, un mal necesario. Me recuerda un poco, a lo que Kant consideraba como el siguiente principio: “todas las acciones referentes al derecho de otros hombres cuya máxima no es susceptible de publicidad, son injustas.” ¿Cómo podemos interpretar ese principio? Simplemente porque haría imposible la realización de las máximas que se publican, como en los temas de seguridad.

Haría falta escribir más de un libro para ubicar los límites de la democracia y llegar a distintas conclusiones, es obvio que los regímenes democráticos y sus actores deben adaptarse al aula de su tiempo, posiblemente la política y la democracia no es para todos, y la verdad que bueno que así sea, y que un gobierno tan perfecto sería gobernado por dioses y no por hombres. Pero seguimos siendo hombres.


Luis Enrique Arnold Tafoya


Es recurrente que al hablar u opinar en cuanto a democracia, nos venga en mente su concepto doctrinario, un gobierno constituido por el poder del pueblo, pero al mismo tiempo las siguientes cuestiones: ¿A qué tipo de pueblo? ¿Cómo se distribuye ese poder? ¿Todo el pueblo es democrático? La intención no es encontrar un mal menor o bien un triste consuelo, y no conforta mucho que los cambios sociales sean lentos, casi imperceptibles, y que es necesario no ser demasiado impacientes y más para los jóvenes.

Lo primero que debemos entender, es que no todo es democracia, pues su propia exageración la pone en riesgo, como el ciudadano total de Dadrendorf o la democracia pensada por Rousseau, como quieran llamarle, no hay un sistema democrático total. Por el contrario, la vida de la gente común se desarrolla en la mayor parte de los casos en espacios diferentes que están fuera del área ocupada por la política, y que bien la democracia toca, pero no cubre jamás del todo, simplemente porque no es posible y más cuando se habla de la internacionalización de la misma.

Por otro lado, existen ciertos límites de la actividad democrática, (como la edad para votar, como el ejemplo más peculiar). Pero también de los sujetos a participar en ella, podríamos imaginar una situación en que la política es todo, pero no de todos o una política donde no es todo, pero es de todos, el primero para hacer referencia al Estado total, la segunda; para enfatizar a la democracia liberal, únicamente para contemplar ciertas fórmulas que puedan ayudar a interpretar o entender cuando hablamos de una política de “todos”, pero que realmente no es así. Como deduce Pareto: “para el hombre de la calle no escapa la existencia del palacio, en el cual, los que son admitidos a los trabajos (y los banquetes) son pocos, y los otros, en la mejor de la hipótesis se quedan mirando.” Aún cuando el palacio es de todos ¿no?

Tampoco escapan a la generalidad, la democracia representativa o la democracia constitucional (la descrita por Mill), en una no hay una representación total, debido a los intereses de partidos o de organizaciones socialmente compuestas de ideales poco definidos, como de la participación ciudadana desde abajo, las consultas populares para reformar sus leyes en base a cierto porcentaje del electorado. Al final el pluralismo hace que la distribución de poder haga parecer que todos somos igualmente ciudadanos, aunque el panorama democrático no sea el mejor pero tampoco el peor. Para el caso constitucional, sabemos que existen preceptos que obligan al “ciudadano” a participar en la vida pública del país y no se cumple a cabalidad, por donde quiera verse.

Ahora, diversas teorías implican que en los regímenes democráticos todas las actividades de los gobernantes deben ser conocidas por el pueblo ¿es así? La publicidad es la regla, el secreto es la excepción, pero debemos reconocer que la excepción es justificada, incluso para mantener la normalidad democrática, un mal necesario. Me recuerda un poco, a lo que Kant consideraba como el siguiente principio: “todas las acciones referentes al derecho de otros hombres cuya máxima no es susceptible de publicidad, son injustas.” ¿Cómo podemos interpretar ese principio? Simplemente porque haría imposible la realización de las máximas que se publican, como en los temas de seguridad.

Haría falta escribir más de un libro para ubicar los límites de la democracia y llegar a distintas conclusiones, es obvio que los regímenes democráticos y sus actores deben adaptarse al aula de su tiempo, posiblemente la política y la democracia no es para todos, y la verdad que bueno que así sea, y que un gobierno tan perfecto sería gobernado por dioses y no por hombres. Pero seguimos siendo hombres.


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