/ lunes 10 de diciembre de 2018

CARPE DIEM

Lic. Francisco Sunderland Álvarez


Jericó (en árabe, Ariha y en hebreo, Yériho) es una ciudad situada en Cisjordania, cerca del río Jordán, en Palestina. Pero no es mi intención comentar en este espacio sobre geografía o historia, sino de geografía e historia y que he tomado del blog Almas Castelos. Lo he hecho, porque no hay necesidad de variar punto o coma algunos de esta anécdota o leyenda que dice así:

“Al hablar de alguna rosa, nos viene naturalmente a la mente la bella flor que sobresale a un tallo espinoso, pero no sólo la rosa tradicional se llama así. En los antiguos desiertos de Alejandría, en Egipto y en los afluentes del Mar Rojo había una planta muy curiosa también llamada “rosa”: es la Rosa de Jericó.

Completamente diferente a la rosa que conocemos, esta planta tiene una propiedad muy particular.

Por largos periodos de tiempo la planta, que vive en regiones desérticas, crece y se reproduce hasta que el ambiente se vuelve desfavorable. En ese momento las flores y las hojas secas se caen, las raíces se desatan y las ramas secas se doblan, formando una “pelota” que permite que el viento la lleve a donde quiera.

Las Rosas de Jericó pueden ser transportadas por kilómetros, viviendo secas, sin nada de agua, durante mucho tiempo, hasta que encuentran un lugar húmedo. Cuando esto sucede, hunden sus raíces en la tierra y se abren, volviendo a florecer.

La Rosa de Jericó se encuentra en Oriente Medio y en América Central. Es posible comprarla seca y luego, al ponerla en un recipiente con un poco de agua, verla florecer en la propia casa.

Según Leyendas del Cielo y de la Tierra, la Rosa de Jericó es llamada también flor de la resurrección, porque según lo que afirman algunos observadores, esta flor presenta la propiedad particular de morir para luego volver a florecer.

Su origen se relaciona con la historia del cristianismo por una interesante leyenda citada por varios autores:

Al huir de Belén con el Niño Jesús para liberarlo de la cruel matanza ordenada por el rey Herodes, la Sagrada Familia se vio obligada a atravesar las planicies de Jericó.

Cuando la Virgen bajó del asno que montaba, surgió a sus pies una pequeña flor delicada. María le sonrió a la pequeña flor, porque entendió que brotaba de la tierra para saludar al Niño Jesús.

Durante la permanencia de Cristo en la Tierra, las Rosas de Jericó continuaron floreciendo y embelleciendo los campos, pero cuando el Salvador murió sobre la cruz, se secaron todas y murieron.

Tres días después, cuenta la leyenda, cuando Cristo resucitó, las Rosas de Jericó volvieron a florecer y a irradiar un dulce perfume.”

La anécdota o la leyenda podrá ser aceptada o no pero, lo que es un hecho, es que esa planta “vive estando muerta” y es el agua, el agua-viva, la que le vuelve a dar vida, retoñando y multiplicándose.

México parece, para 50 millones de ciudadanos, que ha muerto; para 30 millones, que está resucitando. A fin de cuentas, creo que si todos, fuera de las ideologías que separan, que dividen logramos generar un esfuerzo común para lograr un México mejor para todos, lo podremos lograr con el “agua-viva” de nuestra voluntad y buena disposición.

Universalmente les deseo, hoy y siempre, Salud, para que logremos nuestros objetivos en la vida. Fuerza, para que no nos desalentemos ante las adversidades y, Unión, para que no seamos divididos en nuestras convicciones. Prohibida su reproducción parcial o total. La copia o distribución no autorizada de este artículo por el autor y, en su caso, su correspondiente imagen, infringe los derechos de autor.


fsacomentarios@gmail.com

Lic. Francisco Sunderland Álvarez


Jericó (en árabe, Ariha y en hebreo, Yériho) es una ciudad situada en Cisjordania, cerca del río Jordán, en Palestina. Pero no es mi intención comentar en este espacio sobre geografía o historia, sino de geografía e historia y que he tomado del blog Almas Castelos. Lo he hecho, porque no hay necesidad de variar punto o coma algunos de esta anécdota o leyenda que dice así:

“Al hablar de alguna rosa, nos viene naturalmente a la mente la bella flor que sobresale a un tallo espinoso, pero no sólo la rosa tradicional se llama así. En los antiguos desiertos de Alejandría, en Egipto y en los afluentes del Mar Rojo había una planta muy curiosa también llamada “rosa”: es la Rosa de Jericó.

Completamente diferente a la rosa que conocemos, esta planta tiene una propiedad muy particular.

Por largos periodos de tiempo la planta, que vive en regiones desérticas, crece y se reproduce hasta que el ambiente se vuelve desfavorable. En ese momento las flores y las hojas secas se caen, las raíces se desatan y las ramas secas se doblan, formando una “pelota” que permite que el viento la lleve a donde quiera.

Las Rosas de Jericó pueden ser transportadas por kilómetros, viviendo secas, sin nada de agua, durante mucho tiempo, hasta que encuentran un lugar húmedo. Cuando esto sucede, hunden sus raíces en la tierra y se abren, volviendo a florecer.

La Rosa de Jericó se encuentra en Oriente Medio y en América Central. Es posible comprarla seca y luego, al ponerla en un recipiente con un poco de agua, verla florecer en la propia casa.

Según Leyendas del Cielo y de la Tierra, la Rosa de Jericó es llamada también flor de la resurrección, porque según lo que afirman algunos observadores, esta flor presenta la propiedad particular de morir para luego volver a florecer.

Su origen se relaciona con la historia del cristianismo por una interesante leyenda citada por varios autores:

Al huir de Belén con el Niño Jesús para liberarlo de la cruel matanza ordenada por el rey Herodes, la Sagrada Familia se vio obligada a atravesar las planicies de Jericó.

Cuando la Virgen bajó del asno que montaba, surgió a sus pies una pequeña flor delicada. María le sonrió a la pequeña flor, porque entendió que brotaba de la tierra para saludar al Niño Jesús.

Durante la permanencia de Cristo en la Tierra, las Rosas de Jericó continuaron floreciendo y embelleciendo los campos, pero cuando el Salvador murió sobre la cruz, se secaron todas y murieron.

Tres días después, cuenta la leyenda, cuando Cristo resucitó, las Rosas de Jericó volvieron a florecer y a irradiar un dulce perfume.”

La anécdota o la leyenda podrá ser aceptada o no pero, lo que es un hecho, es que esa planta “vive estando muerta” y es el agua, el agua-viva, la que le vuelve a dar vida, retoñando y multiplicándose.

México parece, para 50 millones de ciudadanos, que ha muerto; para 30 millones, que está resucitando. A fin de cuentas, creo que si todos, fuera de las ideologías que separan, que dividen logramos generar un esfuerzo común para lograr un México mejor para todos, lo podremos lograr con el “agua-viva” de nuestra voluntad y buena disposición.

Universalmente les deseo, hoy y siempre, Salud, para que logremos nuestros objetivos en la vida. Fuerza, para que no nos desalentemos ante las adversidades y, Unión, para que no seamos divididos en nuestras convicciones. Prohibida su reproducción parcial o total. La copia o distribución no autorizada de este artículo por el autor y, en su caso, su correspondiente imagen, infringe los derechos de autor.


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